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Por: Wilbert Daw | Foto: Especial

Antes de que el señor dinero hiciera presencia en las raíces del balompié, el fútbol fue el escenario donde el hombre marginado por la sociedad se codeaba con el hombre de alcurnia.

“Lo mejor que el fútbol me dio fue la oportunidad de conocer a los seres humanos. Conocí a personas que sufrieron muchísimo y también conocí el otro lado de la sociedad, el de los que lo tienen todo”, declaró Sócrates, capitán de la mítica selección brasilera que participó en el mundial de España 1982, a la BBC londinense en 2010.

Aunque el bastión de la democracia corinthiana solamente hacía una reflexión de su carrera en las canchas, describe la esencia filosófica de ese deporte: una disciplina que no deja de enseñar a través de las emociones.

Del futbolista y la unión

El fútbol empezó como un deporte para los ‘excluidos’, aquellos que no encajaban dentro de los cánones de la realeza o la burguesía. Sin embargo, poco a poco los altos jerarcas empezaron a compatibilizar con el juego de pelota y comenzaron a mezclarse dentro del barro y la arena con personas a las que quizás nunca invitarían a un té o un café en algún punto exclusivo.

Fue en los primeros puntazos del balompié moderno que se dio la primera enseñanza: El fútbol como símbolo de unión a través de la diversión, como bien lo define Pablo Alabarces en su libro El fútbol en América Latina: “En los comienzos, los precursores dependían de la nacionalidad del capital. (…) Estas instituciones admitieron su extensión en los sectores obreros porque eso permitía el desarrollo de la solidaridad entre los trabajadores, solidaridad que se extendía a la empresa”.

Antes de que el señor dinero hiciera presencia en las raíces del balompié, el fútbol fue el escenario donde el hombre marginado por la sociedad se codeaba con el hombre de alcurnia.

Un cara a cara en el que ambos estaban a la par, sin nada más que su habilidad y destreza para superar las faltas, abucheos y choques. El fútbol fue, es y sigue siendo la balanza de las sociedades.

Del futbolista y el ser que camina entre realidades

Con su popularidad en aumento a medida que los años eran arrancados de las hojas de los calendarios, el fútbol adquirió un elemento del que solo gozan los artistas: caminar entre dos realidades.

Aunque esto suene como una afirmación lírica y fantasiosa, tiene una explicación simple: el fútbol tiene la capacidad de convertir a un hombre que nace en la entraña de un barrio popular a salir dentro de los diez hombres más millonarios del mundo dentro de la revista Forbes.

Pero como todo en la vida, la línea que hay entre una cosa y otra puede ser extremadamente fina y en el caso de las realidades del futbolista no es la excepción. Los grandes ídolos de este deporte como Pelé sirven como el ejemplo exacto de esta teoría.

Un hombre que supo caminar entre la realidad en la que nació –la de un que nace en un barrio plagado de dificultades- y la otra donde triunfó –la superestrella global y el codeo con el poder-.

Como escribió Juan Villoro en su libro Dios es Redondo: “Edson Arantes siempre supo jugar fuera de la cancha”. Más allá de sus gambetas, ‘O Rei’ fue un hombre que podría ser considerado ‘ejemplar’ dentro de una sociedad debido a su forma de manejar su vida pública, así como también no olvidó de donde venía y siempre estaba listo para ofrecer una mano a la población más vulnerable.

Del futbolista y las formas de perder

El ‘saber perder’ es una de las frases más sonadas, repetidas y desgastadas del deporte, en especial del fútbol. Pero para el futbolista cobra un sentido de vida: el aceptar perder significa una oportunidad de redención.

Diego Maradona representa este punto a la perfección. Villoro escribiría que Maradona “aceptó ser públicamente el hombre más pateado del siglo XX” y considero que lo hace a modo de buscar una resurrección y un regreso a la realidad en la que nació.

En resumidas cuentas, Maradona aceptó perder ante las críticas de aquellos que no lo bajan de ‘drogadicto’ y reformarse a su modo, sin perder la esencia del ‘Pelusa’ que deleitó con sus regates a millones de personas.

Quizás estos puntos intenten explicar el surgimiento del futbolista como bandera de una sociedad globalizada, pero seguramente habrá otros elementos que obviamos quienes estamos rodeados de fútbol y que tengan en cuenta aquellos que poco o nada les hace el fútbol.

O tal vez, quienes hablamos de fútbol estemos ‘complicando’ más el juego de lo que pensamos.

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