Por: Alberto Mendoza Escalante
Sin duda, la problemática que la humanidad está atravesando hoy dia, lleva consigo una serie de reflexiones, más allá del aritmético conteo de vivos y muertos o la discusión acerca de su impacto económico. quisiera dedicar unas pocas letras a la verdad fehaciente que estas diminutas partículas nos recuerdan. Curioso es analizar cómo la inmensa grandeza narcisista de la humanidad que se auto sitúa en la cúspide de las especies, se ve amenazada por la infinita diminutez de partículas indivisibles -cuasi etéreas para el ojo humano- que posiblemente no logren su extinción, pero sí puede representar un punto de inflexión en cuestiones reprimidas por nuestro egoísmo.
Tal vez el mensaje que trae el tan mencionado COVID-19, es que no somos ni mucho menos cima de la naturaleza, los emperadores del mundo, o reyes del universo. Más bien somos un simple Peón egoísta en un tablero de ajedrez que lleva muchísimos años de juego, el cual tarde o temprano, saldrá del mismo sin detener por eso el curso natural del mismo.
El Coronavirus, nos muestra la fragilidad de nuestra especie que constituimos, lo complejo de nuestro caso, es que en nuestra infinita ilusión de grandeza, no solo marginamos al resto de seres, sino que dentro de nuestra propia organización existe una cultura de la otredad que jerarquiza a sus miembros. La igualdad entre pares es una condición imposible, cuando la riqueza, religión, cultura, etnia o nacionalidad, sitúan bajo discursos de dominación ciertos roles fijos casi inalterables, que siguiendo la teoría del dominio de Aristóteles, son “naturales”. Desgraciadamente para algunos, la naturaleza no discrimina bajo ninguno de estos aspectos, solo se rige por una ley, la supervivencia. como dijo alguna vez la escritora Floran Tristán “dos cosas me asombran: la inteligencia de las bestias, y la bestialidad de los hombres”.
En situaciones tan adversas, personas subyugadas que han sido silenciadas por el ruido de los grandes estadios, de los magnates económicos,o los elitistas académicos, han reafirmado el papel fundamental que a veces ignoramos. estoy hablando de personajes como Carlos, portero de edificio en el cual crecí y conozco desde hace más de 15 años, de Don Lucho el tendero cachaco de la esquina que siempre me saluda, y con una sonrisa me indica por enésima vez dónde está el pan, o mi madre, que trabaja en una oficina de banco y por obvias razones debe seguir trabajando. A pesar de las circunstancias, ellos siguen exponiendo su salud, y la de sus familiares mientras el resto de personas, como tu y yo nos resguardamos en nuestro hogares.
Si bien es cierto el entretenimiento, el espectáculo y la farándula son actividades importantes y necesarias hoy día, estas, así como el total de la sociedad, se encuentran pendientes de un hilo que puede parecer férreo, pero realmente puede fragmentarse de súbito. la liquidez de nuestra sociedad se evapora cuando la vida y su cuidado están en riesgo. Y Son los Héroes de bata, tapabocas, y guantes que en sus tubos de ensayo y miles de pruebas, tratan con esperanza y dedicación brindarnos la tan anhelada tranquilidad.
No es mi intención ni mucho menos agradecer por la pandemia, es una situación que se está llevando la vida de miles de seres queridos, y que estoy seguro marcará un hito en nuestra historia. Lo que busco transmitir, es que en muchas ocasiones, las situaciones más críticas son las que no han llevado a la reflexión. A mediados del siglo XX un conflicto global acabó con la vida de millones de personas, ¿consecuencias? declaración de los derechos humanos y una institución que ha prevenido la repetición de tan lamentables hechos. El baño de humildad y muestra de fragilidad que vive hoy nuestra especie gracia al Coronavirus lleva consigo un mensaje, que debería llevarnos a dejar de entendernos como individuos independientes.
Una reflexión desde el derecho, que considero es pertinente, es que los seres humanos somos tan narcisistas que a lo largo de nuestra historia hemos desarrollamos órdenes normativos enormes donde solo nos preocupamos por las relaciones entre pares, y el papel de nuestro entorno y sus especies está reducido a quién tiene la propiedad del mismo. me gustaría pensar que tan crítica situación pueda llevarnos, en un futuro no muy lejano, a entender que no somos ni mucho menos el centro del mundo, y que sin nuestro entorno somos la crónica de una muerte anunciada.