Por: Yuliana Girón | @Yulhabla
En un país que no es Colombia se acercan las elecciones regionales. Serán en un mes parecido a octubre. Como es de esperarse, en este país imaginario, plagado de corrupción, la compra y venta del voto sale a flote.
Candidatos llenos de cinismo se acercan como amigos de todos, miran las casas, el barrio y la familia. “¿Usted está desempleado? consígame diez voticos y yo le consigo un puesto”, “¿Necesita el cemento para terminar de arreglar la casa? asegúreme su votico y el de su mujer, y mañana mismo le traigo las bolsas que necesite”.
Así, poquito a poquito, haciendo un arduo y duro trabajo, llegan a ser concejales, alcaldes y gobernadores. Mientras tanto, en estas ciudades, que no existen (por si ya se sintió identificado) las calles están abiertas, las alcantarillas, dañadas, el nivel de educación decrece y los empleos informales aumentan.
La misma rosca, las mismas caras y las mismas malas decisiones hacen que un país que no existe se caiga en pedazos. Mientras el votante consigue los cien mil pesitos, los enfermos se están muriendo en los puestos de salud, el deporte no avanza y la gente se queja por sus malos gobernantes (ilógico).
Menos mal que ese país no es Colombia. Porque en Colombia no van siete candidatos muertos violentamente, ni tampoco existen ciudadanos inconscientes que venden su voto ni candidatos que compran votos. Ni mucho menos existen malos gobernantes. No coma cuento.
Cuenta la leyenda que la autoridad no existe, que los candidatos nunca van a la cárcel y que los ciudadanos nunca aprenden. La ley (que gracias a Dios en nuestro país no es así), permisiva y sin autoridad se pone una venda y finge ser ciega frente a la corrupción que trabaja con descaro e impunidad.
La lealtad es importante en este lugar ideal. Si atrapan a un corrupto, se hunde solo. No habla, no importa quién le consiguió la platica ni quién obtuvo más voticos. El corrupto hace un voto de silencio para proteger a los suyos, sabiendo que tarde o temprano saldrá de la cárcel, que solo alberga pobres con mala suerte y libera a cualquiera que tenga la plata suficiente para salir.
La abstinencia en este paraíso no existe. Si hay tamal y bus todos votan. Votan el futuro de un pueblo, de una ciudad y del país entero, votan las esperanzas y se preparan para recibir a un ‘pior es nada’.
Colombia en cambio, es distinto. Aquí los ciudadanos somos conscientes. Amamos tanto a nuestra patria madre, que rechazamos y denunciamos cualquier acto de corrupción. Votamos a conciencia por buenos líderes y dejamos en sus capaces manos nuestros futuros. El Colombiano debería ser un ejemplo para América Latina y el mundo, aquí no comemos cuento, sabemos lo que nos conviene y construimos en conjunto un mejor país para las generaciones venideras.