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Por Juan David Herrera

Los canarios cantan igual que un coro celestial. Jaulas de madera son su resguardo, o su prisión, depende de cómo se le mire, lo que sí es un hecho es que las aves tienen su encanto. Una vara de madera y sobre ella, nueve canarios compiten por ser la estrella de esta semana, mientras sus dueños anhelan el jugoso premio monetario. Por la plata canta el pájaro.

En un ring imaginario se enfrentan las aves, todas canarios. Una pájaro canta, los jueces dejan caer una balota cada vez que lo hace, así llevan la cuenta de su desempeño, al final de su turno se contabilizan. Son 4 rondas, a medida que avanzan se eliminan unos a otros, hasta que solo quede uno. El botín varía según el número de competidores que estén, generalmente el premio oscila entre 200 y 300 mil pesos.

Detalles de la disciplina

Las competencias de cantos de canarios no son un extraño en Colombia, de hecho, en las décadas de los 80 y 90, tenían un espacio en el plato público, pero con el nuevo mileno cambiaron las cosas y esta tradición como muchas otras se ha ido perdiendo en el frenético paso del tiempo. Hoy, no es tan frecuente dar con una de estas citas, la mayoría de los cotejos se han trasladado a departamentos como Cesár y Córdoba.

En barranquilla, el bario Simón Bolívar es su lugar de reunión, cerca de la cancha del Ara, allí cada domingo a las 6 de la mañana se citan los rivales. Es un total espectáculo, vecinos madrugan para oír los cantos matutinos de las aves, los dueños lucen pomposos y alegres, todo es risa y camaradería hasta que se da inicio a la competencia, ahí la cosa se torna tensa. En los momentos previos, se les da miel a los animales para aclarar su voz, porque el tono con el que canten al igual que la velocidad son los factores evaluables.

Muchos de los animales son comprados en el mercado de granos por lo que algunos argumentan que esta competencia contribuye al tráfico animal, mientras que en la otra

orilla se dice que esta especie debe ser criada en cautiverio porque de otra forma no puede subsistir. La naturaleza no la dotó de mecanismos de defensa frente a otros depredadores.

La competencia de canarios no es una tradición que esté en aras de desaparecer, y para asegurarse de ello, los dueños de las aves acuden a su cita semanal con sus hijos, con el fin de sembrar en los pequeños el amor por la disciplina. Es común ver familias enteras alrededor de los pájaros.

Deportistas alados

La práctica es considerada deporte y las aves, como buenos deportistas, tienen su rutina de entrenamiento y alimentación. En las mañanas se les coloca audios de pájaros salvajes para incitarlos a cantar, poco a poco, adiestran su canto: más fino y más rápido. Además de ponerlos sobre varas de madera para que desarrollen el equilibrio mientras adornan el lugar con su melodía. Es una rutina ardua, tanto que algunos canarios no la soportan y se golpean contra las rejas de su jaula para suicidarse.

Su dieta no se queda atrás y ocupa un lugar excepcional en su vida competitiva. Ají picante, alpiste y miel son algunos de los alimentos que consumen las aves, tres veces al día, puntuales. La jaula, el sitio de concentración de los deportistas, debe ser aseada dos veces por semana para que las aves puedan dar su mejor desempeño en la competencia. Si está sucia, el animal se desespera y no canta.

Las aves son de diversos colores, juntas forman un bello arcoíris de plumas y picos. Algunas tienen nombre y fanáticos, conforme ganan cotejos, aumenta su fama. Unas celebridades aladas. En el tiempo de mayor furor por este deporte, a los pájaros más reconocidos, se les veía como auténticas leyendas, tanto así que al momento de fallecer, las personas les guardaban luto.

El prestigio de los pájaros no solo se mide en su número de seguidores sino también en su precio. Sí, en su precio, un ave se valoriza con el paso del tiempo y la adquisición de experiencia. Los torneos semanales sirven para elevar el costo de los animales, los cuales

incluso llegan a elevarse a la cifra de 4 millones de pesos, conforme a su práctica y galardones recibidos.

El cotejo

 Carlos es uno de los competidores semanales, llega muy temprano con su pájaro y lo ubica sobre la viga de madera, le da un poco de agua y rectifica que todo esté en orden. Lo acaricia e inmediatamente lo inscribe ante los jueces.

-¿Hace cuánto tienes el ave?

-Desde hace dos años, lo compré polluelo y lo voy criando, dice.

Comienza el cotejo, la primera ave lanza un tenue canto, se nota su inexperiencia, acelera su melodía y se detiene. Se quedó muda. Su resultado 3 balotas, nada mal para ser amateur.

El canario de Carlos entra en escena, todos lo miran. Todos están a la expectativa. El reloj empieza a correr, el ave da brincos sobre su jaula, de izquierda a derecha, se nota nerviosa. En un momento se queda estática, alza su pecho y lanza un bello trino, bello eso sí., Pero ya no cuenta, su tiempo se terminó. Ni una balota para el pájaro. Todos ríen, Carlos también.

Escuchar cantar un ave es sin duda un deleite para los oídos, es delicado y relajante. Goce total. Las aves competidoras han afinado su canto a través de un arduo entrenamiento y una rigurosa dieta. Cada domingo adornan los amaneceres con preciosos trinos. Oír cantar un ave es un gran placer, pero no existe mayor satisfacción que verlas libres, fuera de jaulas de metal.

Si  quiere escuchar los pájaros cantar, siembre un árbol, no compre jaulas.

 

 

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