Por: Andrés Oviedo
Es algo raro sentirse triste por unos 4 muros. Me pregunto si la escuela, mi escuela, no tiene vida, cómo va a sentir. Pero bueno, ¿cómo no va a estar viva? si ésta es más mi casa que mi casa. Está viva porque yo le comparto de mi vida y todos y cada uno de mis compañeros lo hacen, tiene que estar viva, más viva que yo.
Pero si está viva, ¿qué piensa? ¿por qué permite que se le trate tan mal? ¿por qué no habla, no se queja? Si ella está viva tiene que sentir, tal como lo hago yo. A mí me duele, a ella debería dolerle, no sé cómo es capaz de sentirse apática ante lo que está mal, no comprendo cómo puede voltear la cara al mismo tiempo en que reprime a todo el que intenta hacer que piense diferente.
Cómo, me pregunto, ¿cómo soporta el llanto de más de 1000 seres que anhelan una respuesta suya, una guía?. Escuela, por favor, dime de la forma que prefieras, pero mirándome a los ojos, que en realidad no te importa Carlos, quien ahora se encuentra llorando en el baño porque un día como hoy mataron a su padre, o Vanesa, que está triste porque su mamá no tiene cómo mantenerla y porque tú cada día decaes más por el interés de unos pocos.
Contéstame, pero de forma sincera, ¿qué me espera el siguiente año cuando tu hermana universidad no tenga espacio para mí? Pregúntales a los profesores si ignorar a Juan, quien no logra concentrarse por el hambre, en realidad sirve de algo para solucionar ese problema. Contéstame algo, cualquier cosa, pero ya no sigas callada, escuela.