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Por: Jesus Palomo Bruges

Esta cuarentena ha tenido un efecto positivo en la manera en que entiendo el mundo de los negocios. Hay multinacionales quebrando, indicadores financieros en crisis y sectores totalmente devastados. Pero a pesar de todo, mi cuenta de banco aprecia que esto haya ocurrido.

Este no es un caso de estudio al estilo Forbes o Medium. Es más bien la crónica de cómo mi pequeño negocio ha encontrado respuestas a preguntas complejas, y como mi equipo de trabajo ha gestado una visión brillante en un presente de incertidumbre.

Los tiempos del Covid-19 son muy difíciles de sobrellevar para la inmensa mayoría de la humanidad. Las consecuencias económicas y sociales son realmente escalofriantes. Estamos viviendo en un mundo tan complejo como injusto. Por estas razones, es muy feo escuchar a alguien que afirma alegrarse de todo lo que está ocurriendo. 

Pero bueno, realmente no me alegro de todo. Lo que sí puedo asegurar es que aprecio como esta contingencia ha cambiado mi vida y el rumbo de mi empresa.

Para entenderme, tienen que entender quien soy, tienen que entender lo que busco y tienen la manera en la que he aprovechado estos días de aislamiento.

Soy emprendedor, al menos eso creo. Luego de trabajar un par de años como freelancer en la industria audiovisual me decidí por establecer mi primera empresa. El resultado ha sido, bajo mis propios términos, un éxito del que me enorgullezco.

A lo largo de un año de operatividad, hemos ayudado a escalar empresas de E-commerce por medio de la utilización de estrategias de video marketing y pauta digital. Nuestro nicho, por el momento, es muy específico, pero nuestra perspectiva siempre ha sido ambiciosa. Queremos convertirnos en una agencia digital con un impacto real en el mundo real. Mover cuentas grandes para empresas grandes. Así queremos ser.

En mi afán por sacar adelante a mi empresa, me había olvidado del mundo que me rodeaba. Los días estaban pasando sobre mí y yo sólo pasaba gran parte de mi tiempo creando estrategias y soluciones para hacer crecer a AdsMate, la agencia de videos que con mucho esfuerzo y sacrificio he sacado adelante.

Por mi mente pasaban los informes de venta del último mes, el diseño de la nueva página web y las estrategias para mejorar nuestras ventas. Lo último que esperaba es que una pandemia cambiara el ritmo tan apresurado y descomplicado en el que llevaba mis días. A AdsMate y mi vida había llegado un nuevo cliente, el coronavirus.

Debía trasladarme del lugar en el que vivía en la ciudad de Barranquilla (a escasos 10 minutos de Uninorte) al municipio que me había visto crecer: Sabanagrande.

Volví a aquel municipio que encanta por sus vientos frescos, pero al mismo tiempo disgusta por los rayos del sol que no tienen piedad de cualquiera que se pasee por ahí. El pánico parecía mantener a todos alertas y preocupados, se notaba en los rostros de los vecinos que siempre se habían caracterizado por su jocosidad y alegría. 

El tiempo que había pasado fuera de casa me hizo olvidar cosas tan sencillas que me hacían feliz: pasar tiempo con mi perriro Teo, el canino que con sus ladridos alegraba a mis papás y a mí o compartir una copa de vino cada noche con mi padre, Wilson Palomo. Eran “rituales” que me conectaban con mi familia y mi entorno, pero que ya habían desaparecido.

El reto apenas empezaba, ¿qué vamos a hacer 3 personas y un perro en una casa tan grande? ¿cómo seguiré haciendo crecer mi empresa? ó ¿serán fáciles estos días de encierro?, eran algunos de los interrogantes que ahora pasaban por mi mente. 

Un nuevo rumbo

Cuando anunciaron el aislamiento preventivo obligatorio sabía que las cosas iban a cambiar y que el mundo daría un giro de 180º. Mi mamá, Vilma Bruges, ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza, es una maestra de tiempo completo, tanto para sus alumnos como para nuestra familia. 

Vilma, siendo una mujer que se defendía con la tecnología no esperaba que las clases que dictaba en un salón de clases, con tablero, marcadores y estudiantes bulliciosos, se redujera a una videoconferencia a través de celulares o dispositivos inteligentes. Resalta con asombro que esta situación “de película” pensó que podría ocurrir, pero no por ahora. 

Mi madre, siendo una mujer tan creyente afirma que el tiempo de Dios es perfecto, quizás es la excusa que utiliza para amortiguar las preocupaciones que el virus estaba provocando. Sus primeros días fueron complicados, pero nada que no se pudiera solucionar con la explicación de un millenial, que pasa muchas horas frente a dispositivos inteligentes, es decir, yo.

Las cosas no solo cambiaban para ella, ahora yo debía trabajar desde casa. Había dejado la cómoda silla ajustable para la espalda de mi oficina para estar en casa. Todos los esfuerzos por tener un espacio físico donde estuviera creciendo mi empresa, se redujo a múltiples partes distribuidas en las casas de cada uno de los que hacen parte de AdsMate.

Pensé que todo ese esfuerzo que había hecho, vendría hacia abajo. Sin embargo, las consecuencias de la pandemia me sorprendieron. El mercado se volcó a internet y las ventas se cuadriplicaron, es como si por un momento todos los mercados, empresas y negocios hubieran migrado a las pantallas de celulares y computadores.

Las vainas de mi pueblo

La tradición oral ha estado impregnada en las costumbres del departamento del Atlántico. Sabanagrande no deja atrás esa idiosincrasia, al ser un municipio tan pequeño “la información se puede transmitir de forma oral de generación en generación” como nos lo enseñaron en la primaria. 

Al enterarnos que en nuestro municipio estaba la primera víctima del coronavirus, la intriga nos ganó, y para saber de quien se trataba solo bastaba con ir a la tienda, comprarle al man de los tintos que se pasea cada mañana por la iglesia o acercarse a los pelaos que por ahí estuvieran jugando fútbol. Nosotros no somos mucho de ir a tiendas, por lo menos desde que la pandemia había empezado. Sin embargo, la curiosidad por conocer el nombre de la persona contagiada me llevó a visitar la tienda buena esperanza. 

Su nombre, creo, hace referencia a buena “información”, lo que no se sabe, allá se averigua. Me dispuse a ir a conocer el nombre de la persona contagiada, pero no por morbo o chisme, sino por estar alertas y precavidos. No sabíamos si podría estar al lado o al frente de nuestra casa. Llegué a la tienda y sin preguntar, solo escuchando las conversaciones de los viejos, supe de quien se trataba. Nada de pánico, no estaba cerca a nosotros.

Entre tanto, observo que la preocupación de los primeros días ya no estaba en los vecinos. Parecían cómodos y tranquilos y nada les perturbaba, las señoras jugando cartas, los niños corretiando y las visitas entre los vecinos lo confirmaban.

Al volver a casa, noto que la cuarenta ya ha terminado, entramos a una nueva etapa. Se viene el mes más difícil para todos, pero nos hemos adaptados a las duras situaciones. Aunque el afán por vivir nuestro día a día esté en pausa, no todas las consecuencias son negativas, porque en medio de la oscuridad también hay un poco de luz y en medio del silencio también hay melodía. 

 

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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