“Soy un embajador del fútbol, de Dios y de toda Colombia”.
Por Duván Lara
Te llevarás una impresión cuando lo veas con su particular vestimenta, conformada generalmente por un pantalón y una camisa con los colores de la bandera de Colombia. Su cabello no te parecerá normal, o dime, ¿quién lleva sus hebras de cabello pintadas y paradas a los 64 años de edad? Si te impresionas sólo con verlo no querrás dejar de escucharlo cuando te vea y te diga: “Vaya cole, vaya cole”. Sin duda alguna lo reconocerás y le pedirás una foto. No dudara en dártela. Con sus manos formará dos garras y abrirá la boca con un grito mudo hasta que el obturador de tu cámara sea presionado, y tengas un recuerdo con el hincha número 1 de la Selección Colombia, Gustavo Llanos, pero más te vale que le digas “El Cole”.
Este hombre, quien convierte el partido de la Selección Colombia en un festival de colores y alegría, es una persona con creencias bien arraigadas, un hombre de familia y como él mismo lo dice: “Del pueblo colombiano”.
Hijo de un paisa y una barranquillera, fue criado en el barrio San José de la arenosa, cerca donde vive hoy día, Los Trupillos. Siempre se había disfrazado para diferentes épocas del año, vive en Barranquilla, una ciudad que se presta para eso. La creatividad es una de sus mayores cualidades, la cual expresó cuando Barranquilla fue declarada sede de las eliminatorias del Mundial de Fútbol de Italia 1990. Fue allí cuando decidió disfrazarse de cóndor, ponerse un overol con alas y pintarse la cara con los colores de la bandera de Colombia, es ese el momento cuando comenzó la historia de este personaje que se ha vuelto un ícono de fútbol en el país.
Todos los sujetos en nuestros entornos sociales van construyendo referentes que los hacen ser populares, por ejemplo, ser parte de un grupo de amigos. Luego se van desarrollando otros tipos de identidades más generalizadas como el ser roquero, o el ser seguidor de un equipo de fútbol, todo esto va configurando un sentido de pertenencia a algo y se convierte en un símbolo de identidad muy fuerte para las personas. El Cole decidió pertenecer a la hinchada de la Selección Colombia, representarla, ir más allá y posicionarse entre todos, hasta ser visto como el mayor hincha con sentido patriótico.
Así mismo, como hincha, viajó a Italia, cuenta él, solo con los tiquetes, sin saber dónde quedarse y sin saber qué comer. Pero como todos los hinchas, cargado de ilusiones, fe e incondicionalidad hacia su equipo. Muchos días sin comer, pero con todo el corazón dispuesto a apoyar a la Selección, lo hicieron sobresalir en las tribunas del Mundial. Las cámaras lo buscaban. El público comenzaba a aclamarlo. Fue allí, en Italia, donde fue considerado el hincha número uno del Mundial. Desde ese momento su vida comenzó a cambiar.
Después de ese momento, se trazó la meta de acompañar a la Selección Colombia. Ya hoy son 27 años que se ven reflejados en siete Mundiales, nueve Copas Américas, y la mayoría de los partidos de las Eliminatorias.
Un hombre bastante creyente que siempre le da gracias y gloria a Dios por tenerlo en el lugar donde está. Confía en que cada vez alcanzará nuevos peldaños, pues uno de los sueños más grandes de El Cole es viajar por todo el mundo representando a la Selección Colombia. Sueño que poco a poco se ha ido haciendo realidad gracias a numerosas organizaciones que han decidido colocar su confianza en su imagen, luciendo sus nombres a cambio de viajar junto al equipo de sus sueños a cada uno de los partidos más significativos de las competencias.
Gustavo Llanos tiene dos hijos, un varón, Johan, y una mujer, Liseth, los cuales lo apoyan en todo, como en sus nuevos y coloridos cortes, en su vestimenta y los nuevos proyectos que se le ocurran emprender para apoyar a su selección favorita.
Llegaba la Copa del Mundo en Estados Unidos para 1994. Colombia contaba con una de las mejores selecciones en toda su historia. Personajes inolvidables para el mundo del fútbol, como ‘el Pibe’ Valderrama, Freddy Rincón, Faustino Asprilla, Iván René Valenciano y el tan comentado Andrés Escobar, entre otros, conformaban la nómina de jugadores. Más de un colombiano imaginó verlos volver con la Copa del Mundo entre sus manos. Para ese tiempo, el país atravesaba por momentos bastante importantes, y difíciles a la vez. La única esperanza era la Selección.
Alterno con el mundial, en Colombia se llevaba a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que tuvo como ganador a Ernesto Samper. Por su parte, en el estadio Rose Bowl de Los Ángeles, Colombia perdía 3 a 1 ante Rumania. El Cole había viajado patrocinado, con todas las comodidades, dispuesto a alentar a la Selección. En Estados Unidos había sido entrevistado por periodistas reconocidos que le aportaron reconocimiento en aquel momento. Mientras El Cole cosechaba la fama, la situación se tornaba tensa para el equipo colombiano.
El 22 de junio de 1994 todo un país que había puesto su fe en el equipo de fútbol colombiano, llenos de ilusiones, luego del 5 – 0 sobre Argentina en la fase clasificatoria, veía como el equipo se iba eliminado en la primera fase de la competencia. Sumado a eso, el defensa central Andrés Escobar, marcó un autogol, que luego le costaría su asesinato el 2 de julio de ese mismo año.
El Cole regresaba de los Estados Unidos y lo primero que escuchó en la radio al llegar a Colombia fue al fallecido y reconocido locutor Edgar Perea llamarlo “Ave de mal agüero”. Sintió miedo. Sintió que lo matarían, como a Andrés. Liseth, su hija, cuenta cómo en aquellos momentos en el que solo era una niña veía a su padre llegar a casa triste y deprimido, pero recalca como a través de ese proceso su papá dejó entrever su gran carisma y capacidad para levantarse de los momentos difíciles y seguir.
“Mi padre es un ser maravilloso en el ámbito familiar y es un pilar importante en nuestra familia, ya que es una persona que sabe escuchar, comprender y aconsejar. Nos da un amor incondicional, emana paz, nos alegra y nos hace reír, pero lo más importante es un ejemplo positivo a seguir tanto en el plano espiritual como personal. Me ha enseñado que en la vida hay que guerrearla, no con palabras sino con testimonio, transparentando lo que tú llevas por dentro y con la mirada siempre puesta en Dios. Ese es mi padre del cual estoy demasiado orgullosa”, cuenta Liseth Llanos.
En ese difícil momento es cuando nace su gran relación con Dios. Su vida cambia, se vuelve un hombre querido por el pueblo, por su barrio y por todas esas personas que lo reconocen por la alegría y la euforia que tiene al celebrar cada partido de la Selección; pero además de esto, es una persona como cualquier otra, con sus problemas, alegrías y tristezas. Este personaje, además de reconocerse por su autenticidad y su gran corazón, logra sobresalir cada vez más entre la multitud. Ha hecho grandes obras para su comunidad como la de ayudar a construir una iglesia, y que jóvenes que se encuentren perdidos en las calles, lleguen a conocer de Dios.
Casa de Oración Emmaus es el nombre que lleva la comunidad de jóvenes que dirige. En este lugar ayuda a cientos de hombres y mujeres, muchos de ellos perdidos en las malas andanzas del barrio. Allí se reúnen los viernes. Aprenden sobre Dios. Aprenden armonía y paz. Esta es solo una de muchas de las obras que ha emprendido y que demuestra que no es necesario ser adinerado para ayudar, solo se necesita amor.
En uno de nuestros memorables encuentros con este personaje, lo vimos llegar a la peluquería Neftali & Diana, ubicada en la calle 84 de la ciudad de Barranquilla. Venía con toda la emoción y el sueño de prepararse para apoyar a su equipo favorito, a realizarse el corte que luciría el 23 de marzo en el partido Colombia – Bolivia en el estadio Metropolitano de ‘La Arenosa’. Corrió a abrazar a Neftalí, su estilista -otro apasionado del fútbol-, y a quien considera uno de sus mejores amigos. Cada vez que habla de él, deja ver su notable agradecimiento y cariño, ya que es uno de sus cómplices al momento de realizar todo tipo de ‘look’ que se le pueda ocurrir.
Para El Cole cada diseño que se hace tiene su significado de valor: con la ayuda de Wendy Bustillos se hizo el diseño que llevaba en su cabeza llamado “El regreso del gol con el Tigre”, ya que la palabra ‘gol’, junto a una garra de tigre, representaba la esperanza de que Falcao volviera a las canchas nuevamente, además de su diseño del cóndor, inspirado en el escudo de Colombia, que para él significa fuerza.
Confieso que aquella tarde cuando lo vi llegar, me impresionó, no me pareció normal ver a un señor con tanta euforia, con el cabello pintado y parado de colores. Cuando me vio, me dijo: “Vaya cole, vaya cole”. Y lo reconocí. Le pedí una foto. Enseguida colocó sus manos en posición hasta formar dos garras, y abrió la boca con un grito mudo. Se mantuvo así hasta que presioné el obturador y tuve la foto. Me despedí con un “gracias Gustavo”, y me contestó: “Más te vale que me digas El Cole”. Ambos sonreímos.