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Por: María José Correa, Kathryna Estrada, Laura Fernández, Estefanía Gómez, María Fernanda Jiménez,
Adriana Liñán, Wendy Mercado y Catalina Muegues
| Ilustración de Portada: Samuel Peñaranda

En el año 2022, según la FLIP, en Colombia se registraron 218 casos de amenazas

contra periodistas, la cifra más alta en los últimos quince años.

A continuación, presentamos las historias de dos generaciones distintas, dos contextos sociales y dos miradas diferentes, que comparten el mismo sentimiento por la profesión y que se unen al grupo de víctimas de la persecución periodística.

El primer testimonio es el de Ernesto Estrada, periodista y abogado, que entre los años 2001 y 2010 fue amenazado y perseguido por defender sus ideales en el marco de la conmoción política en Colombia.

El segundo testimonio es el de Paola Sierra, periodista y presentadora de Noticias Caracol, que durante el año 2022 recibió amenazas tras la investigación de una extranjera desaparecida en el país.

Esta historia cuenta el pasado y el presente de un tema incesante: la violencia contra la prensa en Colombia.

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Ilustración de Samuel Peñaranda

Unos disparos retumbaron los oídos de todos, acompañados de pisadas apresuradas, de gritos y del ruido de una moto que se iba alejando. Minutos después, al final de la calle, a unos diez metros de la Universidad del Atlántico en Barraquilla, un grupo de personas se encontraba alrededor de un cuerpo bañado en sangre. Esa noche, Ernesto Estrada descubriría que su fascinación por contar y defender historias lo había convertido en un blanco.

Sentado en su oficina en Estados Unidos, Ernesto Estrada recuerda aquel incidente que le marcó la vida, cuando recién iniciaba a ejercer las dos carreras que más amaba.

Desde muy pequeño su familia lo ha impulsado a ser lo que es hoy en día. Rodeado de un ambiente donde la fe en Jesús, empatizar con los oprimidos y hacer reclamos frente a las injusticias son las cosas que le han ayudado a conectar con las necesidades de los demás.

Todo empezó en el año 2001, donde más de veinte periodistas fueron amenazados, cuatro exiliados y diez asesinados. En ese tiempo, Estrada se había graduado como comunicador de la Universidad Autónoma del Caribe y, con algunas relaciones afianzadas en la Universidad del Atlántico, empezó a estudiar derecho. Simultáneamente, era líder de algunos procesos sociales, reuniones de juventudes y activismo político. Se consolidó como representante estudiantil en la Facultad de Derecho de la universidad, un cargo que conllevaba un fuerte enfoque en derechos humanos en relación con el ejercicio de comunicación y el estar con la gente.

La voz de la mañana fue el primer medio alternativo censurado por las denuncias que hacía. A Estrada no le temblaba la voz para decir las cosas que estaban mal en el país. Este medio lo formó junto con tres de sus amigos, quienes se reunían para entregarle a su audiencia información sobre lo que sucedía; creando perspectivas críticas frente a la nueva dirección que estaba tomando el país para el año 2002. El programa cada vez iba llegando a más personas, era fuente de protestas, de denuncias y de otorgarle voz a aquellos que no la tenían. Este programa generó revuelo en comunidades políticas poderosas de la ciudad, por lo que, recibían constantes amenazas por las declaraciones que hacían en ese espacio.

Una noche, después de terminar el programa, Estrada iba saliendo de la Universidad del Atlántico con su grupo de amigos y dos compañeros de la carrera. Luego, caminaron a un bar que se encontraba a diez metros de la universidad donde el pasatiempo favorito era compartir opiniones políticas y escuchar poesía mientras tomaban una que otra cerveza, con la que se animaban los sueños y las esperanzas de poder hacer de este país uno mejor.

Fue precisamente esa noche cuando se encontraban planeando un encuentro nacional de defensores y defensoras de derechos humanos. El reloj marcaba la medianoche, hora de irse a sus casas, cuando luego de unos pasos se escucharon disparos.

– Ya todos estábamos saliendo del bar para regresar a nuestras casas y unos amigos se quedaron en la calle frente al lugar. Caminé unos metros, cuando escuché disparos a mis espaldas que quedaron retumbando en mis oídos acompañado del ¡brrrum, brrrum! fuerte de una moto que se iba alejando.

Nadie sabía concretamente lo que había pasado, solo corrían y corrían. Desorientados por los disparos, cada uno buscaba dónde refugiarse. Estrada cuenta que, en su desespero, sus manos se desplazaban rápidamente por todo su cuerpo, esperando no tener ninguna herida. Cuando se encontraba unos metros arriba, observó que un grupo de personas estaba reunido pidiendo ayuda. Se devolvió y se dio cuenta que entre la multitud uno de sus amigos del programa estaba tendido en el suelo lleno de sangre. Intentó ayudarlo, pero su corazón ya había dejado de latir. Una ambulancia llegó y se llevó el cuerpo del joven para tratar de reanimarlo.

En la madrugada de esa eterna noche, la madre de Ernesto, Catalina, recibió una llamada de un número desconocido, cuando contestó era un hombre que la llamaba para amenazar a su hijo.

– Dígale que el próximo es él.

La madre tiró el teléfono, cayó tendida en la cama, sus labios se pusieron morados y sentía que no podía respirar.

Para Ernesto, el hecho de que estuvieran llamando a amedrantar a su madre fue la gota que derramo el vaso para empezar a preocuparse por su vida. A partir de ese momento, tomó todas las medidas legales necesarias para proteger a su familia.

– No estaba seguro en Barranquilla. Junto con mi esposa Betsy decidimos que lo mejor era salir del país. Pero el proceso no era fácil y menos en un país donde los periodistas no tenían protección.

Al paso de una semana, viajaron a Bogotá, estaban en el aeropuerto El Dorado, en medio de tensiones por los papeles que debía firmar y minutos antes de embarcarse en un avión con su esposa Betsy y con algunos compañeros, Ernesto decide entrar al baño. Recuerda que sintió una punzada en su pecho, como un presentimiento o tal vez una corazonada de no querer irse del país en ese momento. Respiró profundo, se echó agua en su cara y con la frente en alto tomó la repentina decisión de no irse del país. Se radicó unos meses en Bogotá, mientras las aguas de Barranquilla se calmaban.

Sus compañeros sí tomaron ese vuelo, no querían vivir con el miedo de que en cualquier momento serían ellos los que terminarían tendidos en el suelo. Unos se fueron a Canadá y otros a Europa con el fin de iniciar una nueva vida.

– ¿Y usted?

– Sigo hasta el día de hoy en estos “ires y venires” desde los medios alternativos, desde donde nos dan voz, desde donde podemos. Creyendo que, como decía Gabo, el periodismo, aunque tiene sus riesgos, es uno de los ejercicios y profesiones más lindos del mundo.

A pesar de todas las caídas y tropiezos, Ernesto Estrada, con algunas canas y un par de líneas que se han marcado en el rostro con los años, no le tiembla la voz para hablar sobre lo que está mal en su país y sigue dándole voz a aquellos que no la tienen.

Hoy, desde la ciudad de los vientos, Chicago, continúa su afición a la radio, no como el mismo de hace 20 años a quien la censura estaba nublando sus sueños. Cuenta que encontró en Jesús el camino que lo ha impulsado a no desistir de sus principios y que lo ha llevado a ser conferencista en diferentes iglesias de Estados Unidos, en las cuales cuenta desde su experiencia, cómo en momentos de crisis y dificultades logró seguir adelante.

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Ilustración de Samuel Peñaranda

En medio de un país sumido en la violencia y la opresión, una periodista desafía las sombras del miedo y se convierte en la voz valiente que busca la verdad oculta. Con cada amenaza y obstáculo en su camino, Paola Sierra demuestra que la libertad de prensa no puede ser silenciada, y que la luz de la justicia siempre prevalecerá sobre la oscuridad de la corrupción.

Paola perseguía la verdad de una historia que había consternado a una parte del país, hasta que, como en toda indagación, en el camino te tropiezas con obstáculos que nos hace vulnerables: el miedo. Aquella palabra de cinco letras que pretende ser corta, pero desprende una serie de sensaciones incómodas para los seres humanos: incertidumbre, intranquilidad e inquietud son algunos de los peores sentimientos que lograron apoderarse de Paola. En medio de su camino, las amenazas que recibió la intentaron frenar, pero su investigación estaba apenas cogiendo vuelo y sabía que, si hay una amenaza de por medio, es porque había una verdad oculta.

– La persona que me amenaza me envía un mensaje a través de otra persona diciendo que, si no paro con la investigación de una persona desaparecida, pues tendré que afrontar las consecuencias.

Todo inicia en octubre de 2022, a través de WhatsApp, aquella aplicación que de lejos parece inofensiva y brinda a sus usuarios un espacio seguro para contactar a sus personas cercanas. No obstante, también es una aplicación utilizada para robar información personal, extorsionar, suplantar identidad, o en el peor de los casos de los periodistas colombianos: para amenazar de muerte.

Al principio, Sierra lo toma a la ligera pese a que eran realmente amenazas que en el momento ella no había asimilado completamente. Sin embargo, al darse cuenta de que no era solamente destinadas hacia ella, sino que podrían estar implicando a su familia. “A la ligera” se desvanece por completo y toma un giro de 180 grados. Un largo suspiro sale de la boca de Paola para indicarnos que las cosas se habían tornado de un color gris. El miedo se impregna en su mente y las actividades cotidianas ahora las hacía más prevenida. Salir a la calle sola, salir del apartamento sola o salir muy temprano o muy tarde se convirtieron en acciones que necesitaban hacerse con mucha cautela y prevención, por miedo a que le pudiera suceder algo.

La investigación de Paola Sierra todavía sigue en curso y está en manos de la Fiscalía. Esta indagación surge a raíz de la desaparición de un muchacho procedente de Guatemala que desaparece en las vías de Medellín-Bogotá en el 2002. En aquel entonces, la Policía dijo que había sido una “pesca milagrosa”. El término de pesca milagrosa hace referencia a las operaciones de secuestro que realizaba la guerrilla colombiana en las carreteras del país, en donde la vigilancia del Ejército y demás autoridades es escasa. No obstante, el caso se volvió a reactivar cuando una persona muy cercana al muchacho desaparecido y a los amigos con los que estaba comentó que sabía que él no se había perdido en ninguna carretera, sino que muy posiblemente lo habían asesinado sus amigos.

Las cifras hablan por sí solas: en Colombia, según la FLIP, en el año 2022, se presentaron un total de 596 violaciones a la libertad de prensa y con un número de 669 víctimas involucradas. Sierra fue una de las muchas periodistas colombianas que ha sufrido en carne propia la violencia y la intimidación.

– En algún momento pensé en dejar a un lado la investigación que estaba haciendo.

El amor de Paola a la reportería es tan grande que no le importaron las recomendaciones de no salir tanto a la calle y continuó su labor, a pesar de que por un momento pasó por su cabeza dejar a un lado su investigación. Ella sabía que iba a necesitar toda la fuerza y amor a su labor periodística para seguir indagando en la historia, claro está, con nuevos parámetros de prevención y cuidado para ella y su familia. La curiosidad, un rasgo valioso e innato en todo periodista, aumentaba en ella las ganas de querer averiguar más, obtener nueva información y ver hasta dónde podía llegar.

Afortunadamente, el medio donde trabajaba, Caracol, le brindó todo el acompañamiento y apoyo necesario para continuar con su investigación. Su jefe en Caracol Noticias le recomendó que debía poner la denuncia ante la FLIP y así lo hizo. Por instinto, Sierra sabía que, si recibía amenazas, era porque la verdad se ocultaba y quién más que ella para revelarla.

– Todavía queda un gran camino por hacer, pero sigo en la investigación.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha señalado que la situación de violencia contra periodistas y defensores de derechos humanos en Colombia sigue siendo muy preocupante, y ha expresado su preocupación por la impunidad de los ataques y la falta de medidas efectivas de protección.

En Colombia, es muy difícil ser periodista y no precisamente nos referimos a los periodistas de los grandes medios, de las grandes cadenas televisivas. Nos referimos a los periodistas de las regiones más escondidas y profundas de Colombia, donde no hay garantías de seguridad, ni para llevar sus temas. Sierra afirma que es por eso que los periodistas en zonas rurales no pueden continuar sus investigaciones, por las amenazas y la falta de seguridad. A diferencia de los periodistas de los grandes medios en Bogotá, considera que hay más garantías, pero no todas porque aun así sufren de censura y se puede observar cuando políticos o grandes entidades élites del país tergiversan la información para su propia conveniencia.

– No somos la región, obviamente, más violenta, pero somos una de esas y todavía nos falta muchísimo para asegurar esas garantías para los periodistas y medios en el país.

Como un guerrero valiente que lucha a pesar de todas las adversidades, asimismo, batallan los periodistas para conocer y saber realmente las historias hasta encontrar la verdad, siempre en busca de los hechos detrás de las sombras.

El legado de Paola Sierra es como una llama ardiente que ilumina el camino de los periodistas comprometidos con la transparencia y la justicia, una llama que no puede ser apagada por las sombras del miedo y la opresión. Su ejemplo de integridad y valentía es como un faro en medio de la oscuridad, guiando a aquellos que buscan la verdad en un país cada vez más turbulento.

Coda

Una semana después de haberlos entrevistado, nos sintonizamos en 91.6 FM Metrópolis Stereo para escuchar la voz de Ernesto Estrada compartiendo su opinión sobre temas de la ciudad de Barranquilla y su país, aun sin estar presente. Desde la distancia, sigue conectado con su gente, pero ahora con la única diferencia de que no lo hace recorriendo las

calles de Barranquilla con su grabadora en mano, sino desde una cabina en la ciudad de Chicago.

Por otro lado, Paola Sierra, como reportera oficial de Noticias Caracol, llena las pantallas de todos los colombianos con nuevas investigaciones y noticias, apasionada a su vez por el poder de la lectura. Los periodistas que alguna vez fueron callados, pero hoy en día siguen más fuertes y vivos que nunca.

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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