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Por Natalia Orozco Betancourt

Hay tanto en el cielo, en el aire, en la tierra, en la maleza y en las paredes de aquel lugar donde aún hablan y se muestren las almas del más allá. Hay tantos muertos que sucumben entre los pasillos de aquel hospital, que un día fue su último hogar, y la oscuridad de la noche es el ápice para que sus reflejos puedan brillar y sus lamentaciones se escuchen al transitar.

Tras las puertas y ventanas se esconde un mar de almas a la espera a de un ser al que sus martirios mostrar. Una mujer con un bebé en brazos, una monja, una enfermera, un hombre del pabellón de quemados y un sinfín de susurros se mantienen penando en el olvidado Seguro social.

Seguro social de los Andes.

Los del más allá

Zapato abandonado entre las hojas secas.

Allí, en lo más de 23,625 metros cuadrados que ocupa abandonado Seguro de los Andes, deambulan algunos seres del más allá porque sus almas no han querido abandonar el lugar en el que expiró su aliento vital.

Y es que luego de las 11 de la noche, cuando la luna es dueña del cielo, el escalofriante hospital se convierte un escenario paranormal y para cualquier transeúnte se le vuelve inevitable no mirar, a través de la luz que se filtra por los árboles y el sonido del murmullo de los insectos, las ventanas del quinto piso del hospital en la que una mujer que carga entre sus brazos a un bebé se posa ida en sus penas mientras el niño llora. Zapato abandonado entre las hojas secas.

Según los vecinos, del Seguro Social, son muchos taxistas y peatones los que han visto a la mujer en ese piso, y cuando esto sucede quedan paralizados.

“Un día, buscando una dirección, pasé por el Seguro de los Andes donde se asomó por una ventana una mujer que sostenía un niño en sus brazos. De la impresión me quedé quieto y, luego, le metí el pie al acelerador”, expresó Luis castro.

Asimismo, “un día mientras caminaba con una amiga por el edificio, vi a una mujer en la ventana que sostenía algo en sus manos, pero fue tanto el susto que salimos corriendo de ahí”, comentó Luisa Álvarez, habitante del sector.

La monja de la morgue

Entre los lugares más estremecedores que existen, las morgues de los hospitales son, sin duda alguna, las más incómodas. Aquí, donde se separa la vida y muerte, crecen espíritus de fallecidos que no descansan en paz.

Entre la oscuridad, el acero, el frío y el todavía existente olor a Formol, habita el fantasma en pena de una monja que, según la leyenda, va a visitar a los muertos del lugar para rezar por el descanso de su alma.

“Recuerdo que estaba de turno, eran las 3 de la madrugada cuando entró a la morgue el cuerpo de un indigente que había muerto apuñalado. Después de atenderlo fui a buscar un tinto y cuando volví, cerca del cuerpo había una monja rezando un rosario, así que intenté preguntar qué hacía una monja ahí pero cuando regresé, nuevamente, ya no estaba”, compartió Ricardo, trabajador del hospital.

Exterior del seguro social de los Andes.

Octavio, el hombre del Seguro Social

En el abandonado Seguro de los Andes no solo residen almas de mujeres, sino que, también, deambula entre los pasillos que conducen a la morgue del hospital un hombre negro, según algunos testigos, que murió en el pabellón de quemados luego de quemar la casa de su enamorada, Elena.

“Algunos compañeros, vigilantes, dicen que en las noches solía aparecer un hombre quemado y vendando llamando a ‘¡Elena!’. También comentan que a veces se podía observar llamas en las ventanas, pero cuando ellos iban atender el fuego no encontraban nada” cuenta Camargo, vigilante del seguro.

Hay tanto en el cielo, en el aire, en la tierra, en la maleza y en las paredes de aquel lugar donde aún hablan y se muestren las almas del más allá. Sin embargo, ahora que destruyan el Seguro Social de los Andes para darle paso a un nuevo Centro Comercial, ¿A dónde irán las almas cuando de la oscuridad no vuelva a despertar?

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