Por: Zharick Ponce
Humberto Ponce tiene una biblia en su casa. Busca entre las páginas el libro de Apocalipsis para encontrar una de las frases que tiene resaltada: “Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir”. Desde que los casos por Covid 19 empezaron a aumentar en Colombia –es decir desde el segundo mes de 2020- Humberto ha empezado a hablar con sus familiares sobre los impactos que puede traer el virus. Él considera que con su llegada se da inicio a un final inminente al que se aproxima a la tierra. Como Humberto, muchas personas han tratado de buscar una explicación a lo que la humanidad está viviendo, llegando incluso a creer que el contagio –y él lo repite- es una de las tantas señales enviadas para predecir el fin del mundo.
Desde su aparición en la ciudad china de Wuhan (centro) hasta su propagación en varios países asiáticos, su llegada a Medio Oriente, América y Europa, el virus covid-19 se ha esparcido, y a su paso, ha sembrado temor y cobrado vidas. Según la OMS, El COVID‐19 es la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más recientemente. Se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves como afecciones respiratorias.
Las redes sociales han jugado un papel estratégico para conocer el estado y los avances de la enfermedad, lo que incluye la propagación de predicciones sobre el final de los tiempos. Una de las teorías que se origina en las redes, hace referencia a los 4 Jinetes del Apocalipsis, que se describen en la primera parte del capítulo sexto del Apocalipsis. El capítulo habla de un pergamino en la mano derecha de Dios que está sellado con siete sellos; en ese escenario Jesús abre los primeros cuatro sellos de los siete, liberando a estos jinetes que montan en caballos blanco, bermejo, negro y amarillo. Según la exégesis representan y son alegorías de la conquista o la Gloria, la guerra, el hambre y la muerte, respectivamente.
Humberto tiene 83 años, es taciturno, dado a la meditación y solo opina acerca de temas que considera de suma importancia. Para su hija y su sobrina ha sido desconcertante escucharlo hablar del final de los tiempos, siempre ha sido un hombre religioso pero jamás lo habían visto adoptar comportamientos alarmistas. Incluso cuando le está hablando de los cuatro jinetes del apocalipsis a su sobrina lo hace de forma calmada, no sube la voz y le explica con tranquilidad las razones por las que cree que está llegando el fin del mundo.
– Esto logró para todo el mundo, dice señalando el televisor apagado.
– Tío pronto encontrarán una cura- le responde su sobrina
– Y luego vendrá algo peor y así continuará.
Su sobrina no tiene respuesta para eso, no quiere seguir dando de largo a la conversación. Aunque le explique a su tío que el virus no acabará con el mundo, el hombre se rehúsa a tener esperanza.
No piensa igual el padre Allan Deck Figueroa, profesor de teología en Loyola Marymount University de los Ángeles que, en una entrevista para el periódico Los Angeles Time, se dirigió a los fanáticos y a los creadores de estas teorías diciendo que “La cadena de acontecimientos ha llevado a mucha gente a ver el coronavirus como el principio del apocalipsis o el fin del mundo, pero si nos remontamos a otros tiempos siempre desde hace 2000 años han ocurrido desastres naturales y pandemias, así como recesión y guerra”. Además, en sus declaraciones del 17 de Abril del presente año, menciona que no se trata de un castigo de Dios: “Siempre han dicho que lo malo que ocurre es castigo. No se trata de castigos sino del hecho de que hay maldad e imperfección en el mundo, como resultado de la libre voluntad del hombre que lleva a consecuencias destructivas y la muerte”.
Aunque el padre Allan refiere palabras tranquilizadoras, en Colombia el escenario ha sido diferente. En varias ocasiones se han evidenciado noticias de pastores que desde sus casa niegan la existencia de un tal virus y le piden a sus feligreses “ayudas” para mantener en pie las congregaciones. Miguel Arrázola y su esposa han protagonizado varias de las noticias, primero se popularizó un video en redes de María Paula (la esposa de Arrázola) que entre lágrimas expresa su tristeza a la falta de asistentes a la congregación, debido a las medidas adoptadas por el gobierno.
En su instagram el pastor tiene 378 mil seguidores, sus videos y sus publicaciones suelen tener más de 31 mil interacciones, en otras palabras, según los estándares de hoy en día ya se le considera un auténtico “influencer”. En un live de instagram con más de 2000 espectadores el pastor colombiano, quien se encuentra sentado junto a su esposa, llama al “guía espiritual” Ruddy Gracia, la conversación que empieza con bromas y risas va tomando un rumbo hacia una teoría conspirativa:
– Hay un grupo élite de nivel global que está preparándose para poner una vacuna obligatoria y con esa vacuna poner un chip que se llama ‘ID2020’, hecho por el señor Bill Gates- dice Gracia en tono alarmista
– Lo creo- Responde María Paula
Luego el guía espiritual hace referencia nuevamente a la vacuna a lo que María Paula responde de forma efusiva “¡No la quiero!”. Gracia sigue explicando su teoría, mientras el pastor y su esposa asienten e interrumpen de vez en cuando para darle la razón, ahora la escena se torna hacia un nuevo tema, la religión:
– La OMS, empieza a explicar casi entre gritos-, busca hacer una plataforma de globalización para traer al anticristo como una sola religión y un nuevo orden mundial- dice Gracia.
Con todas la oleada de información, predicciones y teorías conspirativas, la calma que el gobierno pide para aguantar los meses de confinamiento y crisis parece ser más distante.
Con la tranquilidad que lo caracteriza a Humberto, toma asiento en el sofá que está en medio de la sala, busca el control remoto y sintoniza un canal nacional. La sobrina de Humberto lo describe como un hombre “atlético”, es bajito y su cabello está cubierto por cabellos finos y blancos. Empieza el noticiero de las 12:30 del mediodía, en los titulares se anuncian más casos de contagio y muertes, mientras que los recuperados son pocos.
– ¿Viste tu?, le dice a su sobrina- Cuando iba a pensar yo que a mis 83 años estaría en medio de una pandemia ¿cuando? – finaliza antes de concentrarse en el noticiero.
La desesperación empieza a hacer de las suyas, el hombre que en un principio pedía a sus familiares que cumplieran las medidas preventivas ahora busca excusas para salir. Al inicio del confinamiento le bastaban sus sopas de letras y crucigramas para pasar el tiempo, pero a medida que los días avanzan los espacios de su casa ya no son suficientes.
– ¿A dónde vas?- Le pregunta su sobrina en tono demandante
– Al cajero a sacar plata
– Yo te hago el favor
– Yo puedo solo. Hace una pausa mientras busca las llaves- Así como van las
cosas se pueden poner peor y yo no quiero estar encerrado para siempre- dice mientras abre la puerta y sale.
El señor Ponce, se encuentra desesperado y atosigado por el encierro. Aunque según la ley dice que hace parte de la población vulnerable, él siente la necesidad de salir. Le basta con hacer diligencias cerca de su casa, las mismas diligencias que antes le parecían insoportables.
Cuando se aburre del sofá y la televisión se asoma a la terraza, localiza a un vecino de su edad con el que jugaba dominó en sus tiempos libres. Se apoya del barandal que divide su casa con la calle y empieza a conversar a gritos con su vecino.
– ¿Será que sobrevivimos? le pregunta su amigo desde la terraza, Humberto ríe y se rasca la cabeza
– Jumm, quién sabe…