Por Juan Roa De Ávila
Voceros de la Clínica Country de Bogotá confirmaron en los últimos días que el Ministro de Salud, Alejandro Gaviria, fue diagnosticado con un “Linfoma no Hodgkin de las células grandes”, un tipo de cáncer en el sistema linfático, ubicado en el estómago.
A través de un comunicado, el centro médico confirmó que Gaviria ingresó a la institución la semana pasada a causa de un fuerte “dolor abdominal”.
Al respecto, Gaviria Uribe se refirió: “No voy a contar los detalles (no vienen al caso), pero varias horas después, un Tac sugirió el diagnóstico que habría de confirmarse una semana después: tengo un linfoma, en particular, un linfoma no Hodgkin difuso, de célula grande tipo B”.
Algunas versiones apuntan a que a pesar del diagnóstico establecido, el ministro no se retirará del cargo sino que se tomará una licencia para someterse a un tratamiento médico.
Desde hace cuatro años y nueve meses Gaviria viene ejerciendo como titular de la carteta de salud. Nació en Chile, pero pronto sus padres lo trajeron a Colombia, donde finalmente se graduó como Ingeniero Civil en la Escuela de Ingeniería de Antioquia y posteriormente cursó varios posgrados en Economía. Se ha desempeñado como investigador del Banco Interamericano de Desarrollo, subdirector de Fedesarrollo, subdirector del Departamento Nacional de Planeación, investigador del Banco Interamericano de Desarrollo y columnista de El Colombiano.
Esta es la carta que Gaviria publicó en su blog personal agaviria.blogspot.co, titulada ‘Cosas que pasan’:
El jueves de la semana pasada me desperté con una sensación de llenura. Estuve muy temprano en una charla con los secretarios de salud municipales. Cuando llegué a la oficina, a eso de las 11 a.m., me seguía sintiendo mal, abotagado a pesar de no haber comido nada desde temprano. Hacia el mediodía me comenzó un fuerte dolor en la parte superior del abdomen. No le puse atención. Traté de pensar en otra cosa. Almorcé malamente. Asistí a varias reuniones. Intenté distraerme con los problemas del día, el mes y el año.
Hacia las cuatro de la tarde, el dolor era insoportable. No pude mamarle más gallo. Las evasivas eran ya una forma de estoicismo imprudente. Salí hacia la clínica del Country, torcido por el dolor (literalmente). No voy a contar los detalles (no vienen al caso), pero varias horas después, un Tac sugirió el diagnóstico que habría de confirmarse una semana después: tengo un linfoma, en particular, un linfoma no Hodgkin difuso, de célula grande tipo B. De muy buen pronóstico afortunadamente.
Nunca había sido hospitalizado. Nunca había recibido anestesia general. Nunca había sido un paciente. Todo eso cambió. Súbitamente. En unos cuantos días. Hacia ejercicio regularmente. Comía bien. No me he fumado un cigarrillo en toda mi vida. No soy un asceta, pero mis amigos decían con razón que era un poco aburrido, contenido, cansón. “Toda la vida responsable”. Siempre he sido un esclavo del súper yo. O como decía alguien, me dejo mandar muy fácil de la fuerza de voluntad. “The ways we miss our lives are life”, dice el poeta.
Ahora recuerdo la pregunta de Christopher Hitchens, “¿por qué yo?”. También recuerdo su respuesta, “¿por qué no?”. Esto no es un llamado, ni una prueba, ni un castigo, es una enfermedad con causas conocidas, pero, como siempre en el mundo de la complejidad biológica, con un halo de misterio. Tengo plena confianza en los médicos colombianos y en nuestro sistema. Mi tratamiento será estándar, sustentado en la evidencia, sin apuestas experimentales, ni medidas heroicas. Creo en la ciencia como toca: con vacilación y escepticismo moderado.
Cinco años en el ministerio me han preparado para los insultos, los agravios y lo peor del corazón humano. Pero también me han dejado cientos de amigos. Al final es lo único que cuenta, el amor y el aprecio de la gente que uno quiere y aprecia: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los estudiantes y tanta gente con la que he compartido en tantos lugares diferentes. A todos, un abrazo fuerte. Los quiero mucho. Ya nos encontraremos, para seguir viviendo los días, las semanas, los meses y los años. Prometo, eso sí, cambiar un poco, ser menos contenido, un asceta con licencias frecuentes.
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