Cambuches, carpas y colchonetas se han tomado nuevamente los alrededores de la Terminal de Transportes de Barranquilla. Pese a los esfuerzos de los organismos de control de desalojar a migrantes venezolanos hace tres meses, más de un centenar ha vuelto a quitarles el sueño a los vecinos de este sector.
Según las autoridades, entre 7% y 10% de quienes llegan del vecino país con el Permiso Especial de Permanencia, se quedan en Barranquilla y su Área Metropolitana. Sin embargo, Migración Colombia calcula que más de 550 mil han llegado al resto del territorio. En Soledad hay alrededor de 400 habitantes venezolanos instalados en la Terminal de Transportes.
El panorama en los alrededores de la Terminal es preocupante. Se pueden encontrar aproximadamente 30 refugios improvisados donde sus habitantes se ven forzados a buscar sustento para alimentarse y cubrir sus necesidades básicas. Agua, dulces y comida son los productos que muchos venden para sobrevivir.
Se evidencian condiciones deplorables entre los habitantes de estos cambuches: niños en estado de desnutrición, adultos mayores en colchonetas e incluso bebés en coches recogidos de la basura, exponiéndose a posibles enfermedades.
Por las noches el panorama no es diferente: familias realizan fogatas a menos de tres metros de la carretera para espantar insectos, generando olores desagradables y contaminación para los vecinos del sector. Sin mencionar las diversas riñas que se generan cada noche.
Los motivos para el éxodo
El colapso económico, la inseguridad y la escasa calidad de vida son algunas de las razones de la migración masiva venezolana. Esto ha causado que numerosos habitantes hagan “todo lo posible para buscar otros horizontes” en distintos países como Colombia, tal como menciona el venezolano Enrique Vázquez en su blog.
Luego de hablar con varios venezolanos acerca de sus experiencias, Vázquez resumió las razones fundamentales del éxodo basándose en los testimonios recibidos: la inseguridad, la crisis económica, la anarquía y la falta de oportunidades. Por último, mencionó la falta de calidad de vida, la cual considera que “engloba todo lo anterior”.
Así mismo, Colombia no es el único país de América Latina que se está viendo afectado por el éxodo masivo venezolano. Argentina, Chile, Ecuador y Brasil también han tenido que enfrentar la invasión a sus calles, parques, semáforos y sitios públicos.
En Argentina, las autoridades estipulan que la migración ha aumentado un 1.600%. De la misma manera en Chile, según cifras del Departamento de Extranjería y Migración, entre el año 2011 y 2015 se solicitaron 15.054 visas y 3.464 permanencias definitivas para ciudadanos venezolanos. Contrariamente en Ecuador, los venezolanos solo llegan de paso. Del 2017 al 2018 llegaron 350.490 inmigrantes, pero salieron 279.517 venezolanos.
La vida color de rosa
Pese a sus condiciones de miseria, estos venezolanos dicen estar agradecidos por poder alimentarse antes que termine el día y señalan que su situación ha mejorado desde que salieron de su país. Nuestra unidad investigativa habló con varios habitantes de los cambuches y nos dieron testimonio de su resiliencia.
La mayoría de estas familias son recién llegadas de Venezuela, ya que muchos se fueron luego del desalojo que se dio el año pasado. Tal como dio a conocer la venezolana Dinora Palencia, quien afirmó que “de los que entraron el año pasado, muchos se fueron y otros se quedaron y buscaron suerte en otras partes como Medellín, Cali, Cartagena, Bogotá, Brasil, y Panamá.”
Gabriela Arteaga, venezolana que reside en la terminal, mencionó que lleva un mes viviendo en estas condiciones con sus hijos y su esposo. Este último expresó que se encuentra feliz de estar en Colombia ya que “no ha pasado tanta necesidad” por poder rebuscar alimentos para su familia.
Otra habitante de este sector es Rosalía Escalón, una mujer de mediana edad que se encuentra cuadripléjica, quien afirmó: “estamos muy bien aquí, así tengamos que dormir en carpas, acá en Colombia nunca nos hemos acostado sin comer, a diferencia de Venezuela.”
Sin embargo, hay residentes que no están satisfechos con sus nuevas vidas. Así como lo dijo Mariela Gutiérrez -habitante de la zona- al preguntarle cómo se siente en Barranquilla: “mal, mal, aquí malisimo. Pero allá nos morimos de hambre y aquí medio comemos”.
La otra cara de la moneda
A pesar de nuevas oportunidades, los deseos de algunos son volver a su país. “¡Ay Dios mío! Que se componga nuestro país para irnos otra vez para nuestra casa”, expresó Mariela, quien comentó que su familia, su hogar, trabajos y todas sus pertenencias están en Venezuela y las condiciones en las que se encuentran en la terminal son lamentables. “Pagamos para bañarnos y para hacer comida. Y para lavar también pagamos, ¡para todo pagamos!”, afirmó.
Mariela y su familia no son los únicos que pasan penumbras en su nueva residencia. Varias personas que transitan el sector comparten opiniones negativas sobre las condiciones de los venezolanos. El caos y las peleas de los migrantes perturban la paz de la zona.
De acuerdo con uno de los vigilantes de la terminal, Joaquín Díaz, estos venezolanos forman peleas muy seguido, son poco amables y descuidan a sus hijos. “Algunos de ellos se ponen a pelear para meterse a la terminal y dormir ahí pero no se puede (…) he visto también que unos de los que viven aquí rentan hasta sus hijos por plata y los hacen salir a limosnear”, afirmó.
Al ocasionarse estas riñas, los residentes venezolanos -que no son partícipes- se ven obligados a buscar refugio por miedo a ser agredidos por las autoridades que combaten los disturbios. “Nos metemos entre la gente, o dentro de las carpas, porque si nos encuentran en cualquier esquina nos llevan (…) los policías más que todo agarran a los venezolanos, le dan golpizas y los sueltan después”, afirmó Ricardo Cimarro, quien era sargento en Venezuela y ahora es vendedor de tinto.
Jhair Bolaños, patrullero de la estación de Policía de Soledad, contó que “es muy común recibir llamadas desde diferentes sectores del municipio con personas quejándose por invasiones de venezolanos en terrenos y sitios públicos”, hechos que dejan al descubierto la gran problemática que se vive en el vecino país, la cual piden los venezolanos exiliados se resuelva prontamente. A pesar de las diversas ayudas que estos migrantes reportaron haber recibido, por parte de distintos grupos religiosos y el I.C.B.F., estos siguen sin encontrar una mejor solución. Sin embargo, se ha vuelto común encontrar cada día más venezolanos en esta zona.
La alcaldía de Soledad comentó a este grupo investigativo que se realizó un censo para determinar la cantidad de venezolanos que habitan en esta zona, con el fin de buscar una solución a dicho problema que cada día tiene más preocupados a los habitantes del municipio. En el pasado mes de Marzo, Estados Unidos le entregó a Colombia un paquete de ayuda de 2,5 millones de dólares para contribuir con el drama humano que significa tener tantos migrantes en forma simultánea en el país. Se espera entonces que parte de estos recursos puedan mejorar la situación que viven los habitantes de los humildes cambuches y carpas que se encuentran en el área metropolitana de Barranquilla. Un alivio que también llegará en forma indirecta a los residentes permanentes de la zona quienes han sufrido por la actual invasión de sus espacios públicos.