Por: Wilbert Daw
Ilustración: Diana Ordosgoitia
Corría el año 1974. Ya habían pasado algunos meses de aquel nefasto 11 de septiembre de 1973 cuando Augusto Pinochet instauró el régimen del terror que rigió a Chile durante dos décadas. Quien hablara en contra del gobierno tenía contadas sus horas. Las torturas y desapariciones forzadas eran el pan de cada día de los chilenos, pero los altos mandos obligaban a todos a hacerse los de la vista gorda, como si nada estuviera ocurriendo.
En medio de aquel sombrío panorama, Pinochet se dirigía al seleccionado de fútbol chileno, que iba a partir a disputar el Mundial de aquel año en Alemania occidental. El dictador pronunció un discurso en el edificio Diego Portales, lugar donde funcionaba el poder ejecutivo del régimen, en el que advertía a los futbolistas de los posibles problemas que pudieran llegar a tener en suelo europeo:
“Chile sabe bien los problemas que va a tener que afrontar en Europa, porque la calumnia y la mentira ha llegado a cambiar la mentalidad de muchos europeos que no saben ni conocen lo que efectivamente está sucediendo en Chile”, declaraba Pinochet ante unos jugadores que estaban rígidos como maniquíes de una tienda de ropa. Procedió entonces el jefe de estado a saludar a cada uno de los integrantes del plantel.
Extendió su mano a reconocidos estandartes del plantel ‘austral’ como Elías Figueroa, Francisco ‘Chamaco’ Valdés, Osvaldo ‘Pata Bendita’ Castro, Carlos Reinoso, Alberto Quintano, entre otros. Entonces, Pinochet se acercó a saludar a Carlos Caszely, estrella del elenco nacional y quien por esos días militaba en el Levante español. Pinochet llegó a donde Caszely, pero él fijó su mirada a otra parte y, con las manos escondidas en la espalda, ignoró la presencia del dictador. Con algo de temor, Caszely cerró los ojos por un instante y cuando los abrió, vio que el General Pinochet había terminado de saludar a los dirigidos por Luis ‘El Zorro’ Álamos.
El hecho, como era de esperarse, no pasó desapercibido. Un periodista publicó una frase en el Periódico La Segunda que, en su intento de echarle la ‘jauría’ de la dictadura al delantero, terminó produciendo el efecto contrario. “Miren cuán deleznable es este jugador comunista, que incluso fue capaz de negarle el saludo al presidente”, fueron las palabras que produjeron que dicho reportero perdiera su empleo y que a su vez diera inicio a la leyenda del ‘jugador del pueblo’: Carlos Caszely.
Dos ilusiones, dos decepciones
Carlos Caszely vence a Miguel Ángel ‘Pepe’ Santoro en el segundo juego de la final de la Libertadores 1973 entre Colo-Colo e Independiente. Foto: Conmebol.
Un 5 de julio de 1950 nació Carlos Humberto Caszely Garrido en una comuna de Santiago. Hijo de René Caszely, un empleado de ferrocarriles de la capital, y Olga Garrido, Carlos Humberto demostró desde muy joven su talento para romper redes y eludir rivales en el área chica. Fue en ese espacio de la cancha donde cimentó su fama -se ganó el apodo del ‘Rey del metro cuadrado’- marcando 312 goles como profesional, 208 de ellos con el Colo-Colo, el equipo más importante de Chile y donde comenzó su carrera en 1967.
Rápidamente se convirtió en un referente del ‘Cacique’ destacándose en cada partido con goles y buenas actuaciones. Por aquellos días, el partido Unidad Popular (UP) y su máximo referente, Salvador Allende, asumieron la presidencia del país de la estrella solitaria el 3 de noviembre de 1970, convirtiendo a Chile en la primera nación del mundo en elegir a un gobierno socialista de manera democrática.
El discurso de cambio de Allende sedujo a Caszely, quien se identificó de inmediato con la causa de la UP e incluso se hizo miembro de la misma. Mientras Allende seguía buscando la forma de orientar a Chile a un cambio, ‘El Rey del metro cuadrado’ lideraba a Colo-Colo en su ilusión de alcanzar la Copa Libertadores 1973.
De notable campaña, el ‘Cacique’ se instaló en la final donde tuvo que rivalizar al Independiente de Argentina, que a esa altura había ganado tres ediciones del certamen. El primer partido acabó igualado a un tanto en Avellaneda. Todo parecía definirse en el Estadio Nacional de Santiago.
Aquella noche del 29 de mayo de 1973 iba a consumarse la ilusión de todo un país de conseguir la gloria continental. Última jugada. Centro desde la izquierda que recibió ‘el Chino’ Caszely. Como de costumbre, dominó la pelota en el metro cuadrado durmiéndola en dicho espacio del campo y apuntó su mirada al pórtico defendido por ‘Pepe’ Santoro. Sacó el remate con la derecha y el disparo superó al guardameta, chocando con la red y activando la emoción de los hinchas alrededor de todo Chile. Caszely corrió la cancha como lo haría Marco Tardelli ante Alemania en el mundial de España 1982. Todo era alegría y gozo. La consumación de un sueño.
Pero de pronto, la alegría se convirtió en tristeza y de los gritos de euforia se pasó a los madrazos de incredulidad. Romualdo Arppi Filho, árbitro brasileño del compromiso, sonó el silbato para anular el gol. Una acción discutida que ahogó la felicidad ‘austral’ y el encuentro acabó sin goles. Fue necesario un tercer encuentro en Montevideo donde Independiente se impondría 2-1 y se llevó su cuarta Libertadores a casa, a pesar de que la anotación que logró el ‘Rey del Metro Cuadrado’ para el ‘Cacique’.
Tres meses más tarde, otro desafortunado evento golpeó a la nación chilena. El sueño de cambio se vería truncado por el monopolio político del país, quienes veían en las políticas de Salvador Allende una amenaza. Un cobarde golpe de estado al mando del general Augusto Pinochet y con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos. Como el silbatazo de un árbitro, la ilusión de millones de chilenos se acabó en un abrir y cerrar de ojos.
‘El Chino’ vs Pinochet
Augusto Pinochet, dictador de Chile entre 1973 y 1990. Foto: Especial.
Nuevamente volvemos al edificio Diego Portales donde despiden a la selección chilena previo a su viaje a Alemania para disputar el mundial de 1974. Caszely, fijando su mirada a cualquier lado, ignora al general Pinochet y le hace un desaire. ‘El Chino’ tenía razones muy fuertes para hacerlo.
“Nunca me gustaron las dictaduras, ni de derechas ni de izquierdas. Cuando se empezaron a conocer las torturas, las violaciones de los derechos humanos y las matanzas en mi país, mi rechazo fue inmediato y absoluto. Siempre he vivido con eso”, declararía Caszely a El Periódico de España muchos años después.
Caszely siempre mostró su oposición a Pinochet y su corte. Se opuso a jugar en el estadio Nacional para el partido fantasma ante la Unión Soviética, lugar en cuya tribuna norte maltrataban y torturaban a las personas que el régimen consideraba como ‘amenazas’. Sus ideas, acompañado de su buen nivel en el fútbol español con Levante y el Espanyol, le permitieron ser la cara visible de la lucha contra la dictadura chilena.
Pero como siempre ocurre en estos casos, los descuidos se cobraban caro. Durante el partido ante Alemania Occidental en el mundial de 1974, Caszely una patada descalificadora a Berti Vogts, que sería conocido después como ‘El Perro de Caza’ por su asfixiante marca personal a Johan Cruyff en la final ante Holanda. El árbitro turco Dogan Babacan vio la acción y le mostró la tarjeta roja al ‘Chino’, convirtiéndose en el primer jugador en ver dicha tarjeta en un campeonato del mundo. Para colmo, Chile cayó derrotada por 1-0 y las críticas no se hicieron esperar.
A los diferentes medios de comunicación chilenos llegaron cartas que decían tener una información confidencial sobre la expulsión de Caszely. Sostenían que el ‘Rey del metro cuadrado’ se había hecho sacar la roja por orden de los altos mandos del comunismo internacional, pues el próximo rival de la ‘Roja’ era Alemania Oriental, país donde imperaba dicho sistema político. Por supuesto todo fue un complot armado para culpar al ariete de la derrota ante los alemanes de occidente.
No sería la primera ni la última vez que el gobierno intentaría ‘bajarle la caña’ al ‘Chino’ Caszely. Cuando estaba a punto de abordar su avión para disputar las eliminatorias al Mundial de Argentina 1978, Caupolicán Peña, entrenador de la selección, lo llamó de emergencia para decirle que no iba a ser tenido en cuenta en las partidos. ¿El resultado? Chile quedaría eliminado a manos del Perú del ‘Nene’ Cubillas.
En otra ocasión, el Real Madrid estuvo interesado en hacerse con los servicios del atacante. Pero al descubrir su afiliación política, los ‘Merengues’, afines con la ideología de Francisco Franco, echaron atrás la negociación. Lo mismo ocurrió con el Santos de Brasil, que para ese entonces era gobernado por una junta militar.
Incluso, en un partido entre Colo-Colo y Deportes Iquique, se le realizó un homenaje a Caszely por su trayectoria, pero durante el tiempo que duró la distinción los altos mandos ordenaron a la Televisión Nacional hacerle una entrevista al árbitro del juego para desviar la atención de los televidentes. Como si esto no bastara, el día que se le realizó su partido de homenaje en 1985, se prohibió a todos los medios de comunicación transmitir el evento, que contó con 90 mil almas en el estadio Nacional. “(Pinochet) Prohibió a las radios y a las televisiones que se informara (del homenaje), pero finalmente lo dio Radio Cooperativa y lo pudo escuchar mucha gente”, recordaría el ‘Chino’.
Años después de aquel desaire oficial, Pinochet y Caszely volvieron a verse frente a frente. “Me vio con una corbata roja y me hizo un gesto con los dedos simulando una tijera. Era como si dijera que me la iba a cortar. Entonces le dije: «Córtemela, que en mi casa tengo más». Y me contestó que iba a mandar a alguien a mi casa a cortar las otras corbatas”, relató el atacante.
Pero mientras Caszely le propinaba la patada a Berti Vogts en el Mundial de 1974, las fuerzas armadas chilenas golpeaban hasta morir a las ‘amenazas’ del régimen. En las calles de Santiago, una señora yace en el suelo inmóvil visiblemente maltratada con cortes, quemaduras y golpes. La reconocen familiares quienes lloran de tristeza y rabia por verla allí tirada como un costal a la intemperie del invierno de Santiago, pero igualmente sienten dicha de haberla podido encontrar con vida, pues habían preguntado por ella todo el día. La mujer tirada en el suelo era Olga Garrido, la madre de Carlos Humberto Caszely Garrido.
Madre e hijo
Otra vez estamos en 1974 y Carlos Caszely llega a Chile para encarar la repesca ante la Unión Soviética, que al final no se juega ante la negativa de los soviéticos por jugar en la misma ciudad donde derrocaron a Allende y Chile avanza al certamen orbital.
Caszely saluda a su familia, pero ve que no responden como habitualmente lo hacen. Llegan a la casa y Carlos le pide a su madre que le cuente qué ha ocurrido. Doña Olga se niega, pero luego accede y le dice que se la llevaron secuestrada y luego fue torturada. El ‘Chino’ al principio cree que le están jugando una broma, pero su señora madre decide abrirse la blusa y le muestra a su hijo las marcas de los cortes y quemaduras que recibió en su pecho y vientre. Al ver esto, Carlos Humberto abrazó a su madre y se puso a llorar con ella. Finalizado su periplo en Chile, ‘El Rey del metro cuadrado’ se llevó a Doña Olga a vivir con él a España hasta que regresó a suelo ‘austral’ en 1978.
“A pesar de haber pasado tanto tiempo, resulta muy complicado recordar esa imagen. No encuentro la palabra precisa… Tristeza, congoja. No sé. Te recorre un profundo dolor cuando una madre te cuenta la tortura que sufrió. Y eso que ella nunca contó a su familia todas las vejaciones que le hicieron pasar por la vergüenza que una madre puede sentir ante sus hijos y ante su esposo. Me pregunto cómo no va a reaccionar un ser humano ante eso o ante lo que le pasó a un padre, a un hermano o a un amigo”, recordó el ariete ‘austral’.
Diez años después de su regreso a Chile, se convocó a un plebiscito para definir si Augusto Pinochet seguía en el poder hasta 1997. Se iniciaron campañas por el SÍ y el NO en todo el país y se designó incluso una franja televisiva a cada uno para mostrar sus respectivas publicidades a favor de cada opción.
En el marco de ese espacio por el NO, apareció en televisión nacional doña Olga Garrido dando su testimonio. “Yo fui secuestrada en mi hogar y llevada a un lugar desconocido con la vista vendada, donde fui torturada y vejada brutalmente. Fueron tantas las vejaciones que ni siquiera las conté todas, por respeto a mis hijos, a mi esposo, a mi familia; por respeto a mí misma. Las torturas físicas las pude borrar, pero las torturas morales no creo que las borre tan fácil, no se me pueden olvidar”, contó doña Olga.
Al terminar esto, la cámara cambia de plano y enfoca a Caszely, donde da a conocer que aquella mujer que contaba los atropellos que cometió el gobierno de Pinochet contra ella era su madre. La propaganda conmovió a todos y el 5 de octubre, dia de los comicios, el NO ganó y se dio fin a la dictadura.
Carlos Caszely aún hoy es considerado como un ejemplo de resistencia y un ícono de contracultura no solo en Chile, sino en el mundo. Aunque en la memoria colectiva aún se recuerda la roja que recibió en Alemania 1974, el ‘Chino’ dejó un legado imborrable acerca de cómo cambiar un panorama turbio y sombrío con pequeñas pero significativas acciones. Se convirtió para siempre en el ‘jugador del pueblo’.