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Por Bladimir Junior Flórez.

Tarde soleada. Ruido de máquinas de construcción. Un hombre de 1.72 metros de estatura, con la ropa sucia por el polvo y el estuco, señales que reflejan su honrada labor como obrero, trabaja en cuclillas frente a una baranda que, sin duda, habrá de lijar durante todo el día.

Johan Enrique Rojas Rivera es un venezolano nacido el 12 de mayo en el año 1986 en la ciudad de Zulia. Debido a la situación política y económica de su país no tuvo otra alternativa que emigrar a Colombia donde labora actualmente como obrero en Barranquilla. A pesar de las desilusiones y obstáculos aún sigue intacto su sueño de llegar algún día a ser un profesional en ingeniería mecánica y el amor por su hermosa Venezuela.

El venezolano es a, sus 31 años, un hombre tímido e inseguro y la prueba de esto son las oportunidades laborales que ha dejado pasar. Resalta frente a sus compañeros y jefes por su gran empeño en cualquier actividad. Sin embargo siempre algo le impide decir: “Sí, yo puedo”… por temor al que dirán.

Este venezolano es prueba viviente de que solo se necesitan ganas para salir adelante. Su escaso título como bachiller no es impedimento para querer acceder a más conocimiento. En su país sirvió como marino, logró trabajar como ayudante y se convirtió en técnico en pozos petroleros, además logro obtener alto conocimiento en la actividad de soldadura. Mientras Johan prestaba servicio en la marina, nadie en su casa sabía de él. El día de los actos alegóricos de marinos con sus familiares había llegado y como era de esperarse él era el único que se encontraba solo, esto le hacía sentirse triste y vacío por dentro, hasta que su padre se presentó de la nada. Sin duda este se convertiría en su momento más feliz, pues su padre era su gran amor.

Su espíritu aventurero le ha ayudado a no estancarse, por eso desde el 1 de agosto del 2016 que partió de su tierra natal para tierra desconocida, Colombia, no se ha quedado de brazos cruzados. Además de ser obrero, Johan ya puede agregar otra distinción a su hoja de vida, hace parte de la empresa que prepara el montaje y la estructura del polideportivo de raquetas que será utilizado en los próximos Juegos Centroamericanos.

Aprendió de su padre el significado de la constancia y el amor por el trabajo, le apasiona la soldadura y una de sus metas a largo plazo es superarse y estudiar para conseguir su soñado título, con su ser ‘’echao pa lante’’ desempeñarse en eso que le gusta no será tarea imposible.

Dejando de lado su timidez e inseguridad, Johan tiene un carácter fuerte y a pesar de que ama a sus dos hijos y es muy cariñoso con ellos, en ocasiones le ha tocado mostrarse firme, sobre todo con su hijo mayor Jhon Kleiber, quien cursa tercer grado  de primaria y con solo 8 años ha tenido casi las mismas aventuras que un adulto.

Las ganas de aventura que le heredó a su padre, más un poco de inquietud le ha propinado situaciones de peligro en las que Johan ha tenido que dejar un lado el cariño y le ha tocado imponer mano dura. La situación que más recuerda Johan, fue  cuando un perro de raza Pastor Alemán le mordió la cabeza al pequeño a causa de este andar molestando al canino. Sin embargo, su perseverancia no acaba aquí. Johan busca seguir avanzando y su meta es conocer otros lugares como Cartagena De Indias, y llevar a sus hijos al parque Chicamocha, pues no se ve andando el mundo sin los seres que le llenan el alma.

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