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Por: Wilbert Daw | Foto: @Oldfootball11

En Japón se da mucha relevancia a las leyendas y relatos heroicos de sus personajes. Gente como el samurái Nobunaga Oda y el ninja Hattori Hanzo han sido mitificados por los ‘Nippones’ durante varias generaciones. Sin embargo, hubo un hombre que logró afianzarse dentro de la cultura popular de su país con temple y perseverancia.

No necesitó de llevar una espada, ni liderar un ejército o cometer miles de asesinatos bajo la sombra de la noche para ser considerado un héroe nacional. Sus goles le permitieron elevarse a los más alto del sol naciente que vigila a Japón y conseguir la ‘inmortalidad simbólica’ de la que gozan hombres como él. ¿Qué cómo se llama el susodicho? Kunishige Kamamoto.

Kamamoto, el universitario

Kamamoto nació un 15 de abril de 1944 en Kyoto, ciudad que durante mucho tiempo fue la capital de Japón cuando los samuráis tenían el poder político y social en la nación. En Kyoto comenzó a dar sus primeros toques al balón y descubriría que lo suyo era hacer goles. Afianziaría esa premisa en su época como universitario en la Universidad de Waseda, donde usó sus habilidades para destrozar cuanta portería se le cruzara así como también para licenciarse en Comercio al final de su carrera universitaria.

También pudo alzarse con sus dos primeros éxitos deportivos al conquistar la Copa del Emperador en 1963 y 1966 con Waseda, siendo la conquista del 66’ la última en la que un cuadro universitario se alzó con el trofeo más importante del fútbol ‘Nippon’.

Su potente derechazo, sus hábiles movimientos dentro del área rival y su capacidad para impulsarse por el aire y sacar de la galera potentes cabezazos hicieron que rápidamente los ojos de los amantes del balompié ‘Nippon’ se fijarán en él.

Tal vez pensaron al verlo que posiblemente Kamamoto se convirtiera en un impulsor del fútbol en Japón, que por ese entonces estaba completamente opacado por el béisbol y el sumo. Tal vez Dettmar Cramer, entrenador alemán que orientaba en aquel momento a la selección japonesa,  vió en el joven ariete del Waseda al hombre gol que necesitaban para encarar una dura prueba: Los Juegos Olímpicos de Tokio 1964.

Kamamoto, el olímpico

Sin haber terminado aún su carrera de Comercio en la Universidad de Waseda, Kunishige Kamamoto fue convocado a la selección japonesa en 1964 para un amistoso frente a Singapur, debutando con triunfo 2-1 y anotación en dicho partido. Meses después ingresó dentro de la lista de 19 elegidos para representar a los ‘Samuráis’ en el torneo de fútbol olímpico de Tokio 1964.

Aunque Kunishige fue titular en todos los partidos que disputó Japón y debutaron de gran manera derrotando 3-2 a Argentina en fase de grupos, la actuación de los dueños de casa no fue la mejor al caer vapuleados 4-0 por Checoslovaquia en cuartos de final y 1-6 ante Yugoslavia en una especie de torneo de consolación por el quinto puesto. Kunishige tampoco anduvo muy fino, pues solo pudo marcar ante los yugoslavos.

Para colmo, en 1967 Kamamoto enfermó de Hepatitis y estuvo muy cerca de abandonar el fútbol y de no poder asistir a los Juegos Olímpicos de México 1968, torneo al cual Japón había vuelto a clasificar. No debió haber sido raro que tal vez hubiese pensado en hacer el rito ceremonial suicida del ‘Hara-Kiri’ ante tanta desgracia. Pero Kunishige, de fuerte temperamento y enseñado a superarse a sí mismo, no dio el brazo a torcer y logró llegar a las olimpíadas donde se convirtió en el bastión de un milagro: conseguir la medalla de bronce para su país.

Kamamoto marcó 7 goles en seis partidos. Los que más se recuerdan son sus dos dianas ante México en el duelo por la medalla de bronce. La primera, un centro de Ryuichi Sugiyama por la izquierda que bajó con el pecho y, con la eficacia de un ataque samurái, sacó su disparo que dejó sin opción al portero Javier Vargas. Después, el mismo Sugiyama volvió a asistirlo, pero en la media luna del área rival.

Allí, el oriundo de Kyoto vio que tenía espacio para rematar de media distancia y, con la frialdad de un ninja al acecho, remató con dirección a puerta y la bola se incrustó en el arco ‘Azteca’. Japón lograba el bronce en el fútbol olímpico y Kamamoto consumó su ascenso al mundo de los ‘Kami’ -Dios en japonés- del balompié.

Kamamoto, la leyenda

Kunishige Kamamoto junto con el alemán Wolfgang Overath (Izq.) y Pelé durante su partido de despedida en 1984

Tras el bronce en México, Kamamoto consolidó una carrera provechosa dentro de su país. Antes de su periplo a tierras mexicanas, el ‘Tigre de Kyoto’ se incorporó al club Yanmar Diesel (Actual Cerezo Osaka) en 1967 y estando allí consolidó su estatus de leyenda del balompié.

Kunishige desempeñó toda su carrera post-universitaria en el Yanmar, marcando 202 goles en 251 compromisos en 17 temporadas, así como también logró cuatro títulos de liga y tres Copas del Emperador. También lograría ser elegido 7 veces el mejor futbolista japonés del año y obtuvo el botín de máximo goleador del año en igual número de ocasiones.

Kamamoto siguió siendo importante en la selección de su país donde marcó la friolera de 80 dianas en 84 juegos hasta su último partido con los ‘Nippones’ en 1977.  A pesar de su estatus, Kamamoto no era ajeno a las dolencias ‘humanas’. En 1982 se rompió dos veces el tendón de aquiles, obligándolo a retirarse del fútbol activo dos años después y colgar los guayos para siempre.

Aunque nunca pudo jugar un mundial, los rugidos del tigre aún se oyen con fuerza en el país del sol naciente. A punta de fortaleza y goles, Kamamoto logró una popularidad comparable a la de figuras actuales del fútbol ‘Nippon’ como Hidetoshi Nakata y Keisuke Honda. Incluso hasta el mismo Oliver Atom, protagonista principal del anime Supercampeones, hubiese quedado anonadado con la habilidad de Kamamoto que, gracias a su protagonismo en México 1968, construyó el primer peldaño de la profesionalización del balompié japonés en 1991 y su transformación de cenicienta continental a potencia asiática.

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