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 Por: Alexis Posso

a)Los votos no fueron los suficientes; b) Hacía un frío de mierda; c) Ganó Uribe; d)Todas las anteriores. Pero no, no fue el clima, es que somos unos caraduras.

Acto 1.

 

Escena 1:

Alexis se levanta (tarde). Se baña, no desayuna, se arregla y corre para que su papá lo lleve hasta el puesto de votación que le asignó la registraduría porque hoy le toca ser jurado para el único plebiscito que ha tenido este país desde la dictadura de Rojas Pinilla. El carro no enciende —¡Mierda! —, tocó coger Transmetro.

 

Escena 2:

La ciudad está enchumbada, fría, no se puede caminar sin mojarse los pies por entre los zapatos. La gripa que llevo encima  hace dos días hoy va a empeorar porque no traigo paraguas —dos veces: ¡Mierda!—. Pero está bien, es el deber ciudadano el que llama y quizá si me porto bien y hago todo lo que me dicen, el universo será benevolente y comenzará una era de acuario para este país de (¿Adivinan?) mierda.

 

Escena 3:

El policía que me recibe en la puerta de la Escuela Normal Superior del Distrito de Barranquilla me mira con cara de “¿este man qué?”, no me cree que soy jurado, y debo proceder a presentar mi citación —No la traigo conmigo, porque qué mamera imprimir algo que explícitamente te dice que no debes imprimirlo —, entonces le muestro mi bandeja de correo electrónico, en mi celular, en medio de la lluvia. Él lleva impermeable y yo una camisa de algodón, mojada.

 

Escena 4:

Por fin me dejan pasar y de inmediato se me informa que mi mesa es la 6. Me toca con otros 5 humanos de los cuales solo una ha llegado. Pero con dos jurados se pueden iniciar los procesos de votación así que procedemos a sellar la urna y firmar el adhesivo. Aquí es donde empiezan a llegar los votantes: vamos a ver qué es lo que es.

 

Acto 2

La jornada no se ha sentido larga pero tampoco corta, el diluvio cesó a eso de las dos de la tarde y como no llegó mucha gente el dia se anduvo entre conversaciones “light”. Los jurados de la mesa 6 disfrutamos hablando de restaurantes y Coca-Cola. Votaron en mi mesa 139 personas. ¡139!, ¡de las casi 500 habilitadas para votar!, no estoy seguro de cómo sentirme, pero concluyo que no somos tan pendejos, que quizá fue la lluvia la que dejó a la gente en sus casas, pero seguro el resto del país sí votó. Hace 12 horas me bajé de un avión procedente de Medellín, estuve tres días y no hubo ni una sola vez que saliera de mi hotel y no me entregaran un folletico de “Vote sí y cambie a Colombia”, la gente parecía entusiasta, hasta ví un par de marchas por el sí mientras estuve allá. Marchas grandes; eso significa que hay esperanza, debe haber. En esta mesa votan sólo machos de la especie Homo Sapiens Sapiens, aunque al finalizar la jornada dudaré de si pensamos de verdad o no.

 

Se acercan las cuatro de la tarde y no hay más que hacer: ya lo que fue, fue. El funcionario de la registraduría que está a cargo de este punto de votación se pasea impaciente entre las mesas y a las 3.59 se parquea en la mitad del lugar con la mano derecha levantada a la vez  que mira su reloj. Nos dice que sigamos trabajando pero tan pronto se hacen las 4 suena el timbre del colegio a manera de señal de alto. “¡Se acabó!, procedan a destruir el material sobrante” es la orden exacta.

 

Acto 3

  1. Se rompen todos y cada uno de los tarjetones que no fueron utilizados

  2. Se rompen todos y cada uno de los certificados de votante que no fueron diligenciados

  3. Se cuenta cada maldito voto, con lupa, lo juro; revisando que correspondan al número de cédulas marcadas en la lista de la mesa: hay 139.

  4. Se cuentan los nombres en el formato de registro: hay 138.

  5. Que se oiga: ¡Mierda!

  6. Hay que leer el manual del jurado de votación (Síp, eso es algo que existe en el mundo real, no miento)

  7. El manual dice que cuando existen más votos que votantes hay que incinerar un voto al azar

  8. Pues escogemos un voto y lo rompemos, ¡duh!

  9. ya, hay 138. Hemos cumplido

  10. procedemos a contar los votos por el sí y por el no.

  11. 37 por el No

  12. 101 por el Sí

  13. Se depositan los votos separados en la bolsa que para ello dispone la registraduría

  14. Firmamos el cierre de mesa

  15. Chao pescao’ y si te vi, ni me acuerdo

 

Epílogo

 

Hay que decir que yo tenía esperanza, eso que se pierde de último y que de último se perdió. Los 101 votos por el sí de mi mesa fueron la cúspide, después de eso todo se fue en picada porque el país dejó que la flojera (o qué sé yo) pudiera más que las ganas de cambiar, si es que alguna vez las tuvo.

 

De los más de 36 millones de colombianos que pudieron haber votado, sólo votó el 37%. Por el Sí votó el 49% y por el No el 50% (con sus respectivas cifras decimales). Para aprobar la refrendación de los acuerdos se necesitaban 4.4 millones de votos, con eso más 1 voto más por encima del no, la paz se habría firmado.

 

No sacaré conclusiones, porque me parece que sería inútil. A lo Macbeth: lo hecho, hecho está, las cosas no tienen más remedio y no debe pensarse más en ellas. La rabia y la angustia tampoco colaboran y entonces resuelvo tomarme un tinto porque igual no estoy seguro de que pueda dormir hoy.

 

No voy a prender el televisor porque los de RCN van a presentar la noticia a carcajadas y en Caracol no van a poder con las lágrimas, ahorita igual pasa Santos a reivindicarse y dejar en claro su masculina autoridad presidencial, muy a pesar de no poder mover media cara por el botox: que dejen el show todos, que no hay tarima. A la larga, para bien o para mal, esta fue la decisión que tomamos, ¿que nos vamos a ir todos a la quinta porra por burros pecadores de pensamiento, palabra, obra y sobretodo omisión? No sé, Ernesto, no sé, pero te juro que si supiera, te lo diría.

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