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Por: Maria Camila Narváez, Ana María Drago, Alejandro Moreu, Leonor Lozada y Carolina Marenco Foto: Camellón del Museo Romántico actualmente.

El 7 de abril de 1983, entre los árboles monumentales del Viejo Prado, donde alguna vez vivieron las familias pudientes de la ciudad, una de sus casonas (ubicada en la carrera 54 #59-199) abrió sus puertas para inaugurar un baúl de recuerdos de la historia de la Arenosa.

Se trata de una casa de estilo republicano de dos plantas, compuesta por espacios como la Sala Barrio El Prado, el Salón Bolivariano, la Sala Colonia Hebrea y muchos otros que ilustran, a través de piezas únicas, la historia y la cultura de Barranquilla, dando paso a la creación de un museo de amor a ella: El Museo Romántico.

Existió un tiempo donde todos iban a ver aquel invento liderado por Alfredo de la Espriella, cronista e historiador de la ciudad que, en su momento, llegó a ser reconocido como “la persona que más sabía de la historia de Barranquilla”. Era un tiempo donde el teatro del museo era escenario para eventos culturales, donde muchos de los colegios de la ciudad iban con los niños tan seguido que la calle junto al parque Los Fundadores se llenaba de buses y la visita al mismo era una parada obligada para turistas y barranquilleros.

Sin embargo, atrás quedaron aquellos días dorados del Museo Romántico. “Desde hace muchos años el museo viene decayendo  por falta de mantenimiento y por no estar vinculado a las dinámicas de los proyectos culturales del distrito”, expresa Miguel Iriarte, antiguo director del Instituto Distrital de Cultura de Barranquilla. Las visitas de turistas, colegios y de los mismos barranquilleros hoy en día son casi nulas, haciendo que esta memoria histórica de la ciudad se enfrente ante una difícil situación económica que pone en riesgo su futuro.

Aunque el museo mantiene su arquitectura original, actualmente se encuentra descuidado y deteriorado por el paso de los años. Las rejas y ventanas de la entrada están carcomidas por el óxido dando la impresión de que es una simple casa abandonada, lo cual le resta el atractivo que alguna vez tuvo. A pesar de esto, el museo sigue teniendo dentro de sus paredes gran parte de la historia de Barranquilla y todavía se encuentra en funcionamiento, pero sin guías y sin la iluminación necesaria para todas la habitaciones.

Alfredo se sienta casi todos los días en la terraza de la casa, dispuesto a conversar con todo aquel que se acerque. Sin embargo, muchas veces sus palabras se desvían de la coherencia debido a que padece de Alzheimer, llevando esto a que su mente de historiador se haya ido carcomiendo y desgastando, justo como el museo en la memoria de los barranquilleros, condenando a olvidar la historia de su querida Barranquilla de la misma forma en que la ciudad se ha ido olvidando de ella.

Por el estado de salud de Alfredo, el museo ha quedado en las manos de su esposa Gloria de la Espriella. Antes de que él padeciera Alzheimer, ella se encontraba ayudándolo con el funcionamiento, mientras Alfredo ejercía como profesor de la Universidad Autónoma del Caribe. Sin embargo, ahora Gloria admite que ella se encuentra sosteniendo el museo y abriéndolo todos los días, no por amor al deteriorado lugar, sino por amor a su esposo. “A él (Alfredo) se le olvida todo, se le olvida todo menos el museo, el día que a él se le olvide, vendo el museo, vendo el apto y me voy de aquí”, expresa Gloria al respecto.

Ella afirma que se encuentra decepcionada de cómo los barranquilleros han sido “mal agradecidos” y que hubiese preferido dedicarse a otra cosa en lugar de dedicarle tanto tiempo al museo. Durante años ha pagado de su dinero el sueldo del celador, el recibo de la luz y del agua porque el museo no está generando ganancias. “De mi plata no voy a pagar ni una escoba más”, dice Gloria con desapego, al tiempo que le augura un futuro oscuro al museo debido a que no hay dinero para realizar los arreglos requeridos y no están recibiendo ningún tipo de ayuda de los ciudadanos ni del Distrito.

 

“A él (Alfredo) se le olvida todo, se le olvida todo, menos el Museo”: Gloria de la Espriella

El acuerdo con el Distrito

Durante estos años en los que el museo ha estado en decadencia, la Alcaldía Distrital ha emprendido varias intervenciones en busca de mitigar, al menos un poco, la descomposición de la casa histórica. Una de ellos fue en el periodo de 2008-2011 con Diana Acosta como secretaria de Cultura. Acosta afirma que desde el primer gobierno de Alejandro Char hasta el actual mandato se han propuesto momentos para dialogar y establecer un convenio con Alfredo y Gloria, pero han sido muchos los obstáculos por parte de la pareja a cargo del museo, pues consideran que el gobierno intenta arrebatar el legado de sus manos. Además, han expresado que las propuestas son presentadas únicamente en  momentos de escándalo.

“Fueron muchísimas reuniones hasta que por fin logramos un convenio económico. Sin embargo, uno de los puntos en desacuerdo con el museo fueron los impuestos que no entendían, porque tenían que pagarlos siendo estos una obligación de ley” y por este motivo aún no se ha llegado a un acuerdo las dos partes. Por otro lado, Gloria de la Espriella señala que el Museo estará abierto hasta que se pueda y cuando no se pueda, se cerrará porque no existe más solución.

Así que de parte del Distrito, el futuro del museo también es incierto, porque mientras no se cumplan ciertos requisitos de parte de la entidad privada en relación con el Estado, como afirma la actual Jefe de Comunicaciones del Distrito, Diana Acosta, no se podrá avanzar. “Cuando firmas con el Estado, hay que cumplir unas obligaciones”, expresa la funcionaria, quien agrega que por esta razón no se pudo avanzar más en la intervención del 2011.

“La ciudad tiene otras prioridades”

Gloria considera que su esposo perdió su tiempo haciendo una obra muy grande y enriquecedora para una “ciudad que no tiene cultura”. Muchas veces el matrimonio ha manifestado que la indiferencia se debe a que Barranquilla tiene otros intereses como prioridades, Gloria señala que francamente “aquí no hay cultura para un teatro ni para un museo, acá hay cultura para el Junior y para el Carnaval”.

El Museo Romántico se ha ido desvaneciendo de la memoria de los barranquilleros. Los mayores tienen recuerdos concretos de él y su función, pero, a medida que las edades se van acortando, los recuerdos del Museo también lo hacen y los ciudadanos no hacen nada al respecto. Las generaciones más jóvenes no tienen conocimientos sobre ese lugar donde reside tanta historia de su ciudad, y el que tienen solo está relacionado con el carnaval. Nadie les ha enseñado al respecto, así que desconocen pequeños detalles.

Dentro de esta casona se encuentran muchos de los inventos en los cuales fue pionera la ciudad. En distintos rincones de sus enormes paredes, permanecen agrupados el piano del Teatro Emiliani, los vestidos de coronación que han lucido las reinas del Carnaval de Barranquilla, la máquina de escribir en que García Márquez redactó ‘La hojarasca’ -su primera novela-, la partitura original del Himno de Barranquilla de Amira De la Rosa, el primer teléfono de Colombia y muchos otros objetos que hacen del museo un sitio histórico vital de todos los barranquilleros, el cual no se puede dejar caer en el olvido.

“Aquí no hay cultura para un teatro ni para un museo, acá hay cultura para el Junior y para el Carnaval”, dice Gloria de la Espriella

Claramente existe un llamado de auxilio que los barranquilleros necesitan escuchar para no dejar perder este importante lugar lleno de valor histórico y cultural. Inclusive, en la entrada del mismo Museo Romántico se encuentra una placa dirigida a ellos: “Esta es tu casa, la de tu ancestro y linaje bajo cuyo techo en sus paredes, archivos y rincones confidenciales se guardan reliquias que pertenecen a tu pasado, testimonios fieles de una tradición romántica…“ Este mensaje transmite la forma en que se les entregó el Museo como un regalo: una pieza histórica de su propiedad. De igual manera, la misma placa en donde se encuentran grabadas estas palabras refleja la situación actual del museo, desgastada y faltando en ella algunas letras que dificultan su lectura.

Con el pasar de los años este baúl de recuerdos de la historia de la Arenosa ha ido envejeciendo y su relación con los barranquilleros se ha ido apagando como el romance de un amor que se va acabando hasta ir quedando lentamente en el olvido. La situación económica es cada vez peor. Cada vez está más destronado y su destino tornándose más inestable. Todo esto haciendo que el futuro del Museo Romántico se encuentre en las manos de todos, pero a la vez, de nadie.

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