Por Claudia M. Quintero Rueda
– Petro, voy a votar por Petro, llegó diciendo un señor de ciento cincuenta centímetros, aproximadamente.
– Señor, no puede decir eso aquí, le dijo el funcionario del CTI de la Fiscalía, que vigilaba el puesto de votación número 2 de la zona 31 en Barranquilla.
– Está bien. Pero yo voy a votar por Petro, le reafirmo el señor bajito de camisa y gorra negras.
En medio de la lluviosa y fresca tarde, predecible por el invierno del país, se cerraba la jornada electoral del domingo 19 de junio de 2022. El mencionado votante del candidato, hasta ese momento, del Pacto Histórico salió del salón en el que estaba ubicada su mesa de votación y casi 2 minutos después, a las cuatro de la tarde, sonó el timbre que sellaba el cierre de urnas. Lo hizo, tal vez, para sellar con su voto y su discurso, el destino del ahora, luego del pre conteo, presidente electo del país, Gustavo Petro Urrego.
Todos los jurados ahí, yo incluida, aplaudimos por el fin de la jornada. Se empezó a destruir el material sobrante, como lo determina la Registraduría. Se contaron los votos en el formulario E-11 y se rectificó el E-10.
Abrí la urna de la mesa en la que estaba, delante de mis compañeros jurados y una chica, que era testigo del candidato Rodolfo Hernández. Pero, antes de contar los votos, me hice la señal de la Santa Cruz, para que el candidato por el que yo había votado, en la misma mesa, resultara ganador.
Las cantidades eran exactas. 37 votos de los 37 votantes que ejercieron su derecho. 18 para Gustavo Petro, 17 para Rodolfo Hernández y 2 en blanco.
La presidenta de la mesa llenó el formulario E-14 sin ningún error. El delegado y el transmisor se llevaron su parte del formulario, que viene divido en tres partes exactamente iguales. La última se metió en el sobre de claveros, junto a los votos y los otros formularios.
Listo. Nos entregaron el formulario E-17, que certifica que habían recibido el sobre de claveros, y el E-18, que respalda nuestro cumplimiento como jurados. A las cuatro y cuarenta de la tarde ya iba caminando a mi casa.
El 10 de mayo, cuando me notificaron que debía ser jurado, pensé: “joda, que despedida de la universidad, el último regalo”. Y es que era mi último semestre académico de Comunicación Social y Periodismo.
Ahora, luego de 8 semestres, recuerdo que al entrar a la universidad no era tan consciente de las realidades sociales de muchas personas en los entornos distintos en los que crecí. Era tan conservadora y votante de derecha como mi papá.
Llego a mi casa. Junto a mi hermano menor veo algunos de los primeros boletines y me voy a bañar tan rápido como el comunity manager de Rodolfo Hernández publicó los 20 puntos que lo diferenciaban de Uribe, tras ganar el paso a segunda vuelta.
A las 5:50 pm ya se había hecho el pre conteo de votos. Con el 98,22% de mesas informadas ya se daban como ganadores a Gustavo Petro y Francia Márquez. 11.115.965 personas les dieron trabajo. Mientras, Rodolfo Hernández y Marelen Castillo tenían 10.391.504 votos. Esto era el 50,51% vs 47,22% de la población votante en Colombia.
Así de dividido está el país, según periodistas como Daniel Coronell y María Jimena Duzán.
Francia Márquez, la primera vicepresidenta electa en ser negra, del Pacífico colombiano y que siendo empleada doméstica pagó su carrera de derecho o jurisprudencia, como le dicen los más cultos, se apareció en la tarima del Movistar Arena en Bogotá. Yo en Barranquilla viendo en la pantalla de mi computador solo podía pensar en lo reivindicativo que es que esa mujer sea hoy la vice de Colombia.
“Un Gobierno popular, el Gobierno de la gente de las manos callosas, el Gobierno de la gente de a pie, el Gobierno de los nadie y las nadie de Colombia. Vamos hermanos y hermanas a reconciliar esta nación, vamos por la paz de manera decidida”, afirmaba Francia, con las pausas que le caracterizan al hablar y con su traje lleno de simbolismos.
Gustavo Petro mencionó la importancia que hay en que un hombre de izquierda, un exguerrillero del M-19 que firmó un proceso de paz y dejó las armas, esté siendo hoy elegido presidente.
“El primer Gobierno popular” repetía una de las presentadoras del lugar. Antes, en Colombia nunca se había elegido un Gobierno de izquierda. López Pumarejo, López Michelsen y Belisario Batancur, también presidentes de Colombia, tenían tendencias de izquierda, pero Petro es el primero elegido por serlo.
Llamo a mi papá, autodenominado “más godo que el hijueputa”, para preguntarle qué le parecía el nuevo presidente progresista. Su respuesta fue “que disfruten el resultado”. Yo me reí. Lo escuché frustrado y preocupado.
Uno de los muchos retos que menciona Daniel Coronell en su análisis sobre el triunfo de Petro y Francia es la necesidad de unir a esa Colombia de la periferia y del centro. Además de lograr mayoría en el congreso para la aprobación de reformas y conseguir a unas Fuerzas Militares confiadas. Pasando por tener un discurso suave, para evitar ser catalogado como un Gobierno socialista. Como le mencionó Iván Cepeda a María Jimena Duzán, “ahora es que comienzan los problemas”.
Con el timbre que cerró las urnas a las cuatro de la tarde se cerraron también las campañas sucias. Pero, más que eso, se cerró la concepción de que en Colombia la política es para unos cuantos, porque Francia y Petro demostraron que los “nadie” tienen voz y que ponen jefes de Estado y que, incluso, ellos pueden llegar ahí. También, se cerró mi ciclo en la universidad. Agradezco el ser casi periodista por la posibilidad de ver realidades difíciles y de olvido en la que viven muchos en la periferia del país y ser muy consciente de que ellos necesitan las oportunidades de estudio y trabajo que les permitan, como dice Francia a “vivir sabroso”. Por eso, contrario a lo que pensaba cuando entré a la universidad, mi voto, así como el del señor de camisa y gorra negra que entró gritando en mi puesto de votación, fue por Francia y Petro.