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Por: Melissa Castillo

Luego de haber pasado los últimos cincuenta años del siglo XX negándose su mirada al río, Barranquilla decidió enmendar ese error histórico para desarrollar una vida coherente frente al Magdalena: el río que le dio la vida.

Eran en esos cincuenta años atrás cuando se conocía el asombro de la naturaleza que yacía en el gran río de la Magdalena, los movimientos culturales y animales que llevaba a través de su fluyente corriente hacia las ciudades que lo rodeaban y lo conectaba con el país. Esto lo convirtió en la principal vía de comunicación colombiana por muchos años y lo volvió el pionero de la vida para legitimar a la ciudad de la Puerta de Oro de Colombia.

Para entender cómo una ciudad como Barranquilla, que le debe su razón de ser al río Magdalena, cortó su diálogo y emprendió un viaje de abandono dándole la espalda a éste. Distintos investigadores mencionaron las posibles aproximaciones que llevaron a la ciudad a tener esa anómala relación por medio de un cubrimiento histórico desde sus inicios.

Una expedición a sus inicios

En principio, el rió Magdalena en sus tiempos de conquista sirvió como ruta de ingreso hacia el interior del país y durante mucho tiempo fue considerado la mejor vía de comunicación que tenía Colombia con su costa Caribe y el mundo. Es por ello, que el vicepresidente Vargas Lleras (2015) lo llamó como: la principal arteria fluvial de los colombianos.

El Magdalena es, y sobre todo era, un río mágico y majestuoso. Los innumerables viajeros que lo navegaron cuando era denominado la principal vía del país, se asombraban de su tamaño e imponencia, y muchos dejaron testimonios de ello. El asombro causado por su naturaleza, los incontables árboles verdes que lo bordeaban, los numerosos caimanes y peces que lo habitaban, fueron incluso relatos de Gabriel García Márquez, quien lo nombró como: el río de la vida.

“Los viajes eran lentos y sorprendentes durante el día, los pasajeros nos sentábamos por la terraza a ver pasar la vida. Como una experiencia dichosa, con parrandas interminables a bordo de los buques repletos de estudiantes y con un paisaje inacabable de animales y plantas bordeando el recorrido” (García, 1968)

Todo lo expuesto hace que surjan las inquietudes de cómo un país y una ciudad pudo darle la espalda a su tradición y razón de nacimiento. Las aproximaciones de dicha causa exponen algunas razones que llevaron a ese desacierto -que de todos modos- no son causas justificables.

En principio, el investigador Germán Márquez, especialista en Gestión Ambiental orientando su estudio de las relaciones de la sociedad con el resto de la naturaleza, planteó que desde un principio el abandono del gobierno al gran río de la Magdalena se debió, por parte, a que es difícil de navegar. Márquez (2016) en su investigación sobre “Un río difícil. El magdalena: historia ambiental, navegabilidad y desarrollo” afirmó que desde sus comienzos el poderoso caudal del rió y sus dificultades causadas por las bocas impidieron que el río fuera fácil de navegar, lo cual dificultó las posibilidades de tener una efectiva comunicación. Esta aproximación surge por no tener el diseño más adecuado para recorrer su río, ni tener un buen plan de desarrollo por parte del gobierno.

Otra sumario muy significativo de este grave abandono fue la llegada del transporte terrestre con su construcción de carreteras y ferrocarriles. En una investigación realizada por Adriana Santos, muestra como dichas construcciones fueron una nueva forma de comunicarse, un nuevo diálogo del que quisieron ser parte y que llevó a su primer diálogo, si acaso su principal, a un segundo plano.

La construcción a partir de 1950 del Ferrocarril del Magdalena y de las carreteras entre Santa Marta y Barranquilla, que comunicaba con el interior del país, condenaron al río Grande de la Magdalena al abandono. (Santos, 2007, p.212)

A propósito de esa omisión surge el punto de quiebre en la relación que tuvo el río con la ciudad de Barranquilla. La ciudad creó su propia barrera de aislamiento que impidió que sus habitantes pudieran levantarse y disfrutar ese río que yace en su costado sobre sus 22 kilómetros de ribera occidental. Esto se reflejó en la contaminación producida por las industrias que se establecieron a su costado, que llevaron a envenenar sus aguas acabando con sus animales y poco a poco suprimiendo con su esencia de la vida.  Fue así que muchos habitantes fueron creciendo sin conocer su majestuosidad.

Miguel Iriarte, pionero en investigar sobre la relación de la ciudad y el río, planteó que el principal problema es el tipo de discurso que se le da al río porque se limita en solo ser un discurso que desconoce el río como un eje de construcción ciudadana y a abandonarlo como un referente fundamental del paisaje. Esto es un inconveniente para los ciudadanos que nacen y crecen en este contexto, ya que tal y como lo planteó Iriarte -nadie ama lo que no conoce. Los habitantes de la ciudad deben conocer el río para amarlo, anhelarlo y soñarlo-.

Una expedición a su relacionamiento con la ciudad

Algunos identifican a la ciudad de Barranquilla por su vida alegre y urbana, más no por su relación con el río, que corre a su costado y se filtra por los caños de la ciudad. La Arenosa sorprende a sus habitantes y visitantes por sus proyectos de renovación urbana, que buscan nuevamente mirar al río Magdalena, recordando así las costumbres de la gente que ha dejado atrás en los pequeños municipios ribereños y retomando no sólo su mirada hacia ellos, sino hacia su memoria histórica como ciudad.

La relación cultural de la ciudad y el río se conocen por grandes aportes de investigación realizados por el docente Miguel Iriarte, quien ratificó que el río no debería ser solamente considerado como un espacio geográfico sino también como una entidad fundamental en el imaginario y mente del habitante barranquillero. Es por ello que Miguel Iriarte afirmó que -el Río es el testimonio de la gran historia de lo que hemos sido como Ciudad-.

En coherencia con esas consideraciones, Barranquilla se limitó en un principio a mirar al río en términos muy simplistas que es en el de tener un canal navegable, sin trascender así en su naturaleza misma: su tradición. Iriarte mencionó entre regocijo y con mucha seguridad -sin río no habría ni siquiera Carnaval-.

La relación de río y ciudad, no solo se basa en lo económico, histórico y político, sino también en lo cultural. Esta correlación ha beneficiado a los barranquilleros durante muchos años, por medio de este vínculo la ciudad ha podido abordar todo lo que hoy se conoce en su cotidianidad: desde su numerosa gastronomía por la muy acogida y bienvenida de sus inmigrantes, sus costumbres y musicalidad por la depresión momposina, hasta lo más  prestigioso y aclamado que son las danzas del carnaval.

Una expedición a sus proyectos

El futuro de la ciudad sólo cobrará sentido cuando se retome el diálogo de reconciliación entre la ciudad y el río. Por esta razón, Iriarte se mostró muy optimista sobre el hecho de que la ciudad después de tantos años decida retomar su mirada al río que le dio la vida.

La Alcaldía distrital dio inicio a varios proyectos en donde guía a Barranquilla a una búsqueda por construir una reconciliación entre la ciudad y el río. Para que ello tenga éxito, los proyectos deben unificar los referentes comunes, urbanos y culturales para construir por medio la ciudadanía la significación que se merece.

Hoy, por fortuna, ya es una realidad para los barranquilleros y visitantes la construcción de una avenida del Río, el Gran Malecón y el Centro de Eventos y Exposiciones del Caribe Puerta de Oro por parte de la Alcaldía de la ciudad y sus relaciones estratégicas entre los sectores públicos y privados. Todos estos proyectos fueron iniciativa del alcalde actual de la ciudad y su interés de recuperar la importancia histórica que pocos llevan en su memoria.

El Centro de Eventos y Exposiciones del Caribe Puerta de Oro con su frase emblemática de Por Puerta de Oro va a entrar la magia del Caribe, la cual fue creada por Juan Gossaín, tiene como objetivo principal hacer entrar a la ciudad lo que se ha dejado atrás y abandonado, todo aquello de cultura, arte, valor, productividad, musica, negocios, que el Gran Caribe tiene para mostrar y ofrecer.

Carlos Acosta, gerente de Desarrollo de Ciudad y el coordinador general del Puerta de Oro, planteó:

“Es importante que el ciudadano sepa que la ciudad se está proyectando a largo plazo. Que Barranquilla es una ciudad con mucha planificación y todos estos proyectos están integrados para garantizar su sostenibilidad y logren el mayor impacto positivo posible sobre los ciudadanos. Vamos a pertenecer a grupos de las grandes ciudades del mundo: Bilbao, Burdeos, Buenos Aires. Todas pasaron por estos procesos de renovación urbana y crecimiento económico. ¡Esto es una realidad en Barranquilla!”

Además, dicha realidad está impactando positivamente en la actualidad de la ciudad en materia de turismo y empleo. Puerta de Oro, bajo la experiencia y guía de Corferias, han realizado más de 25 ferias y eventos en tan solo un año de operación en la ciudad, generando más de 20.000 millones en valor agregado a la economía local y más de 10.000 empleados directos e indirectos generados, tal como lo informa el reporte brindado por su gerente y coordinador Carlos Acosta.

Otros proyectos que también están vigentes para la recuperación del río y construcción de la ciudadanía son la Avenida del Gran Malecón con su creación de nuevos espacios público, en donde como lo plantea el plan de desarrollo de la Alcaldía Distrital, sembrarán alrededor de 250.000 árboles con proyección hasta el 2019 y la construcción del edificio de la nueva  Alcaldía en la Loma, el cual tendrá la significación y forma de barco a vapor que mirará directamente al Río.

Para Carlos Acosta, el reto principal de todos estos proyectos es liderar un desarrollo de esta magnitud con éxito, ya que son 429 hectáreas de nuevo desarrollo que se quiere implementar en la ciudad, que además, debe requerir una población productiva amplia para poder ejecutar estos proyectos. Sin embargo, todo no solo esto abre la posibilidad que la ciudad crezca en materia urbana, la alcadía reubique a las industrias de esta zona para volverla más sostenible y amigable con el medio ambiente, sino que lleva a todos los ciudadanos apropiarse de un espacio abandonado. Esto le brindará una relación que ponga al río como un referente cercano y cotidiano al ciudadano barranquillero.

Los barranquilleros son hijos de este río que pronto se cargará de nuevas historias y será testigo de su cotidianidad barranquillera. Pronto Barranquilla mirará con otros ojos, los ojos que reflejan el río, las historias y cultura de sus habitantes, será una ciudad que reconozca que al mirar el río mire un espejo de su historia.  Tal y como Iriarte plantea su manera ideal de mirar al río -pienso que un barranquillero a futuro al asomarse al río, pensará cómo es posible que nos hayamos perdido tanto, y si no es de aquí y lo ve por primera vez, pensará: así es como debe ser-.

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