Por: Brenda Gonzales
Una muerte en manos del estado, un país que se cansó y que lleva cuatro días hablando, sacando ollas haciendo cacerolazo, prendiendo velas y todo un país unido por una misma causa: hacer valer sus derechos hoy está de luto. 18 años tenía Dilan Cruz un joven como cualquier otro que tenía sueños, aspiraciones, una familia, un valiente de esos que no tuvo miedo de salir a las calles y gritar por la igualdad de oportunidades, el 23N ahora será recordado por siempre. Alrededor de las 4 de la tarde, Dilan Cruz cayó al piso producto de un artefacto que fue lanzado a unos 15 metros de distancia por un policía del ESMAD que cruzo su cabeza. Eso que traspaso su cabeza no fue un gas lacrimógeno, fue una “recalzada” prohibida por el DIH.
En Colombia Dilan somos todos, nunca se esperó salir a marchar por lograr cambiar aquello que oprime al pueblo a través de pancartas, de palabras que llegaran al gobierno y terminar siendo baleado por la institución que tiene como deber velar por la seguridad de los ciudadanos, el abuso de autoridad no es nada más que la respuesta del vandalismo que aprovecha una situación para hacerse notar y el problema es que se ha confundido y se ha generalizado, no todos los que salieron pacíficamente a marchar merecían pagar las consecuencias de los inescrupulosos y desadaptados que no perdieron la oportunidad para robar, matar, y maltratar. Una vida dejo de existir por hacer valer la educación y el derecho a la manifestación, un país indignado por tanto dolor y una guerra que apenas comenzó. Un país que no sano las heridas del conflicto armado y que le costara olvidar un paro en el que no se respetó la vida de un joven que al igual que muchos estudiantes decidieron salir de casa y reclamar por un mejor futuro, futuro que para el ya no existe y futuro que nos espera, la generación que partió en dos el empoderamiento y la unión por una misma causa en COLOMBIA.