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Por: Alexis Posso, Laura Morales y Carlos Orduz.

Taganga es un municipio de contrastes. Desde la pequeña serranía que rodea la blanca playa, donde aún se practica la pesca artesanal que, junto con el turismo, ha sostenido al lugar por tradición, se puede observar la diferencia que acaba por ser sobrecogedora: la zona de la playa es de ensueño, el agua es cristalina, la arena mineral brilla al ser tocada por el sol; pero basta con girar la vista para salir de ese trance paradisiaco. El casco urbano es un arrume de casas de tez humilde, descascaradas y descoloridas por el sol, el mismo sol ardiente que besa la playa.

Caminar por las calles destapadas del municipio es una cosa diferente a la luz de la luna que al sol de mediodía. En sectores específicos de este pueblito de pescadores, a eso de las 9 de la noche, quizá antes, se empezará a prender la fiesta, que aquí incluye prostitutas y gran variedad de drogas entre las que reina la marihuana. Este es el escondite ideal para darle rienda suelta al pecado, y parece que lo saben propios y extranjeros.

A Taganga no le ha tocado fácil, es que las cosas bonitas atraen a todo tipo de personas. La preocupación aquí es constante, y la gente más que preocupación tiene miedo, se sienten invadidos, asediados por demonios que no han podido exorcizar, que no han podido ahogar aún teniendo el mar a dos pasos de distancia. Porque estos demonios han aprendido a nadar.

Tierra sagrada

Ariel Mattos es abogado egresado de la Universidad del Atlántico, labora en Taganga como gestor de proyectos en el área legal del corregimiento. Sabe que lo quieren matar, se lo dicen a diario.

Ariel  sabe que Taganga es tierra sagrada y herencia directa de la etnia Tayrona. Sabe también que ante un oficio cuidadosamente redactado, el Ministerio de Cultura no lo pensaría dos veces antes de declarar al pueblo como territorio protegido.

“hay muchas élites, no son solo los extranjeros los que quieren que esto siga tal y como está” comenta. Mattos Vive detrás de su escritorio revisando papeles y dice que Taganga ha sido históricamente sitio para trueques ilegales.

Que lo digan los hippies, “que acabaron por joder esto”, Porque Mattos dice que por los años 60 Taganga era el sitio predilecto de los mechudos beatlemaniacos y que fueron ellos los que le abrieron la puerta al contrabando del siglo XXI, porque en Taganga encontraron a La Golden, considerada la mejor Marihuana del mundo.

Fueran animales y especias a finales de los años 1800, café a principios de los 1900,  Marimba por allá en el ‘76 o cocaína con los carteles de Cali y Medellín en los años 80, Taganga siempre ha estado ahí, de telón de fondo, porque su bahía no sólo es hermosa sino también una puerta fácil al mundo.

Malas primeras impresiones

Alberto es mexicano y se apellida Lara. Daniela es argentina  y no quiso dar su apellido. Están en Taganga hace aproximadamente  una semana, dicen que vinieron con la intención de conocer  playas, insisten en que sólo vinieron a eso y nada más. No sé si creerles.

A Daniela la robaron hace dos días. Le quitaron su bolso y con él muchas cosas de valor. Eso bastó para que su percepción sobre el pueblo cambiase.  A Alberto le parece que el lugar es hermoso y sin embargo lamenta lo sucia que está siempre la playa, recuerda haber pensado, observando desde lejos la bahía del lugar, que este pueblo debía estar “tocado por dios”, llegar y ver, para él, fue un jalón brusco a la realidad.

Santa Marta hace lo que puede

Diego Ares* es funcionario de la secretaría de gobierno de la alcaldía de Santa Marta y sus respuestas son diplomáticas: “Se han adelantado jornadas de prevención contra la prostitución de menores junto con los líderes comunales”, porque este es uno de los tantos fantasmas que rondan por Taganga. Diego no sólo habla como funcionario; por entre su diplomacia se cuelan atisbos de su ciudadanía vulnerada: él está indignado, como todos.

Según Ares la situación en el corregimiento es un secreto a voces. se puede confirmar al tratar de abordar el tópico con un habitante del lugar. El tema molesta, fastidia, y los tagangueros le “sacan el cuerpo”. “De eso hay en todos lados”, es la respuesta más recurrente.

La cosa le olía mal a Rafael Martínez, alcalde de Santa Marta. Se sospechaba, según confirmó Ares, que varios uniformados en servicio recibían dineros por parte de bandas criminales de la zona del corregimiento a cambio de hacer la vista gorda ante la evidente problemática del pueblo. Martínez ordenó la rotación de todo el personal de la policía de taganga a la comandante Sandra Vallejo. De eso ya casi cuatro meses.

Otro afán de la alcaldía es proteger a la niñez taganguera de caer en el negocio más antiguo del mundo, porque las mujeres parecen estar a salvo. Las “chicas malas” del pueblo no vienen de ahí, ni siquiera de Santa Marta, sino de ciudades como Cali, Cartagena y Medellín.

Al problema de la prostitución, se suma el expendio de drogas que lucra en gran medida al municipio. La coronel Sandra Vallejo, comandante de la policía de Santa Marta, asegura que existen establecimientos que ofrecen paquetes turísticos que incluyen drogas y prostitución entre sus servicios, pero que la situación “se ha venido controlando”.

Lo cierto es que Taganga se ha convertido en la hermana libertina de la bahía más linda de américa, y sus playas, aunque un poco descuidadas, siguen siendo uno de los mejores lugares para ver un atardecer. Para salvar a la oveja corrompida hacen falta más que sólo planes de contingencia, se necesita una intervención. Santa Marta, no hay duda, hace lo que puede.

Del ahogado, el sombrero

Taganga flota. Con los pulmones llenos de agua salada y hierba dorada, respira. Tiene las muñecas laceradas pero su corazón late. No es un karma, es una de esas cosas que al destino parecen causarle risa. Taganga se ahogó hace tiempo pero es su carácter anfibio el que la ha hecho revivir, porque hace unos años nadie ponía a Taganga en el mapa más allá de la Golden y la White.

Martina la Peligrosa vino a grabar un videoclip por aquí y a ella le siguieron los pelaos de Systema Solar. La magia de la televisión (o más bien de Youtube) hizo que los hostales se llenarán otra vez de gente que hablaba español criollo, porque todos querían saber donde quedaba semejante pedazo de cielo. Pero la cosa se ha calmado, porque eso pasa con lo “viral”, todo son 15 minutos.

Es verdad que aquí las cosas no van del todo bien, pero si María Magdalena pudo pasar de puta a creyente, Taganga puede ser un ave fénix y emerger de las cenizas de fogatas y colillas de cigarrillo que desgreñan la playa. No se sabe si es cuestión de darle tiempo al tiempo; lo que sabemos, y eso nadie nos lo quita, es que el atardecer aquí, trabados o no, se ve mejor que en cualquier otro lugar del mundo.

*NOTA: Este funcionario de la secretaría de gobierno de Santa Marta accedió a hablar con El Punto de forma anónima, su nombre ha sido cambiado a efectos de cumplir lo pactado con la fuente.

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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Comments
  • virginia lalinde

    Me gustó el trabajo de taganga

    1 diciembre, 2016

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