Por: María Camila Fernández – Foto de cabecera: Magic Tour Colombia
Gorra, morral, tenis y listo, me fui. No necesité más nada, pues las aventuras me apasionan, mucho más las que se viven cerca al mar. Por eso, estuve en Barú.
Sábado
La alarma no sonó. Mis ojos se abrieron de la ansiedad y emoción de estar a pocas horas de vivir una experiencia paradisiaca en Barú, Bolivar. Iba a contar con la compañía de mi mamá, papá y mi perrita: mis cómplices fieles en estas aventuras. Nos preparamos rápidamente. La experiencia de otros viajes nos ha dejado la enseñanza de no cargar mucha ropa, solo lo esencial: un par de vestidos de baño,ropa interior, short, camiseta básica, cepillo de diente, peinilla y listo. Es un consejo para todos aquellos que vayan a viajar por corto tiempo, pues no utilizarán más nada.
En esta ocasión se nos unieron dos amigos más, siendo en total cinco personas para esta gran experiencia. Salimos de Barranquilla a las 9 a.m., pues nos cogió la mañana. Uno de los viajeros iba manejando el pequeño automóvil, en donde íbamos los cinco, corrijo, ¡seis con mi perrita!
On the road
Las típicas conversaciones para romper el hielo de la mañana. El tiempo pasaba y lo carros pasaban. Hicimos una parada en una bomba para abastecernos de combustible y lo más importante, comida para el camino. Dos horas pasaron para llegar a Cartagena.
Al llegar, dimos una vuelta por la ciudad amurallada, tomamos fotos, paseamos un rato. Llegó el mediodía. Fuimos por algo práctico y rápido para comer: Subway. Así, comimos rápidamente para emprender nuestro camino a Barú.
Barú
2:00 pm.Llegamos a Barú. El sol se lucía con sus rechinantes rayos. El sudor corría por nuestros rostros. Inmediatamente llegamos, se acercaron a nuestro carros, jóvenes de tez oscura, corriendo tras nosotros ofreciéndonos parqueo y hospedajes. Una típica escena colombiana al llegar a playa.
El camino para llegar a la zona donde nos hospedamos es largo y se vive bajo el sol, así que la solución para llegar rápidamente a esa zona era coger una moto. Así fue. Dentro de mis acompañantes de viaje había una glamorosa mujer, diseñadora por cierto, quien enseguida dijo:
-
¡Tómame una foto! mi hijo no me creerá que monte una moto para llegar hasta acá, dijo la mujer entusiasmada.
El hombre que iba manejando la moto solo se reía.
Paraíso a tres metros
Llegamos por fin a la playa. La tarde ya empezaba a pintarse de colores. el vaivén de las olas arrullaba nuestros oídos. Una delicia. Luego de llegar y descansar unos minutos, empezamos la búsqueda de hospedaje. Necesitábamos dos habitaciones y no encontrábamos dos juntas, así que tardamos en conseguir.
Habíamos llegado con la idea de arribar a un sitio que nos había recomendado, pero estaba lleno, así que encontramos otro, pero no tan agradable como el que nos habían recomendado. Esto fue el detonante para una pequeña discusión entre mi papá y mi mamá. ¡Típico!
- ¡¡Este lugar no me gusta!! ¿Cómo se te ocurre? Te encanta inventar. ¡Yo no me quedaré aquí! exclamaba mi mamá.
Finalmente, nos quedamos allí. La noche cayó y la belleza del atardecer acabó con cualquier ambiente tenso que había ese momento. La hora de la comida llegó. Caminando por la orilla del mar, pasando junto a muchos negocios, rústicos todos, encontramos un peculiar lugar. La atracción de este lugar era la presencia de un chef. Así que llegamos y pedimos uno de los dos platos que ofrecían. Una picada mixta. La picada llegó y vaya sorpresa, era toda una delicia de restaurante de hotel cinco estrellas. La luna nos acompañó nuestras conversaciones y risas.
Domingo
Un nuevo día. Despertar, abrir los ojos y encontrarte con una mancha azul cristalino a cinco metros ¿Qué más se puede pedir? Desde muy temprano los nativos de Barú, empiezan a laborar, los cocineros empieza a preparar los desayunos para los turistas, las motos acuáticas empiezan prepararse para un día más de turismo, todo el mundo se alista para recibir a una multitud de turistas de todas partes del mundo, argentinos, españoles, holandeses, entre otros.
Una vez más, fuimos al lugar en donde encontramos al chef y desayunamos allá. Otro deleite más: café orgánico, huevo revuelto y arepa. Luego de desayunar decidimos buscar otro sitio más agradable para dormir y siguiendo con las sorpresas, encontramos Caballito de Mar, un lugar que dispone de unas habitaciones muy económicas con aire acondicionado. Así que si quieres vivir estas aventuras sin alejarte mucho de las comodidades a las que estás acostumbrado como el aire, también tienes la opción. Esta cabañita tenía una espectacular terraza que era un puente entre la habitación y el mar. Una maravilla. Así que nos cambiamos de habitación.
La mañana se lucía con sus rayos de sol radiantes. Coco, vendedores de mango, negras masajistas, artesanos vendiendo accesorios, acompañantes fiel en una estancia en la playa. Al llegar la hora de almuerzo, nos animamos a cocinar, así que sacamos latas de atún y galletas, y listo. Alimentos claves para aventuras como estas. La brisa y las olas eran la compañía de todos.
Bajo la luna
Luego de una extensa tarde, sol, playa, arena y mucha comida, llegó la noche, pero muchos pensarán ¿Qué se puede hacer en la noche en Barú a la orilla de la playa? Las sorpresas siguen, pues una extensa hilera de lugares dirigidos por nativos se visten de gala y alistan sus negocios al estilo de las mejores disco- bar. En definitiva, una experiencia diferente.
El son de la bachata y champeta, personas de todo el mundo unidos al compas de la música, muchos arrítmicos, otros muy buenos danzarines, todos disfrutando del baile bajo el jurado. En este caso, la luna.
Hasta la próxima
Llegó el fin de esta aventura tan deliciosa, sin necesidad de habernos bajado en un hotel cinco estrellas. Insisto en que Colombia es un bello y rico país en naturaleza. Anímense a salir de la comodidad de un hotel y aventurarse en las bellezas que poseemos.