[wpdts-date-time]  

La relación de una profesora y sus alumnos que crean conciencia social en el aula de clases, desde la capacidad de reconocerse dentro de una sociedad, derribando las representaciones sociales que crean prejuicios.

Por María Alejandra González 

Una nueva consciencia se crea en un espacio donde se desarrolla la creatividad, donde el conocimiento es el aroma del ambiente y la incertidumbre se encuentra escondida entre los bolsos. Un lugar donde hay mesas, sillas y personas usualmente jóvenes… un aula de clases. Pamela Flores es quien dirige este viaje. Hoy, un 31 de enero del año 2017, Flores dice que la mejor manera de hacer un cambio para el futuro es comenzando por los jóvenes.

Y lo argumenta. “El futuro está en nuestro presente, siempre lo ha estado; nos quejamos de lo que sucede pero ‘no hacemos nada porque no podemos’. Y eso es una falacia. El aula es para mí, el inicio de un nuevo rumbo hacia un cambio social, que puede ser plasmada en la realidad”.

O quizás sea que más bien que no queremos y que le tememos a lo que no conocemos. Es por ese temor que nos cohibimos ante el cambio. A lo que responde Pamela: ¿Nuestro pensamiento es el único lugar en el que estamos seguros? Ella defiende a capa y espada la reconstrucción de una nueva consciencia.

Después de tres meses, el aire en el salón sigue siendo frío a pesar del clima exterior que es cada vez más cálido. Hay sensación de desánimo. Una escala de grises sería una descripción adecuada para este ambiente. Los estudiantes aguardan la llegada de la profesora. Sonrisas borradas.

Ella entra y hay un brillo de luz que la acompaña; es lo que queda impregnado en ella de ese cálido ambiente exterior. Hay que despertar las ansias de conocimiento tocando temas que sean de interés para los estudiantes. Tocar la consciencia y los pensamientos de cada uno. Y nuevamente es el inicio de este viaje. Temas tabú, clichés, ¿Por qué no? Si son estos mismos los que incentivan la participación de las personas.

En primer lugar están los etiquetados ‘por raza’; les siguen los señalados por su orientación sexual, o por ser de alguna región…

Y pensar que todos los somos.

Ideales o creencias a transformar. Pamela se levanta de su asiento, camina frente a los estudiantes y dice: “La discriminación debe parar; aquí no debe tener cabida la negación de otros”. Un alumno interrumpe y con voz de mando afirma: “El respeto puede ser la base para que se comprendan las diferencias”. En este momento solo hablan 2 de los 25 estudiantes. Todos escuchan. Eso lo dicen sus rostros.

¿Qué clase de profesor sería aquel que no se da cuenta de las reacciones de los estudiantes? Si se es ajeno, no tienes el mando, murmura una de las estudiantes.

“Si queremos un cambio, ¿qué debemos hacer?”. Y ahora intervienen 7 estudiantes más … y todos proponen sus soluciones: “Actuar, hacer marchas…, campañas, charlas”.

En el momento no son todos los que opinan; su ubicación en el aula de clase puede ser una razón para ello. La mayoría de los alumnos se sientan en parejas y la pareja siguiente en frente de la anterior, y así se arman los grupos de amigos en el aula.

“Listo, actuar, pero antes de actuar, ¿qué debemos comprender?… Debemos comprender que vivimos para saber qué queremos cambiar y cómo hacerlo. ¿Qué clase de persona soy conmigo mismo y con los demás?”, comparte.

¡Imaginarios! Que al barranquillero le interesa, ante todo, el Carnaval. Que como oposición: seriedad, responsabilidad y trabajo son sinónimos de cachaco y paisa.

Pero… se pregunta la clase, ¿qué clase de representación tiene el país del barranquillero? ¿Y cuál es la de los barranquilleros sobre sí mismos?

Algunos de los estudiantes defienden la idea que muchos tienen de los barranquilleros como personas alegres, arraigados en su pasado, que no trabajan el presente pero sí por su futuro. Todos atentos, pues al fin y al cabo son ellos y es el lugar en el que se vive.

“Se quejan de que la ciudad es sucia, pero cuando les preguntas si ellos botan basura a la calle, te abren los ojos y te dicen que no; todos sabemos que sí lo hacen”, interviene la profesora.

“Es que hay cosas que solo se ven en Colombia, por ejemplo, lo de la basura. En lugares como Inglaterra se puede considerar un delito botar basura a la calle”, opina un alumno.

“Eso tiene que ver con la cultura”, agrega una estudiante.“Una vez en Medellín, mi papá se metió en contravía y cuando le fueron a poner la multa, yo le pregunté por qué no le daba plata al policía y ya…”, comenta otra más. Algunas son percepciones, dice el que busca otro tipo de explicación.

De repente un estudiante se para y afirma que todos ellos deben ser el inicio de un cambio.

Para transformar percepciones se puede comenzar por lo más pequeño, como por ejemplo ser amigables con el ambiente. Sembrar árboles es una primera idea; utilizar las canecas de la basura, es la segunda…

Y así, para tener una idea más clara de cómo cambiar una representación social, la profesora Pamela expone algunos conceptos que propone enlazar con la vida cotidiana: poner en práctica lo que se aprende y reflejarlo en nuestras vidas.

“No hay nada mejor a que todos los estudiantes participen, a tal punto que toque decir que hagan silencio; así sabré que están poniendo a prueba su consciencia”, resalta.

“Todos exponen su punto de vista. Es momento de un cambio y no hay que ser famoso para que mucha gente te escuche”, recalca una estudiante.

Cuando comienza a haber una respuesta de quienes nos escuchan, es el inicio del cambio; es también cuando el menos esperado levanta su voz y se hace escuchar. Hoy la asignatura, con plena satisfacción, ha cumplido su objetivo.


Para todos los que nos formamos como contadores de historias en este particular espacio de tiempo, y en estos momentos cuando estamos buscando dejar atrás la piel de un reptil que, como país fuimos, es necesario aprender a armar memoria, sin perder los estribos, con pedazos sueltos, pedazos de acciones, recuerdos y olvidos.

Esta es una colección de historias que ofrecen oportunidades, historias quizá nuevas, quizá conocidas, pero todas escritas desde las perspectivas a veces juguetonas, a veces muy formales, de una serie de mentes fértiles de las que brota la necesidad de dar a conocer un país diferente a aquel que nos venden y que, tristemente y con frecuencia, compramos al precio más bajo.

#YoConstruyoPaís es la muestra inequívoca de que Colombia vale oro. Y a la vez es una invitación de El Punto y las jóvenes generaciones de periodistas de Uninorte -que no pasan de sus 20 años-, a pensar y proponer un país mirado desde la paz.

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

elpunto@uninorte.edu.co