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Por: Juan Pérez

Un grupo de adolescentes canta clásicos vallenatos en uno de los pasillos de la Universidad del Norte. Se oye bien y, además, el día se anima. Una niña pequeña es la vocalista. Ella es una estudiante de las 33 instituciones educativas que hacen parte de Escuelas de Palabra, una iniciativa del Programa Nacional de Educación para la Paz (Educapaz). El lunes dos de diciembre, Barranquilla fue el punto de encuentro para realizar el primer día del evento de cierre del primer año de trabajo de este programa.

Los estudiantes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte son voluntarios del evento. Hacen parte del Laboratorio de Comunicación para la Innovación Territorial, Jui Shikazguaxa (que significa Conversar desde casa en Kankui). Al inicio de la mañana, se organiza un conversatorio para compartir experiencias sobre el conflicto armado y cómo las Escuelas de Palabra han contribuido a una nueva mirada de este. 

Todo el pasillo 3 del bloque B está repleto con 33 stands donde las instituciones exponen su experiencia en el proyecto Escuelas de Palabra. Junto a uno de los stands una mujer blanca de estatura baja escucha atentamente a un par de chicas estudiantes del Colegio Nuestra Señora de las Mercedes. Ellas le explican, primero, cuál fue el conflicto que escogió su escuela para trabajar y, segundo, cuál fue el proceso que desarrollaron. La mujer que escucha es Deidamia García Quintero, la coordinadora territorial nacional de Educapaz. Ella se encarga de las iniciativas de Educapaz, incluidas las Escuelas de Palabra.

Para Deidamia, Escuelas de Palabra pretende colocar la verdad como un bien público en la educación. La iniciativa, asegura, “es la voz que va a ser una parte del alimento para ese informe nacional sobre qué nos pasó en el conflicto, qué cosas hay que reflexionar, qué cosas hay que cambiar en Colombia, justamente en este momento histórico”.

Educapaz está asociado con la Comisión Nacional de la Verdad, que es la entidad del Estado que tiene la misión de hacer un informe sobre los hechos acontecidos en Colombia en los últimos 60 años de conflicto armado. En ese informe, gracias al trabajo en conjunto con esta organización, estará incluido especialmente qué pasó con la educación en el país y qué dicen las escuelas al respecto.

La lógica de las tres “S”

Miguel Martín tiene 28 y es de Montería. Hace parte del colectivo Poder Mestizo que participa en las actividades de Educapaz. Él y otros miembros del pueblo Emberá Katío han estado viajando tres días para este encuentro. 

“Es muy interesante ver cómo estas comunidades educativas fueron atravesadas por el conflicto y cuál es su propuesta para lograr la superación, entender un poco en qué consiste esa lógica de las tres eses: entender los sucesos, entender los significados y, cómo, con todo eso, pensar en cómo superar estas afectaciones que ha tenido el conflicto y los territorios”, así desmenuza Miguel la llamada lógica de las tres “S”, una propuesta del sociólogo y sacerdote Leonel Narváez, director de la Fundación para la Reconciliación.

La palabra que más se repite y que mejor describe a todas las personas que hacen parte de esta iniciativa es la resiliencia. Para Miguel, es sumamente gratificante ver “cómo terminan siendo las escuelas las que amortiguan la carga psicosocial que tienen las comunidades que son afectadas directamente por los grupos armados”. 

Miguel muestra una pintura corporal tradicional del pueblo Emberá Katío en su brazo, y habla de cómo hay escuelas de padres de familia que llevan 16 años enseñando al Ministerio de Educación cómo los currículums no deberían estar ajustados a los escritorios de Bogotá, sino que se debería escuchar las voces de los territorios para pensar la construcción del modelo educativo colombiano. 

Él explica que se logra ver un contraste, no solamente entre los cascos urbanos y lo rural, sino también dentro de los mismos territorios “remotos” afectados por el conflicto armado. Miguel dice que hay escuelas que logran superarse a sí mismas, pero también otras que han tenido una transición negativa porque los lugares que fueron ocupados por las FARC han sido ocupados nuevamente por otros grupos armados ilegales, lo que hace que las escuelas se encuentren en un limbo.

 

“Las afectaciones que han tenido las escuelas no son abstractas, los grupos armados llegan al colegio, se lo toman, allí duermen, hablan con los chicos y les ofrecen cualquier cosa para que hagan cosas malas por ellos. Por esto, pasar de la acción al análisis y a la conversación de todos estos temas es muy significativo ¿Y quién es mejor para analizar esta situación y dar sus testimonios que los mismos profesores y estudiantes?

Reflexiones de paz

Juan Pablo Ferro, profesor de periodismo de la Universidad del Norte, modera uno de los conversatorios en horas de la tarde. En el evento participan profesores y estudiantes de instituciones de todo el país que trabajan con Educapaz. El encuentro es un salón de clases de la Universidad del Norte, que ahora luce pequeño ante la cantidad de personas presentes. Incluso hay estudiantes sentados en el piso, nadie quiere quedarse sin participar. 

Sandra, docente, dice que Escuelas de Palabra le ayudó a conocer su propia verdad. Dice que ella no podía identificar si era víctima o no. Es una de las decenas de relatos que se escuchan hoy en la Universidad del Norte. Una ovación de aplausos se logra escuchar tras cada intervención en el aula.

Un indígena Emberá se levanta para hablar y se disculpa por su “humilde” castellano antes de dar su testimonio sobre lo que su comunidad llama la despedida del Río Sinú. Un río que se encuentra prácticamente muerto a causa de los perjuicios que ha dejado la construcción de la Hidroeléctrica Urrá. “En la investigación hay que atreverse”, dice. “Muchos líderes, por reclamar sus derechos, fueron asesinados”.

Un normalista habla de su perspectiva sobre las Escuelas de Palabra. Ejemplifica haciendo metáforas con los superhéroes. Es ovacionado, nadie se queda sin recibir su ronda de aplausos. La atmósfera dentro del aula es muy emocionante. A pesar del cansancio de muchos, que desde las tres de la madrugada tuvieron que viajar hasta Barranquilla, se respira empoderamiento, confianza y buena disposición.

Los camarógrafos y realizadores, que no quieren quedarse sin captar las mejores expresiones de los asistentes, entran y salen del aula buscando los mejores ángulos tratando de no perturbar ni hacer tanto ruido.

Un estudiante pide la palabra y dice: en Villanueva, las personas defendían a los grupos armados ilegales, creían que eran su protección. Argumenta cómo Educapaz ha cambiado la perspectiva suya y de los integrantes de su propia comunidad. Ahora entienden el papel de los diferentes actores del conflicto. 

Nataly, del Colegio Agroecológico, dice que Educapaz y las Escuelas de Palabra han cambiado su forma de pensar. “Yo odiaba a las personas que no pensaban como yo”. Ahora, dice, ha aprendido, a constatar la información y a respetar las diferencias. Una vez más, se escuchan los aplausos. “Todos tienen individualmente una verdad, y todos juntos construimos una verdad”, concluye.

¿Cómo vamos a hacer para seguir adelante? Esa es la pregunta con la que se despide Deidamia antes de salir del salón y agradecer a todos los asistentes jóvenes de la paz.

Fotos: Archivo

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