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Arriba: El auto donde habita Jeremiah – Foto: Angie Palacio

Por: Angie Palacio 

Esta es la historia de Jeremiah. El joven, que a pesar de las constantes alarmas de evacuación, pasó el huracán Irma en su carro.

El huracán Irma empezaba a azotar con fuerza al estado de Florida. Llegaban constantes alarmas con órdenes de evacuación para las casas rodantes, informes y alertas de tornados. Sin embargo, desde hace varios días podía observar por la ventana a quién sería mi nuevo vecino del frente. Vestido como el perfecto estereotipo americano, Jeremiah reside en un antiguo auto modelo 87 frente a la casa de su madre.

Las razones de su extraña vivienda prefiere reservarlas para su familia. Aunque los vecinos comentan que es por pleitos en su hogar, él sigue saludando a su hermano, su padrastro y a su madre. Hasta entra a usar el baño.

Aquella mañana de domingo era diferente a lo que se acostumbra en verano. Los árboles, antes inmóviles, eran acariciados por una suave, pero firme, brisa que arrastraba consigo el olor de la lluvia. El cielo empezaba a tornarse gris y escasas gotas de lluvia empezaban a humedecer las calles.

Para aquel entonces las personas empezaron a preocuparse. Algunos perros se escaparon de sus casas y sus dueños iban tras ellos. Otros recogieron gatos de la calle para que no pasaran frío, incluso hubo quienes esperaron hasta el último minuto para abastecerse con lo que pudiesen encontrar. Jeremiah sólo fumaba apoyado en su auto, mirando el cielo y mostrándose tan tranquilo como si pudiera cambiar el clima con sólo mover un dedo.

A eso de las tres de la tarde, la suave brisa ya había tirado varias ramas y las escasas gotas de lluvia ya habían inundado varias calles. La tranquilidad en el rostro de Jeremiah había desaparecido. Tal vez ya había notado que no podía cambiar el clima a su voluntad. Esta vez decidió mantenerse seco bajo el techo de la entrada de la casa de su madre, reposando en una vieja silla de escritorio que una vez se encontró por la calle.

La preocupación lo llevó a asegurar su vivienda. Con toallas empezó a impermeabilizar, artesanalmente, las ventanas. Luego añadió bolsas plásticas y cualquier cosa que encontrara en la guantera. Desde ahí pasó las horas dentro de su vehículo para protegerse del frío.

A las 7:53 p.m. los daños de Irma eran más notorios: en el suelo habían tejas, semáforos y señales de tránsito por montones; además, la electricidad se vio afectada y suspendida hasta nuevo aviso. Debido a la tormenta, el sol, que siempre se ocultaba a eso de las 8:15 p.m., se había puesto media hora antes de lo esperando.

Desde ese momento no supe nada más de Jeremiah, hasta que una hora después, una mujer mayor con una linterna de mano y un paraguas en la otra, tocó su ventana. Era su madre, quien a pesar de la discusión, le dio posada al hombre que pasó el huracán Irma en un auto.

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