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Por: Nathalia Tarazona

Los proyectos de innovación enfocados en mejorar la calidad de vida de las personas en todo el mundo son constituidos por las humanidades y las ciencias sociales. Un ejemplo de esto fue el proyecto  liderado por Raimundo Abello, director de director de la división de Investigación, Desarrollo e Innovación de la Universidad del Norte  y  José Amar, miembro del grupo de investigación en desarrollo humano de la misma institución. “Con el apoyo de la Fundación Bernard Van Leer de Holanda,  se llevó a cabo desde el año 1978 un programa de atención a la infancia vulnerable, llamado Las Casas Comunales del Niño” comentó Abello.

Más adelante,  el ICBF decidió adaptar la iniciativa de Uninorte y se crearon los programas comunitarios de Bienestar Familiar, vigentes aún para atender a la niñez marginal. Este plan incremento de un 3% a un 97% la capacidad de atención a los niños más pobres.

Otro caso exitoso de intervención de las humanidades en el proceso de desarrollo social de Colombia y Latinoamérica, es el proyecto Pisotón de la Universidad del Norte. Por medio de este, se busca promocionar la salud integral de niños y niñas de manera recreativa, educativa y formativa. “Pisotón es una idea innovadora porque logra integrar al niño a la familia y a los maestros en un solo programa” afirmó Jorge Galindo, Director de Investigaciones y Publicaciones de Pisotón.

Jorge Galindo manifiesta además que el programa Pisotón es una propuesta para avanzar hacia el posconflicto. La idea del fortalecimiento psicoafectivo de los niños y padres de familia se articula con la iniciativa del Gobierno de una cátedra para la paz  encaminada a la construcción de una nueva Colombia.

Rechazo a las humanidades

Sin embargo, la formación humanística no es vista con buenos ojos por países como Japón, que recientemente decidió cerrar facultades de humanidades y ciencias sociales en sus universidades, pues considera que estas no impulsan el desarrollo económico sino que por el contrario, limitan el proceso de globalización y disminuyen el trabajo orientado hacia la ciencia y la tecnología. La iniciativa propuesta  por el ministro de educación japonés, Hakuban Shimomura, hizo eco en Colombia y su departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación: Colciencias, lo que desató una disputa en el gremio académico.

En octubre del año pasado, Colciencias realizó una convocatoria para becas doctorales que no favoreció a ningún profesional de Humanidades, Ciencias Humanas o Ciencias Sociales. Los argumentos que presentó la organización para explicar lo sucedido se enfocaron en las categorías que se tienen en cuenta para medir los grupos de investigación participantes: la primera y más importante de todas es la generación de nuevo conocimiento, que permita potenciar el desarrollo, el segundo se refiere a los productos de desarrollo tecnológico e innovación, en tercer lugar se encuentra la apropiación social del conocimiento, y por último, la formación de nuevo recurso humano.

“El problema de Colciencias no es de ahora, es de toda la vida. Ellos se agarran del argumento de que no hay personas que participen en la convocatoria” expresó Marcos de Castro, exvicepresidente de la Asociación Colombiana de Facultades y Programas Universitarios de Comunicación (AFACOM). Además,  afirmó que las instituciones que han participado en estas convocatorias, se desmotivan porque no hay espacio para las ciencias sociales ni para las humanidades, sino solo para las nuevas tecnologías.

Todo este debate entre la investigación desde las ciencias sociales y las ciencias exactas se ha generado por la intención del Gobierno de promover el desarrollo económico, científico, tecnológico y social del país. Hasta el momento, la inversión nacional en cualquiera de estos aspectos, los deja muy mal situados en comparación con otros países latinoamericanos. Sin embargo, es mucho mayor el crecimiento y acogida que ha tenido la formación universitaria y doctoral en las áreas humanas. Por esta  razón, el Gobierno ha buscado incrementar el número de ingenieros, biólogos, matemáticos, y demás profesionales de las ciencias básicas, de quienes se espera empiecen a generar productos que impacten directamente en el mercado.

Raimundo Abello, expresó que para un país como Colombia, el cual no cuenta ni con desarrollo científico y tecnológico ni con desarrollo económico y social, es muy importante despegar en este sentido y empezar a invertir el presupuesto del Estado para propiciar la absorción del conocimiento científico y de la innovación que mejora la calidad de vida de las personas. “El análisis que se ha hecho en Colombia es que hay muchas personas en el campo de las ciencias sociales y muy pocos ingenieros y científicos básicos, por eso se ha tratado de  privilegiar la formación doctoral porque los doctores son quienes generan conocimiento”.

Con respecto a la necesidad de los científicos sociales, aspecto que ha sido puesto en cuestión, Raimundo Abello comentó: “son importantes porque hay muchos problemas sociales, sobre todo en los países con altos índices de pobreza,  que tienen que ver específicamente con la inequidad que los países sufren. Son ellos quienes desarrollan programas sociales altamente calificados, la manera de intervenir la sociedad, temas de posconflicto que empiezan a ser fundamentales si se da la paz”. Evidentemente, Colombia se encuentra en una etapa de cambios en la que no puede prescindir de la acción de los humanistas.

A su vez, Sabas Martínez, sociólogo de profesión y coordinador de Promotora de Excelencia Profesional (PEP), afirma que la innovación desde las humanidades es posible y es una apuesta que se está haciendo a nivel mundial “la innovación social parte de descubrir realidades sociales que han sido dejadas de lado y empezar a promover soluciones para transformarlas, como por ejemplo la reorganización de madres cabeza de familia, protección a pueblos indígenas y respaldo a comunidades campesinas” comentó.

Además, resaltó que no tiene sentido desarrollar un plan científico y tecnológico que impacte en determinada comunidad, si antes no se ha hecho un estudio socio-humanístico para identificar qué tipo de necesidades tienen. Según Martínez, la realidad de los grupos cambia y las estrategias de mejoramiento deben estar orientadas a dificultades específicas.

Es innegable que las humanidades y ciencias sociales se han visto enfrentadas desde siempre a los objetivos económicos e intereses lucrativos de los países. No obstante, es válido concluir que Colombia necesita poner en marcha un proceso, orientado al desarrollo, que incluya tanto la investigación científico- técnica, como la investigación social capaz de identificar las necesidades de la población y de proponer las soluciones más viables para suplirlas.

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