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Por: Omar Barboza Camargo.

San Onofre de Torobé, Sucre

Para esta comunidad de ascendencia Zenú ha sido imposible mantener vivas las tradiciones culturales de su etnia, debido a muchos factores que encontraron a la llegada a su actual territorio; entre ellos, el conflicto armado.

En San Onofre de Torobe (Sucre) se estableció, hace aproximadamente 50 años, un grupo de personas de etnia Zenú que buscaba empleo en las haciendas y fincas arroceras del municipio. “De diez en diez fuimos llegando. Buscando el billullo, porque donde vivíamos el trabajo era mal pagado. En cambio aquí nos ganábamos de a dos mil pesos el día cuidando las fincas, cultivando y jarriando el gana’o” recuerda Marcial Estrada, el alguacil mayor del cabildo indígena en el casco urbano de San Onofre.

 La población indígena que migró hacia San Onofre desde San Andrés de Sotavento, San Antonio de Palmito y la Gallera, trajo consigo los conocimientos tradicionales del tejido de la caña flecha, que en la actualidad están a punto de extinguirse. Pues, quienes saben tejer la fibra, han tenido que dedicar su tiempo a trabajar para sobrevivir, luego de haber sido víctimas del desplazamiento en las épocas de violencia, cuando los grupos armados al margen de la ley invadieron las fincas en las que laboraban.  

Sumado a esto, los terrenos del municipio donde hoy viven no son aptos para el cultivo de la caña flecha, que crece en terreno arcilloso. Esto incrementa la dificultad para transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones, que es una de sus mayores preocupaciones. Aunque, como afirma Verenice Osorio, líder comunitaria, también el interés creciente por las nuevas tendencias globalizadoras y el consumo de la tecnología representan un gran obstáculo para que los niños y jóvenes reciban la herencia cultural de sus antecesores.

De izquierda a derecha: Jesús Manuel Mercado, Luis Mendoza, Raúl Romero, Steven García, Jose Arias.

La capitana -como le llaman muy merecidamente a Verenice- asegura que la mayoría de los adultos mayores de su comunidad conocen el proceso de tratamiento y tejido de la caña flecha, pero ven frustrada la posibilidad de sembrar estos saberes en los niños. Esta fibra natural es la materia prima de una artesanía Zenú, símbolo de Colombia en el mundo: el sombrero vueltiao. Además, el sombrero es apetecido por turistas, nativos y extranjeros en el mercado nacional e internacional, donde la comunidad Zenú sanonofrina ha querido incursionar con muy poco éxito.

Verenice Osorio

Joel Montalvo

En una ocasión, decidieron dar el primer paso para entrar al comercio de los sombreros. Cuentan que compraron la caña flecha en San Andrés de Sotavento y la transportaron hasta San Onofre. Alquilaron las máquinas de coser y durante varios meses elaboraron una cantidad aproximada de 100 sombreros, para ser vendidos en Cartagena. Pero, para su sorpresa, el intermediario que contrataron para llevar los sombreros a los mercados cartageneros nunca les retribuyó las ganancias. Este episodio les dejó con una crisis económica fuerte, que hoy, luego de tres años, siguen tratando de resarcir.

A pesar de esto, no han dejado de tocar puertas. La Capitana ha solicitado al SENA cursos de capacitación en la costura a máquina del sombrero. Sin embargo, cuando la delegada de la entidad llegó al barrio donde está ubicado el cabildo principal, fue víctima de un asalto a mano armada. Lo que evidencia la vulnerabilidad del territorio en el que se encuentran.

La comunidad ha solicitado el apoyo del gobierno, por medio del Ministerio del Interior, en el proceso de declaratoria oficial de su cabildo. Este requisito, según Verenice, permitirá que se gestionen más ayudas para su gente y poder dedicarse al tejido de los sombreros y otras piezas que impulsarían el comercio artesanal en San Onofre, que hoy es muy escaso.

Administraciones anteriores han gestionado algunos proyectos que beneficiaron a la comunidad. Por ejemplo, en el período de Sabas Balseiro (2001-2004), se apoyó la construcción de varias unidades habitacionales con la técnica tradicional del bahareque. También durante el mandato de Jesús Pineda Lozano (2011-2015) se facilitó la provisión de alimentos semanales por medio del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. La compañía Ecopetrol, patrocinó la construcción de una cocina y dos kioskos con los que hoy cuenta el cabildo principal. Y algunas ONG’s les han brindado capacitaciones y trabajos sociales alrededor de temas como la sexualidad, el uso de la tecnología y la economía actual.

Cabildo principal en el barrio El Porvenir

 

Pero, en lo que va corrido del periodo de la actual administración, los líderes del cabildo afirman no haber recibido ningún tipo de apoyo por parte de las autoridades competentes. El secretario de gobierno de San Onofre, Juan Carlos Herazo, afirma que desconocen por completo las habilidades de tejido de la comunidad de Ascendencia zenú que hoy vive en San Onofre. Además, el funcionario explica que se le otorgó al cabildo un puesto de representación ante el Consejo Territorial de Paz, Convivencia y Reconciliación, pero, según Herazo, debido a que la comunidad no ha puesto en conocimiento de sus habilidades a la alcaldía, no se han tomado acciones para promoverlas. Sin embargo, la Capitana afirma que han solicitado varias reuniones con la alcaldesa y no han obtenido respuesta.

Bradil Castillo disfrutando de la frescura de su hamaca bajo la sombra de un techo de palma, cuyas ‘cabezas’ también funciona como zapatero

 

Mientras están a la espera de un apoyo más eficiente, los integrantes de los diferentes cabildos indígenas en los corregimientos de Palo Alto, Vista Hermosa, Pajonal, Berrugas, Libertad, Rincón del Mar, Sincelejito y el casco Urbano de San Onofre, se dedican a actividades económicas como la agricultura, el mototaxismo, la albañilería y el servicio doméstico. Entre ellos se destaca Joel Montalvo, quien ha encontrado una fuente de trabajo en la construcción de bohíos y casas, bajo las técnicas tradicionales como el bahareque y el techado en palma, heredadas de su cultura. También, Marcial Estrada, quien es el alguacil mayor del cabildo, trabaja, al igual que muchos del cabildo, alquilando pequeñas parcelas de tierra donde cultiva yuca, maíz, ajonjolí, habichuela y berenjena, para luego venderlos en el pueblo.

“El indio es como la iguana. Se trepa en todo árbol, se tira por donde sea, camina por donde sea, estamos en constante relación con la nuestra madre” dice Marcial, y me muestra entusiasmado otra de las artesanías que elaboran: el abanico. Pregunta con picardía: ¿cuál cree que es el comienzo y el final de este abanico?

Este abanico de mano o soplador (como se le llama popularmente) está elaborado con palma de iraca, otra materia prima utilizada para las labores artesanales

 

A diferencia del sombrero vueltiao, en el cual se puede reconocer el principio y fin de la pieza, en el abanico es difícil saber dónde el artesano comienza su tejido, debido a que tanto la “cabeza” como la “cola” de las cintas de palma de iraca, se encuentran en la parte superior del abanico. Luego de varios minutos y desaciertos, el Alguacil responde: “Es aquí, en el centro de la pieza donde se comienzan a poner las cintas para tejer”.

Esta es una evidencia de las técnicas de tejido que ellos insisten en transmitir a sus jóvenes. Pero, sin el interés ni el apoyo de las autoridades competentes, les será imposible. Es por ello que consideran fundamental el papel de las autoridades, no solo en el acompañamiento en proyectos sociales y culturales, sino también para brindar seguridad y educación de calidad a todo San Onofre permitiendo que sus jóvenes no se inclinen por la delincuencia y las drogas.

 Ellos, indudablemente, hacen parte de San Onofre, y los rasgos físicos de los niños y jóvenes de la comunidad evidencian el mestizaje entre su etnia y la gente nativa del pueblo, donde, según datos oficiales, el 94.8% son afrodescendientes. Este municipio sucreño, que es reconocido por su música de tambores y por sus hermosas playas, podría convertirse en un sitio artesanal destacado, donde las piezas sean tejidos de diversidad entre dos culturas que conviven en paz y reciprocidad. Pues, preservar estas tradiciones culturales genera fortalecimiento social a partir del reconocimiento y puesta en práctica de los conocimientos heredados de nuestros antepasados.

Niños de la comunidad de descendencia zenú en el kiosko del cabildo principal. De arriba hacia abajo y de izquierda a derecha: Carolina Cipriano, Charik Castillo Osorio, Natalia Alcón, Julián Alcazar, Luís Barón, José Arias, Steven García, Antonio Suarez, Jonathan Cabarcas, Miguel Hernández, Daniela Blanco, Dana Fajardo, Leidy Caraballo, Jesús Manuel Caraballo, Angel Suárez, Alejandro Suárez, Jonathan Blanco, Juris Pérez, Carolin Alcazar, Valery Durán, Elisay Sierra, Katherin Toscano, Eduar Toscano, Carol Agresoth, y Luis Castillo.

 

 

Fotos: Julio Marquez Blanco, Omar Barboza Camargo

 

 

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Comments
  • Camilo Ochoa

    Algo tan adherido a nuestro ser como la cultura Zenú no se puede olvidar ni ignorar. De ellos aprendemos muchísimo. Que bueno que artículos como estos expongan esa realidad para que se haga algo al respecto.

    24 marzo, 2020

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