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Por: Linda Donado

Algo se tiene que hacer para sobrevivir. Esto se repite una y otra vez Angy Martell para mitigar el malestar de sus tobillos hinchados, el ardor de sus ojos rojos que piden cerrarse y el umbral de dolor que cubre su espalda entera, (aunque la verdadera fuerza la encuentra en que debe llevar dinero a sus tres hijos). Lleva seis horas de trabajo y su cuerpo ya está empezando a responder por el tiempo de pie. De repente, como si de una catarsis espiritual se tratase, el dolor pasa a segundo plano cuando el bullerengue y el caos le recuerda a Angy que debe atender el casino. Se dirige a la entrada para recibir a los clientes, y en medio de gritos de celebración, los versos musicales icónicos de Hansel y Raúl, y el conglomerado de personas que visitan el local un sábado, se topa con una propaganda política en el televisor. Entonces, en su mente ocupada se abre un espacio para pensar: “este país necesita un cambio”.

Fuera del casino yace una burbuja política cubriendo un país entero. Su presencia omnipresente ya es palpable cuando la vecina con un hilo de nylon amarra en sus rejas desgastadas un cartel colorido con la cara de Gustavo Petro; cuando, del enojo, alguien discutiendo aterriza un puño en la mesa, en señal de desacuerdo por la posición política de su familiar; cuando las distintas personalidades humanas se homogenizan y terminan adoptando nombres de figuras políticas que identifican su lado del bando; cuando las redes sociales se convierten en campos de batallas y las balas perdidas se transforman en buenos argumentos. La agenda mediática refuerza aquello de lo que más se habla, de lo que más afecta, y, entonces, cada ámbito de la vida es político. Y dentro de este mismo ambiente, existe un deseo que logra colarse en cada hogar, en cada espacio digital, en cada mente colombiana: la idea de un cambio. Ya nada importa, porque el dolor en los pies no es más grande que el dolor de vivir en un país abandonado por su Estado.

Si hay para el desayuno y el almuerzo, no se cena. Y si se almuerza y se cena, no se desayuna. Así funcionan las cosas desde inicios de pandemia en la casa de Angy Martell.

Las primeras semanas de junio del 2020 traían consigo un fogaje tremendo en la ciudad de Barranquilla. Las fastidiosas gotas de sudor recorren la espalda de Angy como si de una carrera se tratasen. Es difícil que circule el viento en un apartamento pequeño que tiene sólo una ventana y un hueco en el techo del patio, en donde en ocasiones entraba la brisa. Soportando el calor del medio día, Angy piensa cómo hará para darles el almuerzo hoy a sus hijos. El día anterior apenas y comieron. Hoy no había cómo. Y en medio de su preocupación, siente alivio cuando su vecina de al lado grita desde su reja:

— ¡Angy! ¡Te traje arroz! — Grita para todo el barrio.

La paradoja de esta situación está separada por una pared: en una casa sobra la comida, en la otra falta. El amable gesto de la vecina permite que Angy pueda completar con pocos pesos su almuerzo. Ese día sus dos hijos y su esposo comieron un poquito de arroz, un huevo y agua. Su hija mayor tuvo que comer en donde su tía porque no alcanzó para otro plato más. En otra ocasión, su esposo, Pedro Valencia, habría traído un pedazo de carne del hotel en donde trabajaba. Pero desde que fue despedido, la situación se tornó más desalentadora en medio de la Pandemia. Actualmente, ambos trabajan. Angy en el casino, Pedro de mototaxi. Y lo poco que se ganan alcanza para un pan, una bolsa de arroz, una libra de pollo o unos cuantos huevos. A veces los vecinos le regalan comida como aquel día; a veces Angy presta dinero; a veces no puede hacerse nada.

La situación de Angy Martell y su familia se convierte en el retrato de la realidad de muchas familias colombianas. Los medios de comunicación informan que para el 2022 la tasa de la pobreza podría aumentar. Estos titulares están decorados por cifras que esconden historias. Detrás de un número hay una vida y detrás de una vida una necesidad: la fatiga que deja haber comido una sola vez al día, la angustia de no conseguir un trabajo, la desilusión de no continuar estudiando; la destacable marca que deja la violencia en la vida de muchas personas, y las secuelas que produce un acto de corrupción proveniente de aquellos que alguna vez prometieron resolver todos los males. De alguna forma, en Colombia la gran mayoría de su población ha cargado con los problemas del país. Y hoy el descontento generalizado se hace sentir en todos lados.

El gran Paro Nacional 2021 es la detonación más reciente de la inconformidad. Todo empezó con una reforma tributaria lanzada por el presidente Iván Duque. El proyecto era apático a la economía de la pandemia y a la desigualdad del país, por lo que levantó voces y masas que estaban en total desacuerdo con la propuesta de esta reforma. Las calles de la capital y de la ciudades principales estaban atiborradas de maestros, jóvenes, adultos mayores, padres de familia, trabajadores, pintores, actores, cantantes, bailarines, indígenas. Gente del común que dejó a un lado su rutina para unirse al canto que exigía una vida digna en un país digno. Lo que empezó como una resistencia a la reforma tributaria, terminó como un espacio para expresar las necesidades sociales y el descontento de una nación entera. Las hileras se vestían de colores y a todos los participantes los abrasaba el fervor nacionalista que los motivaba a luchar por un mejor país. Y aunque fueron tachados de vándalos y algunos murieron en manos de las autoridades, la lucha no paró. Con carteles en mano, Colombia expresó:

Recuperado de Twitter. https://twitter.com/sachaka7/status/1401558645792509953?lang=ar-x-fm

La primera ronda

Las elecciones presidenciales de 2022 están caracterizadas por un país que está dispuesto a arriesgarse. Y esta sensación se percibe en trinos de twitter, en discusiones informales y en narrativas políticas. El año que empieza y ya se notaba la intención de un cambio.

Antes de votar por un presidente, se tenía que elegir a aquellos y aquellas que tienen el poder legislativo en el país: el Congreso de la República. El 13 marzo el partido que más votos tuviese sería el que más curules se les asignaba en el congreso. Pero ese día Colombia no sólo votó por los candidatos al Senado y a la Cámara de Representantes, sino también por las consultas interpartidistas. La Coalición Centro Esperanza, Equipo Por Colombia y Pacto Hitórico significaban la apertura de un espectro político ideológico en un país caracterizado por estar entre el blanco y el negro. Es la unión de distintos partidos políticos que comparten ideologías. Y con el resultado de las consultas, se elige al candidato que representaría la coalición en las elecciones presidenciales del 29 de mayo.

Aunque algunas alianzas eran nuevas, las caras no. Excepto una: la de Francia Márquez Mina. La primera vez que Angy Martell conoció la fuerte presencia de ésta mujer fue en marzo en un noticiero de RCN. Su vestido amarillo y liso resalta. Sus mangas se adornan de patrones de cuadros y pirámides teñidas de azúl, naranja, rojo, amarillo y rosado. Su puño cerrado se eleva a la altura de su cabeza mientras esboza una sonrisa amplia y blanca, y su cabello, negro y crespo, está recogido en lo alto de su cabeza con un moño que libera sus rizos. Francia Márquez dijo: “Yo no pertenezco a ninguna minoría, nosotros no somos minoría. Nosotros lo que somos es una mayoría que ha estado excluida”, y se ganó el voto de más de 785.500 colombianos en las consultas. Su oratoria es capaz de mover aquello que está quieto, de erizar cualquier piel y de desajustar lo establecido. Es una mujer afrocolombiana que sabe de las necesidades del país porque ha pasado por éstas; es ganadora del premio Goldman, debido a su lucha por el medio ambiente y la preservación de ecosistmas; feminista y cercana a la activista afroamericana Angela Davis; egresada del programa de derecho de la Universidad Santiago de Cali y defensora de los derechos humanos con poca experiencia política.

Luego de conocer de la existencia de Francia, Angy Martell queda fascinada ante una mujer que ella denomina como “echada para delante”.

Francia representa la intención del cambio, la raza, la mujer y la pobreza. Su dicción y su escogencia de las palabras llega a los corazones de los olvidados, de los excluidos y los necesitados. De quienes piensan que se puede abrir un espacio sin alianzas, sin mucho recorrido político y sin maquinarias. Por primera vez en la historia de Colombia una mujer negra logra recaudar casi un millón de votos. No ganó, pero marcó (y, en últimas, triunfó). Tanto que luego de unas semanas se convirtió en la fórmula vicepresidencial de su contrincante, Gustavo Petro, quien fue el vencedor de las consultas, junto con Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo.

Hay de todo para todos. Gustavo Petro vende su campaña política con una narrativa del cambio; Federico Gutiérrez con el continuismo, y Sergio Fajardo propone un cambio centrado en la ciencia y la educación. Aún así, el país se divide en dos: aquellos dispuestos a arriesgarse y aquellos que no.

Los barrios en el sector de La Ciudadela en Barranquilla son angostos. Las hileras de las casas están separadas por un estrecho camino pavimentado. Tanto que el grito de algún vecino puede oírse por todo el barrio. Muchos de los residentes ya sabían que las campañas políticas de este año habían comenzado cuando el estruendoso debate de las casas de la esquina resonaba por todo el lugar. El escándalo llama la atención de Angy, quien se encuentra meciéndose en su mecedora de madera cerca de la puerta. Con un rápido movimiento se levanta de su asiento y se asoma por la reja. Una pequeña sonrisa sale de sus labios al ver la chistosa situación: sus vecinos, con sólo un pantalón y un par de chanclas, discuten desde su terraza quién es el presidente ideal para Colombia.

— ¡¿Cómo vas a apoyar a un guerrillero?! ¡A un asesino! — expresa impresionado el residente mientras realiza un ademán de confusión.

— ¡Te recuerdo que el gobierno en su momento asesinó a 6.402 personas con falsos positivos! Este país necesita un cambio — contraatacó.

— ¡Qué va! ¡Petrista! ¡Izquierdista! ¿Te quieres convertir en Venezuela?

— ¡Pero si nosotros estamos peor que Venezuela! Ni que fueras rico para que estés apoyando a ese tal Fico que es lo mismo que Uribe.

Una de las casas tiene el cartel de Gustavo Petro pegado a su ventana. Sus dedos índices y pulgares recrean la silueta de un corazón y su muñeca derecha está adornada de manillas tejidas con colores vivos y un reloj. El sello cultural, artesanal y colombiano viste la campaña de Gustavo Petro. Faldas de colores, sombreros vueltiaos, gaitas y millos logran transmitir que es una persona que conoce su país. Para los habitantes del Chocó, Petro, que los mira fijamente y les asegura una vida digna, es la salvación. Para otros, con su ceja enarcada y su tranquila superioridad en debates, es un autoritario y arrogante. Para unos, llevará a Colombia al mismo abismo que Hugo Chávez llevó a Venezuela. Igualmente se le cuestiona que haya incluido en su partido a políticos que tienen procesos judiciales como Piedad Córdoba y a acusados de corrupción como Armando Benedetti y Roy Barrera. En últimas, es para unos el cambio y para otros la perdición. Tiene un programa de gobierno más institucional, pero la pregunta que surge luego de escuchar sus propuestas es: ¿cómo y con qué va a hacer todo eso?

Y aunque el otro vecino no tenga carteles de Fico, en el norte de la ciudad es donde más se ven. Luego de las elecciones del 13 de marzo, es imposible no encontrarse la cara del antioqueño en buses, carros y vallas publicitarias. De acuerdo con lo que informó El Espectador, en Cali tenía 26 vallas instaladas, y, según la Resolución 0693 de 2022 del Consejo Nacional Electoral (CNE), sólo es posible tener 8 vallas por municipio. Es un paisa bacán que promete que el país no se desbaratará: “sólo habrá orden y libertad”. Es una rama del continuismo que muchos colombianos desprecian y a muchos empresarios tranquiliza. Es recordado por su forma despectiva para referirse a los delincuentes y rivales; por su cautivante destreza en el fútbol, y por su acento cercano a una ciudad que ocupa el 13,35% de

habitantes en el país. Ha sido la opción segura de aquellos que no quieren arriesgarse con la izquierda. Dicen que es lo mismo que Duque (el no logro), equivalente a Uribe (desprecio por los contendientes), y que termina siendo en realidad una postura del establecimiento tradicional con propuestas previsibles de aceleración económica. Lo cual es para muchos, lo mismo de lo mismo.

Por último está el candidato sorpresa: el santandereano, empresario y político colombiano Rodolfo Hernández. Un magnate del sentido común al que su país no lo reconoce. Desde las redes le endilgan que la palma de su mano aterrizó con fuerza y rabia en la mejilla del Concejal Jhon Caro, luego de que éste le reprochara su relación con Freddy Anaya, un cuestionado líder político santandereano. Hoy se le pregunta si se arrepiente de su acto y su respuesta es no. Y con las mismas redes, este setentón con cara de avispado y fortuna alcanzada en la construcción de vivienda de interés social, se ha hecho un espacio en la aplicación del momento: Tiktok. Es aquí en donde Rodolfo Hernández aprovecha los chistes, bailes, canciones y memes en tendencia para dar a conocer su campaña. Ya sea montando en una patineta, haciendo abdominales en su casa, mostrando intenciones de besar al humorista Juanpis González en forma de chiste, o caminar en pantalonetas con dos modelos a su lado y portando cadenas de oro en un día soleado, mientras se escucha de fondo “Disco Infierno” de 50 Cent. Son un grupo de 13 jóvenes, no expertos en mercadeo político, quienes se han encargado de construir en Tiktok una imagen simple y minimalista en su visión de lo que hace.

Cada pregunta que se le realiza la responde haciendo referencia a la corrupción. Se ha escuchado muy poco cómo piensa gobernar el país, además de su discurso de “No robar, no mentir y no traicionar”. Su capacidad de interpretar cierto hastío nacional, traducido en hechos que molestan al ciudadano que va por la calle (“estoy cansado de la robadera”, por ejemplo), convence a muchos nacionales a votar por él. Por ahora, no importa que las mujeres se dediquen a la crianza de los hijos, ni que se refiera despectivamente como putas a las trabajadoras sexuales. Puesto que, mirado desde un ángulo crítico, es la representación de lo colombiano que de una u otra manera (desafortunadamente), ha aceptado. Y mientras tanto, el viejito (que promete no robar), convence. Así el empresario magnate tenga un proceso por corrupción en el contrato con Vitalogic para el control de basuras en Bucaramanga, algo que pudo haber beneficiado a su hijo.

Un click (populista) entre la derecha y la izquierda

Del 13 de marzo al 29 de mayo el país estuvo polarizado. Fico vs Petro. El cambio vs el continuismo. Sin embargo, el día de las elecciones con casi 6 millones de votos, Hernández tomó a todos por sorpresa.

Es la mañana del domingo 29 mayo y Angy se dirige a su trabajo. No siente sus cinco horas de descanso. Había trabajado hasta las 3 de la mañana y ésto se evidencia en las llagas que empiezan a brotar cerca de su talón. Su hija mayor se había levantado temprano para votar, su esposo y suegra también. Angy se levantó para dirigirse a su empleo. Ese día justamente salía de trabajar a las 5 de la tarde, así que no pudo votar por quien quería, no pudo votar por el cambio que ella necesitaba. A pesar de eso, está atenta a las noticias de las elecciones. En el bus escucha que a Gustavo Petro se le quedó la cédula y que Rodolfo Hernández había estado a las 8 en punto para votar por sí mismo en el colegio del cual se graduó de su bachillerato. 2 de cada 3 historias de su Instagram son fotos de comprobantes de voto posteados por sus seguidores, y el tema en tendencia que ocupa el primer lugar en Twitter son las votaciones. Es el día de las grandes elecciones.

La jornada pasa muy rápido. De repente, ya estaban contando los votos. Angy está muy pendiente del televisor y de los resultados de Gustavo Petro y Federico Gutiérrez, hasta que observa que la solicita un cliente. Lo atiende y cuando voltea de nuevo hacia el televisor Rodolfo Hernández empieza a superar los votos de Gutiérrez.

Angy no es la única sorprendida. Nadie creyó que Rodolfo Hernández pasara a segunda vuelta. Pero lo hizo, con su discurso de “vamos a pararle a la robadera” y sus Tiktoks, logra ganarse el voto de casi 6 millones de colombianos, superando a Federico Gutiérrez con un millón de votos de diferencia.

Los votantes de Petro se exaltan. Había pasado a segunda vuelta un candidato que otros califican como xenófobo, machista y violento. Ellos no lo creen. Petro ganó, pero podría perder, lo cual deja un resentimiento y sinsabor a pesar de casi 9 millones de votos. Lo que muchos periodistas y politólogos llaman como su techo, su límite.

Federico Gutiérrez, junto con su fórmula vicepresidencial Rodrigo Lara, llama a unirse contra Petro. “No he hablado con Rodolfo. Ni Rodrigo ni yo hemos hablado con Rodolfo. Tampoco necesito hacerlo. Y quiero expresar públicamente que nosotros no queremos perder el país y que no vamos a poner en riesgo el futuro de Colombia, de nuestras familias y de nuestros hijos”, proclama el antioqueño, seguido de una serie de aplausos que inundan el lugar. A su lado izquierdo, está su esposa, Margarita Gómez Marín. Su mirada está perdida entre las cámaras y el público que se avalancha frente a ellos. Mira a su esposo, sonríe medianamente sin mostrar sus dientes, y luego sus labios forman una línea recta. Su semblante, serio y frío, es el mismo durante todo el discurso. A veces se suaviza levemente cuando escucha el clamor de los fanáticos de Gutiérrez y otras cuando alguien la saluda. “Y por eso, Rodrigo y yo, votaremos por Rodolfo y por María Helena el próximo 19 de junio”, anuncia Federico Gutiérrez. Mientras que su esposa, concentrada en algún punto fijo de la habitación, le toma por sorpresa de nuevo la ovación del público. Así que, en un rápido movimiento, aplaude, sin dejar que el ceño fruncido abandone su cara.

Una incertidumbre que comienza a las 6 de la tarde del día 29 de mayo y que sólo tendrá su final el 19 de junio. Y hoy es Hernández o Petro. O cualquiera, menos Petro (un hecho que explica en buena parte el crecimiento en intención de voto de el ingeniero). Ambos como cambio tan lejos y a la vez tan cerca de ciertas maquinarias. Por un lado, un cambio político, y por el otro, un cambio desde lo económico, como dice el analista Álvaro Forero Tascón. En fin, es un click (populista), que los colombianos, no sin desconfianza, han aceptado.

La gente votó por el cambio, el descontento y en contra del establecimiento más tradicional y desprestigiado. El guionista y periodista Ramón Jimeno expresa que lo tradicional ya no funciona: “el miedo se venció y sólo ha quedado una fatiga de los malos gobiernos de derecha. Existe una necesidad de cambiar dirigentes, porque los que han gobernado han fracasado en la forma de solucionar los problemas. El click es el cambio del sistema. Significa la elección que represente la posibilidad de facilitarles oportunidades a aquellos y aquellas que no tengan recursos”, concluye.

Por otro lado, el que el país esté dividido entre el cambio radical que propone Petro, y entre el cambio de ‘pararle a la robadera’ que propone Hernández, denota que hay distintas percepciones de cambio. Y que quede quien quede, debe saber responder ante éste descontento y sentimiento nacional, como explica el periodista y editor de la Silla Vacía Daniel Pacheco en el podcast de María Jimena Duzán.

Desde el 29 de mayo ambos candidatos asisten a entrevistas, pero no a debates. Rodolfo Hernández no está dispuesto a asistir a ninguno, como el encuentro que organizaron distintos grupos feministas, organizaciones de mujeres y la Red Nacional de mujeres para conocer la percepción que tienen los candidatos del feminismo. Gustavo fue, pero Rodolfo no. Debido a esto, la excongresista Ángela María Robledo interpuso una tutela contra el Consejo Nacional Electoral que obliga a que asistan a los debates. Dicha acción judicial fue aprobada el 14 de junio por el Tribunal Superior de Bogotá.

Las últimas semanas se han presenciado estrategias que buscan dañar la imagen del partido político del contrincante, ya sea con informaciones falsas o con algunos discursos sacados de contexto como en el caso de Rodolfo Hernández. Y por el lado de Gustavo Petro, los petrovideos y las fotos editadas en las que sale supuestamente al lado de Pablo Escobar. Se ha realizado públicamente el apoyo de distintos partidos políticos hacia los candidatos. En el caso de Rodolfo ha tenido el apoyo de políticos de derecha como Paloma Valencia y María Fernanda Cabal. Aunque luego declaró que no necesitaba de ellas. Y en el caso de Gustavo el apoyo de Alejandro Gaviria. Por otra parte, los resultados de las encuestas cambian cada día. Hoy, Gustavo Petro tiene una intención de voto del 47.2% y Rodolfo Hernández del 46.5%. Mañana no se sabe.

El cambio es necesario: la pobreza monetaria extrema llegó a 12,2% a nivel nacional; la tasa de desempleo fue del 12,9% en febrero de este año; según el Panorama de necesidades humanitarias de 2022, 7,3 millones padecen inseguridad alimentaria y necesitarán asistencia alimentaria en el año; van 86 líderes sociales y defensores de DDHH asesinados en Colombia hasta el momento, y, de acuerdo con un informe de la Coordinación de Asuntos Comunitarios de la ONU, más de 78.900 personas en Colombia han sido víctimas de desplazamiento masivo y confinamiento a causa de la violencia en lo que va corrido de 2022.

Los colombianos, como Angy Martell, necesitan el cambio. Los jóvenes que exigen el derecho básico de la educación, lo necesitan. Las víctimas de la violencia armada en Colombia quieren sentirse seguros en su hogar, lo necesitan. El campesino quiere recibir lo justo por sus cosechas, lo necesita. Las víctimas de feminicidios y la desigualdad de género piden justicia, la necesitan. Las madres cabezas de hogar que carecen de un buen sustento, lo necesitan. La comunidad trans quiere dejar el temor de que los asesinen por su identidad de género. Lo necesitan. Los niños y niñas huérfanos que merecen tener un hogar, lo necesitan. Aquellos que votaron en un salón inundado el 29 de mayo, quieren hacerlo en un lugar apto. Lo necesitan. Los ciudadanos piden un sistema de salud digno, en el cual no tengan que esperar cinco meses para recibir atención médica. Lo necesitan. Los que deben escoger entre irse un bus o almorzar, lo necesitan. Los líderes sociales que luchan por la preservación de sus ecosistemas, lo necesitan. Los que comen una vez al día, los que se gradúan y no consiguen empleo, los que fueron desplazados de su territorio… lo necesitan. El descontento generalizado de Colombia se siente, se percibe y se entiende.

Los ojos achinados de Angy Martell se pierden en su rostro cuando sonríe. Sus mejillas están adornadas de pecas regadas y las líneas de expresión al lado de sus ojos evidencian que por allí pasó el tiempo. Su sonrisa es pequeña, pero transmite la calidez necesaria para hacer sentir cómoda a las personas que la acompañan. Tiene 39 años y ha sabido salir adelante con la inimaginable mezcla de la dulzura y la berraquera. Dos características que conforman el perfil de muchas mujeres colombianas. Es estrato 1 y su salario es el mínimo, sin subsidios de transporte.

Angy ha tomado su decisión: apoya a Gustavo Petro. Hoy, su ventana de madera tiene pegado un cartel del candidato del cambio que incluye la foto de su fórmula vicepresidencial, Francia Márquez. En palabras de un científico político, es su narrativa del cambio. Ella quiere una vida digna en un país digno. Tal vez sea eso lo que quieren todos los colombianos. Click: apaga y vámonos.

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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