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Por: JAVIER FRANCO ALTAMAR 

Es una canción con mecha propia, de esas que lo mandan a uno a la pista sin pedirle permiso. Primero, los saxos; luego, un piano. La percusión palpita empujada por las maracas. Hay cambios súbitos de ritmo, fanfarria absoluta. De repente, los instrumentos callan, y empieza un tartamudeo quedito que va ganando intensidad en cada repetición. Se oye tres veces:  

Te,te,teo, eme, eme, eme, eme, ese, teo, eme, eme, ese, tumba, tumba, ra-ra-rá. 

Bueno, al menos eso parece decir. Su nombre es ‘Suby Universitario’, pero está muy distanciada de cualquier pretensión académica. Es, más bien, una pieza obediente a la inefable rítmica natural. 

Así que, para llegar a comprenderla, es obligatorio arañar un poco en su historia. No es algo que parezca importarles mucho a quienes saben de su existencia; aunque, con seguridad, no hay barranquillero raizal o adoptivo que no la haya bailado, escuchado o tarareado alguna vez en su vida. 

El autor de ese tema es el cubano matancero Dámaso Pérez Prado, un sujeto de hombros verticales, mirada triste y bigote a quien Benny Moré le decía ‘Cara de foca’, el mismísimo ‘Rey del Mambo’.  

Por esas maromas de la historia, la original de Pérez Prado, grabada en México en 1952, pasó al olvido. No ocurrió lo mismo, sin embargo, con que esta que hoy bailamos y gozamos, es decir, la versión de la Orquesta de Roberto Delgado, grabada igualmente en México, pero cinco años después. 

Algo que muy pocos recuerdan es que Delgado era, en realidad, Horts Wende, un director de orquesta alemán que adoptó el seudónimo para producir el álbum donde aparece el ‘Suby’, y así ganar reconocimiento en Latinoamérica. Y si su versión es la única que se baila hoy, eso quizás responda a que pellizca directamente los instintos con su melodía pegajosa.  Nada más alejado de lo que sugería la apariencia de Wende: algo de dignidad religiosa en la sonrisa a medias, un poco de nostalgia en los ojos descolgados, y unas gafas correctoras de profesor de filosofía.

Algo que pudo haber desfavorecido la versión original del ‘Suby’ es que, desde el principio, fue percibida como una copia menor del ‘Mambo Universitario’, una pieza producida un año antes en México por el mismo Pérez Prado. Pero esa es una parte del cuento que debemos examinar con algo de pausa.  

Hoy, si bien reconocemos a Pérez Prado como reinventor del mambo, también debe quedar claro que eso empezó mal, porque en su misma isla natal, les hicieron mala cara a sus experimentaciones rítmicas. Esa propuesta suya de meterle arreglos de jazz al mambo raizal fue vista por las disqueras como un esperpento. De manera que abandonó Cuba en 1949, y aterrizó en México. En eso tuvo mucho que ver su compatriota Kiko Mendive, quien motivó a Pérez Prado a marcharse al país azteca donde, a su juicio, sí había gente y mercado para sus obsesiones. 

Mendive -el primero en interpretar el mítico tema ‘Se va el caimán’ en el cine– no se equivocó: En México, Pérez Prado encontró músicos autóctonos que le siguieron las aguas y le dieron forma a su febril imaginación. Así nació el mambo con el que el matancero conquistó al mundo: una instrumentación de cuatro o cinco trompetas, cuatro o cinco saxofones, contrabajo, batería, maracas, cencerro, bongó y tumbadoras. 

Y este nuevo mambo también incluyó un contrapunteo entre trompetas y saxofones, lo que facilitó la aparición de la danza característica del baile. El mismo Pérez Prado bailaba dirigiendo las presentaciones de su grupo, y llenando las pausas de la síncopa con su grito emblemático:

¡AAAAG: DILO!

Con su nuevo vestido musical, el mambo de Pérez Prado empezó a volar a grandes alturas y en auténticas bandadas, porque él creaba piezas con la misma velocidad con que se logran pompas de jabón. En alguna entrevista, aseguró que las canciones se le ocurrían tan rápido que no había tiempo para bautizarlas. Por eso, varios de sus más representativas obras están numeradas en el título: El Mambo 5 y el Mambo 8 son los más populares. 

En ese frenesí creativo, los mambos de Pérez Prado disparaban hacia todo asunto y temática. Por eso, cuando el fútbol americano asomó sus narices por México a través de dos equipos universitarios, él creo un mambo para los dos más representativos: el del Instituto Politécnico, y el de la naciente Real Universidad de México (actual Universidad Autónoma, UNAM). Corría el año 1951. Ambas instituciones adoptaron sus respetivos mambos como temas de animación de porra. 

En coherencia con el grueso de la oferta de Pérez Prado, la importancia de esos dos mambos no recae tanto en la letra como en el ritmo. Ambos contienen una letra específica de apoyo a esos equipos. El de la UNAM -que adoptó el nombre de Pumas, su animal simbólico-, es el titulado ‘’Mambo Universitario’ y su mensaje dice: “Go-ya, Go-ya… Universidad / Preparatoria, campeón / P. U. M. A. S (así deletreado) / Pumas, Pumas, ra-ra-ra”. 

Pero, como ya hemos dicho, Pérez Prado no se quedaba quieto, y siempre estaba tratando de imponer nuevos ritmos. Por eso, en febrero de 1952 viajó a New York y allí grabó un tema titulado ‘Alékum Salem’ al que rotuló como ‘suby’. Más adelante, convencido de que funcionaría –a muchos, les parecía tan solo un mambo acelerado-, regresó a México y empezó a dedicarle subys a cuanto se le atravesaba  

Grabó casi uno por mes. Uno de ellos se lo dedicó, por supuesto, al equipo de la UNAM: lo tituló ‘Suby universitario’, y en esta versión primigenia, el mensaje de la porra sí se escucha clarito: 

Pe, pe, pe, u, eme, eme, eme, eme, a, ese, pe, u, eme, eme, a, ese, Pumas, Pumas, ra-ra-rá

Este suby fue uno más en una lista en la que aparecen: ‘El rey del suby’, ‘mambo-suby’, ‘Lindísima’, ‘A la Mangano’, ‘Suby del Poli’, ‘El ba-ba-la balau’, ‘Suby en París’, ‘El suby’, ‘Chiquita pimienta’ y ‘Yum-bam-be’. Pero la aceptación en el público no estuvo ni cerca de la que sí tuvieron los mambos. 

Así podemos ir concluyendo que el ‘Suby universitario’ es un sobreviviente. Uno de los responsables fue el músico de Guadalajara Ramón Márquez Carrillo, quien lo grabó con su orquesta en ese mismo 1952. Pero la verdadera reanimación estuvo por cuenta de Horts Wende, quien se topó con ese tema cuando husmeaba en el mercado musical de México. Y lo grabó en 1957, como parte de un álbum instrumental dedicado a canciones mexicanas.  

La transformación fue brutal: Wende suprimió las trompetas, enfatizó la presencia y el brillo de los saxos, limpió las descargas distractoras, hasta dejar la pieza tal y como la conocemos hoy. Debemos suponer que, si no le fue fiel a la porra original de Pérez Prado, fue porque, sencillamente, no le halló sentido. 

Este trabajo discográfico de Wende –convertido ya en Roberto Delgado, con sombrero charro y todo- apareció en 1958 y se dio a conocer con nombres distintos según los países donde se prensó: ‘Holiday in México’ para México y España, y ‘Along Mexican Highways’ para Alemania. Con el primer nombre, ingresó a Colombia ese mismo año; y con el segundo, cuatro años después. En el listado de temas que acompañan al ‘Suby’ figuran ‘Jarabe tapatío’, ‘Cielito Lindo’, ‘Amapola’, ‘Malagueña’, todos muy reconocidos en el planeta. 

En Barranquilla, el ‘Suby’ desembarcó un poco antes, a finales de 1957. Llegó en un disco de promoción, prensado en 45 revoluciones por minuto, de esos que llevan un tema por cara. Era un abrebocas que hablaba muy bien del aprecio de los productores hacia el ‘Suby’, porque en la contracara, venía el archifamoso ‘Jarabe tapatío’

Y ocurrió algo inusual para la época: el ‘Suby’ se transformó en la canción más escuchada y pedida en la primera parte de 1958, por lo que pasó a ser el tema distintivo del Carnaval de ese año. Esto resulta revelador porque tanto en los años anteriores como en los posteriores, los temas de Carnaval –los más pedidos y escuchados- eran de músicos regionales: En 1955, por ejemplo, había sido ‘Joselito Carnaval’, de Lucho Bermúdez; En 1956, ‘Ay, cosita linda’ de Pacho Galán; en 1957, ‘El sapo’, también de Pacho. Al año siguiente del reinado del Suby -es decir en 1959-, volvió Galán por sus fueros con ‘El camino culebrero’; y en 1960, se impuso el ‘Vacaponte’ de Francisco Zumaqué. 

De manera que el ‘Suby’ significó una ruptura en la tendencia natural del entorno, favorecida, también, con el fulgor de las verbenas como espacios de baile y diversión popular. Esto, a su vez, se vio atado a la masificación de los llamados picós, gigantescos equipos de sonido cuyos propietarios le apostaron a la sonoridad del Caribe, de las Antillas y hasta de África.  

Pero no solamente fue asunto de verbenas, sino de otros escenarios. Resulta llamativo, cuando menos, que durante toda la década de los 60 del siglo XX, el ‘Suby’ fue tema recurrente en las fiestas de matrimonio y quinceañeros, que, para ese entonces, se realizaban, más bien, de día. 

Jesús Sandoval, picotero de Soledad (Atlántico), recuerda que cuando era niño y acompañaba a su hermano, Luis Enrique, en las fiestas donde el picó familiar era contratado, la pieza más pedida era el ‘Suby universitario’.  La década ya iba por la mitad. 

“Mi hermano, que era el mayor de la familia, administraba y manejaba el equipo –relata ahora Sandoval- Yo tenía como 11 años. El picó se llamaba ‘El conquistador’. La gente nos pedía el ‘Suby’ a cada rato porque era superbailable. Y tanto lo pedían, que un día, mi hermano dijo: vamos a cambiarle el nombre al picó, y le puso ‘El Suby’’. 

Con los años, los dos hermanos tomaron rumbos distintos, pero Jesús continuó al frente del picó.  Y no pasó mucho tiempo para que dejara de ser Jesús, y ahora todo mundo lo conoce como ‘Suby’.  

Jesús ‘Suby’ Sandoval. Primero, con su picó: luego, en el estadero familiar que también se llama así y está ubicado en Soledad. Suby ha sido programador de radio musical.

Para la época en que la canción llegó a Colombia, cuatro amigos de un colegio en Medellín conformaron la banda musical Los Teen Agers, y le propusieron al país una mezcla de pachangas, merengues y charangas con el rock. Cuando llevaban unos cinco años produciendo, resolvieron grabar una versión propia del ‘Suby universitario’. Lo incluyeron en su trabajo discográfico ‘Se armó la pachanga’ de 1962. Tiene la particularidad de que, si bien, respeta los arreglos de Wende, combina sus porras con la de la versión original de Pérez Prado. 

Roberto Torres, músico local y cultor de esos ritmos trepidantes que muchos identifican con el Carnaval, se ha preocupado por incorporar pedazos del ‘Suby’ en su oferta. La más explícita está en la canción ‘Festín Carnavalero’, de finales del 2022.  A mitad de esa pieza, que es autoría del cordobés Luchito Burgos, Torres incrustó, un buen trozo del ‘Suby’ a lo Wende (o a lo Delgado): 

Ya en una pieza anterior de 2016 titulada ‘A bailar’. producida también con su orquesta Sensación, Torres incorporó la invitación con un coro que avanza en el mismo ritmo del puente de saxos que da paso a las porras del Suby:

Ven, ven, a bailar,

con la Orquesta Sensación.

Ellos ponen el sabor.

Amárrense bien el pantalón .

Por cierto: para tener una idea de lo vigente que puede estar la versión de Roberto Delgado por sí sola, baste con saber que, en la plataforma de Spotify, este artista tiene cerca de 14 mil oyentes mensuales, y que ‘Suby’ es la canción No. 10 en la lista de las preferencias de quienes lo escuchan.  

Y en YouTube, hay un amplio abanico de posibilidades para escucharla. En algunas de esas cuentas, de 7 u 8 años de existencia, se puede apreciar que la canción ha tenido más de 10.000 vistas. 

En lo que toca a Barranquilla, hoy prácticamente no existe plataforma digital, colección, o trabajo musical asociados con el Carnaval, o con sus verbenas, en donde no aparezca el ‘Suby universitario’. ¿A qué se deberá su eterna juventud? ¿Por qué se continúa bailando con frenesí? Chelito de Castro –uno de los músicos locales más destacados de nuestro presente- considera que quizás eso se deba al “calor de orquesta” del tema. Eso es algo que, a su juicio, se ha perdido con el tiempo: 

“Hoy, los músicos nos hemos convertido en acompañantes de cantantes. El ‘Suby universitario’ es un tema muy caliente donde los protagonistas son los metales, el piano, y los coros. Además, es un tema muy alegre. Pero más que todo, es el sonido de la orquesta como tal, donde todo está compenetrado”, dice Chelito. 

Y agrega que, hoy en día, por delante de todo eso -que el Suby Universitario de Wende sí ofrece al natural-, está la figura de un cantante, que, por lo general, debe ser bien parecido, y debe encantarle a la gente. “Porque, ahora, es preferible que el cantante encante, y no que cante”, remata Chelito. 

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Comunicador social-periodista (1986), Magíster en Comunicación (2010), con 34 años de experiencia periodística, 24 de ellos como redactor de planta del diario El Tiempo (y ADN), en Barranquilla (Colombia). Docente de Periodismo en el programa de Comunicación Social (Universidad del Norte) desde 2002.

jfranco@uninorte.edu.co

Comments
  • Luís Vega Rangel

    Excelente, Mi estimado Comunicador Social Periodista Javier Franco Alarmar.
    Un análisis didáctico, de uno de los temas musicales más bailado por los Barranquilleros en el Carnaval, fin de año y todas las épocas. Con apoyo músical del Suby Universitario original y el conocido por nosotros la versión de Roberto Delgado. Además de la fusión que realizó Sensación Orquesta… No sólo del ciclismo vive el Francés.

    30 octubre, 2023

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