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Por: Laura Peralta Palmera

Las pulsaciones aumentaban, la sangre hervía de pura emoción. Solo faltaban unos minutos del pitazo inicial. Sonaba nuestro himno, ´Oh gloria inmarcesible, oh jubilo inmortal´. Belo Horizonte se parecía a curramba, el Mineirão se confundía con el Metropolitano de Barranquilla. Once Colombianos con la tricolor puesta, todo un país debutando en la cancha. Acaba la primera estrofa del himno y el estadio pintado de amarillo no calla, ´la humanidad entera que entre cadenas gime, comprenden las palabras del que murió en la cruz´. Se acabó la sequía. Después de 16 años un país que tiene ADN de futbol vuelve al escenario más importante, un mundial, Brasil 2014. 

Pero, permítanme devolver el casete al inicio, donde ésta montaña rusa comenzó. Era el año 1962 en Chile, el primer mundial de Colombia. Se estrenó la que en ese entonces aún no era llamada ‘La tricolor’. Sus rivales eran: Uruguay, Yugoslavia y la poderosa Unión Soviética. Justo en su segundo partido con los soviéticos, Colombia hace historia con el primer y único gol olímpico en un mundial. Lo hizo el barranquillero Marcos Coll, uno de los 4 goles que en el segundo tiempo le lograron encajar al imbatido arquero Lev Yashine, apodado ´la araña negra´. Termina 4-4, con un partido de más con Yugoslavia, Colombia pierde 0-5. Se despide del mundial.

Después de un desierto de 28 años, Colombia vuelve a Italia 90. El mundial de Freddy Rincón, quien le encaja un golazo a Alemania como para colocarlo en el álbum de la historia nacional. Luego, Camerún se encarga de hacernos las maletas y volvimos a casa. Cuatro años más tarde, Colombia regresa a USA 94 con una excelente campaña, fue la eliminatoria del histórico 5-0 con Argentina, el mismo que puso de pie a Maradona para aplaudir a nuestra Selección. Decían que el título iba a ser nuestro ese año, pero esas palabras solo tuvieron sabor a sal. Colombia salió derrotada, y no solo el equipo, todo el país entero. Nuestro ego fue pisoteado, y aún más se hirió a toda una nación con el asesinato de Andrés Escobar, quien convierte autogol en el juego contra Estados Unidos y por ese ‘simple’ error humano, es cruelmente asesinado al regresar a Colombia.

Francia 1998, Colombia vuelve por cuarta vez a un mundial, esta vez dirigida por Hernán Darío Gómez. El ultimo del ‘Pibe’ Valderrama y Freddy Rincón. Para el 98, se había vuelto costumbre ver a Colombia en un mundial. Sin saber, Francia sería la última Copa Mundo que en más de una década Colombia iba a poder disfrutar. El único y último de Faustino Asprilla, quien solo jugó un partido y luego fue separado de su delegación. Fue un error. Un empate le daría a Colombia la oportunidad de pasar a la siguiente fase, pero dos goles de la selección inglesa fueron suficientes para derribar la portería del Arquero Mondragón y hacerle el checking a la selección de vuelta a casa.

Hasta el 98 nuestra selección había regresado de los mundiales humillada, en ocasiones había tocado la gloria, en otras jugó en el cielo por 90 minutos y en otros tantos visitó el infierno por más de una vez. La mejor participación de Colombia en un mundial,  me atrevo a decir, fue su primera vez. En el año 62 nos encontramos, o más bien nuestros abuelos, con el primer amor, la Copa Mundo.

La sequía de mundiales parecía estar hospedada en el territorio nacional. Qué en más de 50 años Colombia solo haya tenido el placer de participar en 4 mundiales, siendo un país donde la palabra ‘fútbol’ es verbo y está en el top 3 de cosas importantes. Más que un remedio para la somnolencia, el fútbol es para nuestro país la más eficaz de las herramientas de unificación. Todos en uno, sin distinción, sin barreras, sin razas, cultura, religión, ideología política, más allá de todo lo que nos pueda separar como colombianos, el deporte más amado en el mundo nos une. El balompié, hace parte de nuestra colombianidad.

Después de subir y bajar. De tener que ver tres mundiales en la banca, con ganas de ser titulares. Nos quedamos 12 años con las ganas, viendo la copa mundo desde la sala de la casa, alentando a otros equipos, vistiendo otras camisetas y esperando con una fe maltratada, pero, ¡no derrotada!, el día que volveríamos a ver la gloria.

Tras la renuncia de Eduardo Lara por la no clasificación al Mundial Sudáfrica  2010, la federación decide irse por la vieja escuela y llama a dirigir al ‘Bolillo’ Gómez nuevamente. Gómez se encargó de limpiar la casa y traer muebles nuevos, como la serpiente de ‘Juan Guillermo Cuadrado, quien unos partidos más adelante nos volverá locos con su gambeta. El escandaloso adiós de Hernán Darío Gómez trajo momentáneamente a Leonel Álvarez quien solo logró dirigir al combinado nacional tres partidos de eliminatoria. Un respiro en la altura de La Paz contra Bolivia 2-1, a favor de Colombia. Un vinotinto amargo contra Venezuela 1-1, y para herirnos aún más 2-1 ganando Argentina en el Metropolitano. Chao, chao, Leonel. ¡Bienvenida la era Pékerman!

El inicio de la era Pékerman no fue color de rosa, pero podemos decir que fue la medicina que la selección necesitaba en ese momento. El primer examen que el profesor José Néstor Pékerman tenía que pasar fue en el Estadio Nacional de Lima, contra Perú. Con un único gol de James Rodríguez Colombia pasa la prueba, aún no encantaba. Pero, ahí no para todo, jugando feo y mal Colombia pierde ante Ecuador en Quito, con un gol del fallecido Cristian Benítez en el minuto 54.

Como buenos colombianos perseveramos, guardamos la fe y le metemos gasolina a la moto. El pueblo Colombiano le apostó a Pékerman y este no los defraudó. Lo siguiente es una película, es el inicio del espectáculo tricolor. Un país estaba listo para volver a soñar, a renacer de las cenizas estaba llamado el combinado nacional. La nueva escuela se abría campo, con más de un veterano en el combo, Faryd Mondragón y Mario Alberto Yepes. Deciden hacer historia y romper las eliminatorias de repechajes.

Con la mayoría de convocados jugando en el exterior, haciendo pases, atajadas y goles. Conquistando triunfos y siendo figuras en el fútbol internacional. Este nuevo frente de guerra prometía mucho, me atrevo a decir que aún más de lo que alguna vez otras generaciones futboleras lo habrían podido hacer. Colombia ha parido y criado cracks. Una nueva y renovada plantilla promete no decepcionar.

Un duelo de titanes, nada menos que Uruguay de rival, y en casa. Eran las 3:30pm cuando comenzó el partido, el metropolitano hervía, había fuego color amarillo, azul y rojo. De sur a norte, de oriental a occidental. Solo se tenía algo seguro, esto iba a estar caliente.

Y sí, fue el infierno para Uruguay, fue el cielo para Colombia. Apenas 122 segundos del pitazo inicial 10 soldados inmunes a las brazas ardientes que soplaban desde la grama de la cancha se dirigieron a derribar el arco rival. Una ‘mole’ llamada Camilo Zúñiga tenía el balón, se abrió paso entre los terrestres charrúas, mandó un centro que fue recibido por Radamel Falcao García, un tigre en llamas, uno letal. El balón rompió  el arco contrario y fue ¡gol!, ¡gooll! de Colombia. Explotó la hoguera, el caldero hirviente del Metropolitano le dio la bienvenida a los Uruguayos, era un incendio, solo hubo fuego. Una hinchada inmune al calor y con hambre de más. -¿Dónde estamos hermano?- Se preguntaron Cavaní y Forland. Señoras y señores estaban en el paraíso Colombiano, el monstruo Roberto Meléndez, ese día, fue cómplice de un incendio donde solo Uruguayos salieron heridos.

Después de esa matanza que la mayoría de colombianos recordamos, nuestra selección  en eliminatorias ganó 9 partidos al igual que Argentina, fue la defensa menos vencida con 13 goles en contra. Además clasificó al mundial con 30 puntos y fue cabeza de serie en el sorteo de fase de grupos para el mundial de Brasil 2014. El goleador de las eliminatorias fue Falcao, quien amargamente queda a puertas de saborear las mieles de un mundial de fútbol, y quien hoy, aún merece nuestro respeto, orgullo, admiración y apoyo. Sobretodo apoyo, ese que a más de un colombiano parece habérsele olvidado. Un ‘Tigre’ que nos hizo vibrar, que sentenció la entrada al mundial con dos de los tres goles que le logró encajar a Chile, luego de ir perdiendo 3-1 en casa.

La ausencia de Falcao fue el paso libre para que James Rodríguez se convirtiera en la gran figura de la selección, y permítanme presumir…de todo el mundial de Brasil. Colombia en fase de grupos le gana a Grecia 0-3, con goles de Armero 5’, Teófilo 58’ y James 90’+3. Así también logra ser superior que Costa de Marfil en un partido apretado que terminó 2-1 con gol de James Rodríguez, quien es también figura en el partido y un segundo gol del prometedor mediocampista Juan Fernando Quintero al minuto 70. Luego de derrotar a dos rivales en la lista aun faltaba uno. Los japoneses fueron cruelmente derrotados en el estadio Arena Pantanal en Cuiabá, con 4 goles a 1. Colombia pasa a octavos de final con solo dos goles en contra y 9 a favor.

Desde ahí, ya se estaba haciendo historia.Se había pasado la fase de grupos con la cabeza en alto, sin tanto sufrimiento y por el contrarío, más orgullosos que nunca. Nuestro futbol prometía, éramos figuras, un tal James Rodríguez era blanco de atención a nivel mundial. La tricolor se robaba el espectáculo, pero, ahí no para todo. En octavos Colombia se encuentra con un viejo rival, Uruguay. Un contrincante ya conocido, pero no fácil de derribar.

Fue el 28 de Junio de 2014, el Maracaná de Rio se vestía de amarillo, azul y rojo. El combinado nacional y la albiceleste se jugaban un partido apretado. Al minuto 28´ con un centro de cabeza de Abel Aguilar, lo ataja James de pecho, baja el balón a sus pies y como si la pelota desde siempre le hubiera pertenecido mete un remate de pierna zurda que impacta el arco uruguayo, estalló el Maracaná. En ese momento no había nada más insuperable que ser colombiano, el orgullo no cabía en la camiseta, James nos hacia delirar, la tricolor nos enloquecía de pasión y el mundo no podía ignorar el despliegue futbolístico que tenia Colombia. El mejor mundial de nuestra historia lo estábamos jugando. El mejor equipo que nuestra patria ha podido parir, estaba haciendo historia.

Colombia pasa a cuartos de final, su rival es nada más y nada menos que el anfitrión de la fiesta: Brasil. Un partido amargo, con tal vez la peor versión de la selección Brasilera. Después de ir perdiendo 2-0, James Rodríguez es quien orquesta el contra ataque, con un gol al minuto 80’ y un gol anulado de Mario Alberto Yepes a los últimos minutos del partido sentencia nuestro fin. Nos volvimos a ir de un mundial, con lágrimas en los ojos. Subimos al cielo, bailamos con los ángeles y bajamos de sopetón. Un “Era gol de Yepes”, nos cayó como paño de agua tibia para aliviar el dolor.

Los recibimos como si nos hubieran traído la copa mundo, y no era para menos. Nos hicieron volver a vivir, nos llevaron de la banca a ser titulares otra vez. Hicimos historia, como nunca antes en un mundial, como nunca antes en  más de 50 años. Ahora nos espera la titular de Rusia 2018 para seguir haciendo historia, llenarnos de orgullo, mostrarle al mundo el sabor colombiano y, volver a dejar el alma en la cancha. ¡Hay con qué seguir siendo titulares!

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