Por: Shadia López
Moda y expresión son dos conceptos estrechamente relacionados. La moda surge como la posibilidad de impregnar y enviar mensajes a la sociedad a través de las prendas, convirtiéndose en una forma de “desobediencia” y un reflejo del contexto social y cultural. En Colombia, este concepto ha obedecido a un estilo inspirado en la diversidad de la región Caribe, conocido como Caribbean Chic que debe ser redefinido.
En distintas partes del mundo la moda se ha nutrido de los paisajes que sirven de inspiración para los diseñadores al crear y poner en el radar siluetas, colores, y prendas en diferentes estilos. En el país, con el pasar de los años ha sobrevivido una estética orientada a resaltar tonalidades y texturas cálidas, prendas con volumen y un sin fin de estampados que aluden al clima tropical y caribeño, a la diversidad de la flora y fauna de toda una región, denominada Caribbean Chic. Una estética que adorna la mayoría de las colecciones de marcas colombianas y se convertiría en el sello característico de diseñadores como Johanna Ortiz en el 2015 con su colección Nativa, y otros diseñadores como Carlo Carrizosa, Silvia Tscherassi, Esteban Cortázar y demás, en las pasarelas mundiales.
Hoy en día, podría decirse que el éxito del Caribbean Chic, que desde hace una década atrás permitió el posicionamiento y la aparición en el radar de manos colombianas en el mercado internacional, construyó una etiqueta estética que definió y reconoció la moda colombiana al observar boleros, estampados de hojas, plátanos y colores vivos alusivos a la costa y el estilo tropical.
Por otro lado, esta tendencia introduce el concepto “de lo propio” y una evolución en las formas de vestir de la moda colombiana que durante mucho tiempo reflejaba “que viene principalmente de la herencia o imposición española, que marca las pautas del cuerpo vestido para diferentes estamentos de la sociedad” según Orlando Fals Borda (1953). Sin embargo, este estilo ignora la diversidad de un país con una gran variedad de estéticas posibles inspiradas en la naturalidad del estilo de vida de regiones al interior, como las montañas, los páramos, los ríos, los ancestros y la herencia cultural.
El constante reconocimiento y exaltación de la diversidad de Colombia, en parte ha permitido que este movimiento se herede por años, es por esto que es necesario que la moda en el país vaya más allá de las prendas que no se relacionan con este estilo, se empiece a reconocer la existencia de narrativas alusivas a otras zonas del país y a las comunidades ancestrales que remiten a las raíces y son el sello distintivo de muchos diseñadores, que han aprovechado el tropicalismo al máximo como Silvia Tcherassi referente de la moda colombiana “los diseñadores latinos tenemos una aproximación al color y a los materiales que nos hace diferentes. Y esa aproximación es producto de nuestra historia, de nuestra tradición, de nuestra naturaleza. Y definitivamente mis raíces latinas están en el ADN de mi propuesta de moda y de mi marca”.
Es cierto que al no ignorar la herencia que remite a la variedad y riqueza cultural del país, se abren posibilidades para la creación de estéticas inspiradas en lo autóctono, dar una nueva mirada a lo tradicional y alejarse de las tendencias de la industria. Esto ha generado una nueva ola de diseñadores que redefinen el concepto de moda colombiana, como Carolina Vélez diseñadora paisa que propone expandir la moda artesanal local a nivel global con su marca Oropéndola buscando “realzar la artesanía colombiana. Quiero resaltar el trabajo de los artesanos y mostrar sus habilidades al mundo…Nuestra gente, nuestros artesanos, sus historias son lo que nos inspira”.
De esta manera, es posible admitir que la tendencia única inspirada en el mar, telas frescas, delgadas y exclusivas para el clima cálido que ha protagonizado las pasarelas por décadas, se ha vuelto repetitiva y afecta el imaginario de identidad que se tiene en el mercado internacional sobre moda colombiana, ignorando otras estéticas inspiradas en la riqueza cultural y social que resaltan lo propio de un país.
En palabras de Helena Fadul, consultora en mercadeo y comunicación estratégica en moda, en Colombia es necesaria “la reinterpretación del trópico, que se convierte en columna vertebral de los negocios en la industria local”. Esto se relaciona con el hecho de que, aunque el panorama de la industria colombiana se expande cada vez más, creciendo en abril de este año un 5.8% respecto al 2022, de acuerdo con el observatorio de Raddar e Inexmoda, gran parte de las ventas pertenecen a la categoría tropical, debido a que esta estética representa una apuesta al rescatar técnicas como el bordado y las fibras, pero que afecta directamente la percepción de la moda local colombiana, al reducir las posibilidades de crear nuevos códigos estéticos.
Cuando se piensa en el futuro de la moda colombiana, la solución no está en que los diseñadores cambien el concepto de sus colecciones, pues ya estos cuentan con un público y un sello definido, además de que el mar, los árboles y demás elementos de la naturaleza que se convierten en estampados seguirán existiendo como inspiración para las marcas, que al final son parte del ADN colombiano y de la cotidianidad de ciertas zonas en la país.
En cambio, el futuro de la moda colombiana apunta hacia la visibilización de marcas que ofrecen propuestas para expandir el concepto de moda, más allá de los boleros, estampados de hojas y prendas que pertenecen a la categoría de resort wear. Frente a esto, el panorama es positivo, debido a que cada vez más son los diseñadores quienes lanzan y cambian narrativas alejadas de lo tradicional e inspiradas en la estética retro, urbana y recientemente el Barbiecore durante la edición de Colombia Moda 2023, rompiendo con algunas tendencias del estilo clásico y atemporal, para expandirse a públicos más diversificados y logrando mayor alcance a nivel nacional.
Finalmente, al Caribbean Chic se le debe que la moda colombiana se posicionara a nivel mundial, cuando las posibilidades para abrirse campo en la industria global eran muy remotas. Además, no se puede esperar que este estilo pase desapercibido o simplemente se ignore, pues constituye gran parte de la esencia e identidad construida en los mercados dotada de realismo y riqueza natural. Sin duda, todo depende de las propuestas de las marcas para introducir conceptos que creen nuevas estéticas para diferentes públicos, priorizando la individualidad y la diversidad para cambiar el imaginario colectivo que se tiene sobre moda colombiana tanto a nivel nacional como internacional.