Por el tapete rojo de concreto serpentearon diferentes comparsas, expresiones de la diversidad que marca cada aspecto del Carnaval Gay y que se evidencia en la particularidad de los disfraces.
Por: Valery Serrano y Daniela Pinto
Fotografía: Karina Herrera
Fue como si a las 7 de la noche hubieran desplegado el tapete rojo de los grandes premios sobre la calle 72 con carrera 39 de Barranquilla. El enrejado, que se extendía hasta la calle 63 con carrera 41 y que separaba a los protagonistas de su público, hacía las veces de pasarela de terciopelo. Protegía y enmarcaba un espectáculo del que todos los habitantes de la ciudad hablan
“No voy a ninguna otra actividad de carnavales, yo prefiero observar a las mujeres ‘trans’, que admiro por su porte y su estilo”, aseguró Enilda, una mujer de Tubará, Atlántico, que no ha dejado de asistir los últimos tres años a este desfile. “Ni las mujeres de nacimiento nos movemos así”, sentenció. La mayoría del público disfrutó sentado y aprovechó para registrar los trajes de la población LGBTI e incluso aquellas escenas en las que los danzantes decidieron prescindir de los mismos. En ocasiones se escuchaba entre la algarabía peticiones para las estrellas del show, al estilo de: “Bailen, Bailen” o “Ven para tomarnos una foto”.
El desfile comenzó con la carroza más importante de la noche. Dentro de ella, el personaje más mítico del Carnaval Gay, el señor Jairo Polo Altamar. Presidente de la Corporación Autónoma del Carnaval Gay y cabeza principal de la realización del evento. Él echó a andar su carroza hasta posicionarse en el primer lugar del desfile. Los jefes de logística iban y venían pidiéndole instrucciones. Y Jairo Polo, usando un traje de brillantes lentejuelas azules y negras – que lo cubría de pies a cabeza – y con sus brazos rodeados de plumas coloridas, no cesaba de dar órdenes con solo mover sus ojos verdes escondidos tras su máscara. Con un solo ademán de su mano derecha, dio la orden de arrancar el desfile.
Por el tapete rojo de concreto serpentearon diferentes comparsas, expresiones de la diversidad que marca cada aspecto del Carnaval Gay y que se evidencia en la particularidad de los disfraces. Las máscaras frías y amenazantes de Los Venecianos; la mofa y el color de las Marimondas; los Monos con sus caretas, que se propusieron jugar con los niños, y el Son de Negro que movía sus labios rojos al compás de los tambores. Mirar, gozar y robar una sonrisa para compartir.
Por su parte, con las cumbiambas los bailarines se destacaron por su elegancia y distinción; en tanto que las mujeres ‘trans’ exhibieron la naturaleza de sus cuerpos como un lienzo en el que tan solo pintan su piel o la adornan con piedras, canutillos y plumas.
En medio de los aplausos del público, Daniela González – una de las mujeres ‘trans’ participante – mostró con orgullo un vestido plateado ceñido a su cuerpo, siempre junto a su compañera la silla de ruedas. En un pequeño bache, Daniela fue la única en la calle, transitando por el centro de la misma, casi majestuosa, saludando a los espectadores y haciendo honor a su corona de reina.
Caben muchos en este llamado Carnaval Inclusivo. Las niñas cumbiamberas ondearon sus largos vestidos rojiblancos de la misma forma que lo hacían las señoras de la tercera edad. Su comparsa no pertenecía a la población LGTBI, pero como otros grupos, apoyaron el desfile y se mimetizaron a la perfección, manteniendo su elegancia y picardía.
Hoy cabe destacar cómo la participación de la Policía juega un papel muy distinto al que tenía en los inicios del desfile. En 1984, año de la primera Guacherna Gay, el evento promovido por una discoteca popular de la ciudad consistía en un grupo de entusiasta que salían a la calle con polleras y disfraces mientras las autoridades intentaban detenerlos. Hoy, son los mismos oficiales de policía los que salvaguardan su seguridad.
El desfile culminó en el tradicional Boulevard Siete Bocas. En la tarima se presentaron diversos artistas locales, entreteniendo al aglomerado público que llenaba por lo menos una manzana a la redonda. La mayoría venía de barrios populares, acompañando a su soberana en el Reina de Reinas 2017, aunque solo una de las dieciséis participantes se llevó la corona. En esta oportunidad fue el Barrio La Sierrita.
Por supuesto, no podía faltar la coronación de los Reyes del Carnaval Gay Julitza Gutiérrez de Moya y Jorge Pertuz. “Estoy inmensamente agradecida con el Señor Jairo por el voto de confianza que ha puesto en mi”, aseguró Julitza entre lágrimas. Con su show “Embrujo de Carnaval”, acompañados de diferentes comparsas realizaron un recorrido metafórico por diversos lugares del mundo como España, Italia y Nigeria hasta llegar, por el río magdalena, a Barranquilla. De cada lugar traían un ingrediente especial para sazonar el festín.
Así fue la versión número 33 de la Guacherna Gay, engalanada con lentejuelas y pieles descubiertas. Tacones altos y pies descalzos. Sonrisas dentro y fuera del cordón de terciopelo, y la firme intención de mantener en alto el orgullo LGBTI y la diversidad cultural de nuestro Carnaval de Barranquilla. En fin, una Guacherna que durante el fin de semana dejó ver excentricidades, lujos, convicciones y hasta galantería. “Mira el que viene allá”, repetían varios de los espectadores mientras tomaban fotos de los participantes. Fue una noche especial, una noche inclusiva, la de la Guacherna Gay en Barranquilla.
*Este trabajo fue elaborado en el marco de la alianza del periódico El Punto y el diario El Espectador. Replicado en la siguiente dirección: http://www.elespectador.com/noticias/cultura/brillos-elegancia-y-excentricidad-en-la-guacherna-gay-del-carnaval-de-barranquilla-articulo-680789