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Por Clarithse Yepes y Juan José Jiménez

Los carnavales de Barranquilla la hicieron famosa, y no precisamente por ser la reina de las fiestas de la ciudad. Belinda García con tan solo diez años corría de lado a lado por las calles del barrio La Unión, en la arenosa. En su casa, para la época carnestoléndica, hacían un gran bazar, donde sus padres vendían todo tipo de comidas y bebidas. Ese era el epicentro de la fiesta de Carnaval todos los años. Allí llegaban periodistas, músicos, políticos y personas del común de la ciudad, que año tras año admiraban su carisma.

Con una sonrisa esa chiquilla llenaba de alegría a su familia. Sus padres siempre fueron su ejemplo, la apoyaron y la encaminaron a ser una periodista insignia de la región Caribe.

Con el pasar de los años, la admiración por Belinda fue creciendo. Se hacía notar con sus habilidades lingüísticas, le gustaba estudiar idiomas y anhelaba ser una gran traductora.  A pesar de su imperioso deseo, la vida la puso en otro camino, y allí fue donde por dificultades económicas no pudo estudiar lo que soñaba.

En el colegio se destacó por ser una de las mejores estudiantes. Desde la primaria hasta el bachillerato sus calificaciones hicieron que sus padres se sintieran orgullosos. Su personalidad, su sonrisa, sus ojos pequeños, su rostro redondo han hecho de Belinda una mujer querida y rodeada de mucho amor.

La niña ya había crecido y aún no sabía lo que le deparaba la vida. Empezó sus estudios en Comunicación Social por ser lo que más se parecía a lo que toda su vida había anhelado: el bilingüismo. En la academia se fue destacando poco a poco, empezó en la radio, se dio paso en los diarios y hasta el día de hoy se desenvuelve perfectamente ante las cámaras de televisión.

Con esperanza, fuerza, alegría y mucho entusiasmo, empezó la carrera de su vida. Los pasillos de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla la vieron madurar. Cinco años traducidos en diez semestres hicieron de Belinda una comunicadora social que hoy acumula 25 años de experiencia y trayectoria. Algunos compañeros de clases se convirtieron en amigos entrañables de trabajo y de su vida.

“Bely”, como popularmente es conocida en la academia, ha ocupado varios puestos en la Universidad Autónoma del Caribe. Fue decana del Departamento de Comunicación Social y Periodismo, directora del Canal y actualmente directora de protocolo de la misma institución.

“Belinda, en el ámbito familiar, es una mujer cariñosa y amorosa con su hijo Kevin. Con ese hijo, por ser unigénito y primogénito, yo pienso que ha derramado todo su amor, todo su cariño. Toda capacidad de madre la ha concentrado en su hijo Kevin”, así la describe Ricardo Vélez, compañero de trabajo.

Cuando todo era perfecto, Belinda tenía la familia que soñó, su esposo Germán Hennessy y su Hijo Kevin Hennessy habían decido compartir ese amor con otro bebé. Pero en medio de esa decisión, se abrió un túnel oscuro que no parecía tener salida. Es allí donde termina la primera vida que Dios le había regalado a Belinda y empieza una lucha por su nuevo renacer.

Al querer concebir otro hijo, a Belinda le diagnostican miomas, tumores no cancerosos que crecen en la matriz de la mujer. Al realizar el procedimiento de extracción, el médico decidió auscultarle sus órganos y es allí donde descubren que la apariencia de su hígado no era normal.

“Me empezaron a hacer unos exámenes de rutina para descartar cualquier enfermedad. Al recibir los resultados después de muchos procedimientos, el médico me dijo: ‘después de ver los resultados de todos los exámenes, lamento decirte que la apariencia de tu hígado es la respuesta de la Hepatitis C’”, dice Belinda.

Esa fue la noticia más dura que ha recibido esta mujer en su vida. Luego de asimilar esta prueba que se le había interpuesto, Belinda se armó de valor y se dijo a sí misma que tenía que salir adelante. Fue en aquel momento donde empezó la lucha por su segunda vida, como ella misma afirma.

Con entusiasmo, determinación y sobre todo mucha fe, Belinda se dejó revisar de un especialista. El panorama no era nada alentador, le ordenaron unos medicamentos que no cubría el llamado post y en medio de la preocupación por esta medicina, esta mujer valiente decidió personificarse de la situación y salir a conseguir sus medicamentos por la EPS en la que ella estaba afiliada.

“Pedí una cita con el gerente de Coomeva, me vestí, me maquillé y salí con la mente positiva que todo se me iba a dar ese día. Al llegar a las instalaciones de Coomeva salió un señor muy elegante y me miró en repetidas ocasiones, me llamo por mi nombre, y me dijo: ‘Belinda, quizás no me conozcas pero yo a usted sí la conozco, cuando fue usted fue vicedecana de la universidad, mi familia tenía aprietos económicos y ya estaba a punto de culminar la fecha límite para cancelar la matricula. Mi hija se acercó a usted y le pidió el favor que le colaborara ampliando el plazo de cancelación; usted se lo amplió y en ese momento se fue a un cajero y le regaló todo lo que tenía en una tarjeta. Mi hija logró graduarse de Comunicación Social y hoy ocupa un alto cargo en la dependencia de órdenes de medicamentos de alto costo’. Allí sentía que Dios estaba conmigo, las lágrimas empezaron a caer por mi rostro de felicidad, sentí que estos eran los primeros ángeles terrenales que Dios había puesto en mi camino”, cuenta con notable emoción en su rostro.

Después de este episodio, pudo obtener los medicamentos que necesitaba. Fueron 72 ampollas que decidió aplicárselas todos los viernes por los efectos secundarios que estas le producían en su cuerpo. Se dice que las ampollas, por su contenido químico, son muy parecidas a unas quimioterapias, las personas pierden peso, se hace notable la caída del cabello y el cuerpo poco a poco pierde fuerzas. Y precisamente estos efectos los empezó a enfrentar Belinda.

“Fue un proceso bastante difícil, pero nunca perdí las esperanzas. Decaí bastante pero así continúe con mi trabajo. Por eso escogí el día viernes para aplicarme las ampollas, porque en horas de la tarde estaba libre mi agenda y tenía el fin de semana para recuperarme”, explica.

Sin embargo, los resultados no fueron los más satisfactorios, la Hepatitis C había avanzado mucho y la única opción que quedaba después del tratamiento era el trasplante hepático. El galeno Rolando Ortega, especialista en hepatología, fue la persona encarga de autorizar el trasplante. Belinda se trasladó a la ciudad de Cartagena y allí ocurrió su segundo milagro: le dieron el tan esperado aval para el procedimiento.

La ley 1805 de trasplante de órganos en Colombia en el año 2012 en su compendio establecía que solo podían donar órganos las personas que en vida tomaran la decisión de hacerlo, de lo contrario no se podía dar paso al procedimiento. Pero solo hasta el año 2016, la ley 1805 de trasplante de órganos, bajo el mandato del presidente Juan Manuel Santos, hace que todos los colombianos se conviertan en donantes. A pesar de esta primicia, los protocolos para realizar un trasplante siguen siendo los mismos. Belinda entró a hacer parte de esos protocolos, ingresó a la gran lista de espera en donde hay miles de colombianos, y por supuesto, personas delante de ella.

Su amiga Pierina Ortegón recuerda que esa espera cada día para ella era un día de alegría. No importaba de qué color fuera el día, pero su corazón estaba siempre dispuesto a sonreír ante esta prueba. También recuerda que al no pasar la primera prueba de los exámenes para el trasplante, su amiga había decaído bastante por el tratamiento, pero no se imaginaba que llegaría la llamada que le cambiaría su vida y le diera la oportunidad de seguir en este mundo.

El 18 de Noviembre de 2012 llegó una parte de ese renacer. “Ese día me llamaron para hacerme aproximadamente cien exámenes que debía tener en regla. Viajé a Medellín y ahí empezó una carrera que no parecía tener fin”.

Para esa fecha Belinda pesaba tan solo 45 kilos, su ropa caía, su cara no era la misma redonda de ojos chiquitos y cabello largo. Todo eso había desaparecido poco a poco. “Medellín se quedaba con la Belinda alegre, dada a sus amigos, colaboradora y esa mujer que daba todo por los demás, en medio de lágrimas”, así lo recuerda Mauricio Barrios, amigo personal de la comunicadora.

Posteriormente, llegaría un momento que marcó un antes y un después en la vida de esta periodista. En la mañana del 6 de febrero de 2013, llegó el llamado del médico. Era para confirmarle que se llevaría a cabo el trasplante de hígado. Ella lo describe como unas escenas de película, la estaban esperando médicos, enfermeros y auxiliares para ingresarla al quirófano. Era uno de los días más determinantes de su vida. El proceso de trasplante comenzaba, pero no todo marchaba bien, Belinda había sufrido una hemorragia a causa del cierre de las venas esofágicas, sin embargo, sobrevivió y no ocurrió nada grave.

Para sorpresa de los médicos, la cirugía fue tan exitosa que la glándula hepática tuvo compatibilidad con el organismo de ella. Es decir, no hubo necesidad de acomodar el hígado en su cuerpo. Para Belinda no era más que un gran milagro de Dios en su vida. De esta manera, comenzaba un nuevo ciclo en la vida de la periodista barranquillera, aunque el trasplante fue un éxito, el proceso posterior no fue tan sencillo, pues sufrió de fiebres e infecciones en las vías urinarias. Tres meses fue lo que duró en el hospital San Vicente de Paúl y tres más en el control pos hospitalario.

Para Belinda aquel 6 de febrero de 2013 fue un nuevo nacimiento, fue el día donde sintió un renacer en su vida. Mientras se practicaba el trasplante en Medellín, en Barranquilla se llevaba a cabo el Carnaval, una fiesta que ella siempre estaba acostumbrada a disfrutar, pero por cosas de la vida no podía estar allí, sino que estaba esperando un parte de aliento de los médicos.

Años después, la hepatitis C intentó aquejar su salud nuevamente. El medicamento que le recetaron para combatir esta enfermedad solo lo encontraba en la India; a pesar de las dificultades, pudo conseguirlo y así aferrarse a este tratamiento para impedir que se acrecentaran las posibilidades de sufrir la hepatitis nuevamente.

Para ella, el apoyo de sus amigos y de su familia fue clave en todo este proceso de recuperación y superación de esta dura enfermedad. Su hijo Kevin sigue siendo esa inspiración para luchar y seguir adelante a pesar de tantos obstáculos. Ver triunfar a su hijo en el ámbito académico le ha llenado de orgullo.

Por su parte, Kevin Hennessy también afirma que su madre significa mucho en su vida. “Estoy netamente orgulloso de ella. Siempre me inspira a dar lo mejor de mí, a creer más en mí y a ser un poquito más como ella cada día”, afirma con un rostro que deja entrever ese amor incondicional por su madre.

De esta manera, Belinda García hoy sigue en pie de lucha ante las adversidades de la vida y ante las enfermedades que pueden seguirle aquejando. Vive agradecida con Dios día a día. Aquel proceso de trasplante la convirtió, sin duda, en una mujer más luchadora y creyente.

Así lo afirma Jorge Luis Peñalosa, compañero de trabajo y amigo de la periodista: “Ella le da todos los días gracias a Dios por este renacer, como lo llama literalmente. Ella creyó y dice que está viviendo una segunda parte de su vida. Una primera parte que fue y después la segunda parte de su vida. Dios es lo más importante en su universo”.

Hoy, Belinda García asume el cargo de directora de protocolo de la Universidad Autónoma del Caribe. Además trabaja en un programa radial con el diputado Adalberto Llinás. Actualmente se encuentra en Bogotá recibiendo honores en representación de la Uniautónoma. Vive agradecida y dando testimonio del gran milagro que le cambió su vida para siempre.

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