Por: Rosa Amelia Ruíz Rodríguez
Eran las 8:30 am. Tenía tantas ansias de ver el rostro de la persona con la que converse, por celular, en días anteriores. Luego de unos minutos desde la terraza donde estoy sentada veo caminar a un hombre de 1.70 de estatura aproximadamente, cabello rizado, ojos azules y una gorra. Su nombre es David Ibern, más conocido como “el monstruo”. Una personalidad relajada y extrovertida que me llevó a viajar y entrar al mundo del agua.
Aparece el “Kiyatruck”, una camioneta KIA con placas MHV-210, el que aborde para comenzar el viaje a las playas de Tajamar.
En el camino, recogimos a Carlos “Charlie” y Hernán Silvera. Estos hermanos de sangre, pero de corazón con David, lo han ayudado en los últimos cinco años con la escuela.
David es el fundador de la escuela KiyaKite Surfing (Kiya: aletas de la tabla, luna en quechua y por Barranquilla; kite: por la disciplina, surf con cometa; y Surfing porque “todo aquí termina en las olas”) en 2008 con la intención de ser feliz y vivir su sueño de enseñar.
Cuando al fin hemos llegado a Tajamar, veo unas chozas construidas para quien quiera venir a relajarse un fin de semana. “Charlie” y Hernán sacan las sillas y desmontan todas las herramientas. Aún me faltaba conocer a Juan Carlos Puccini “Pucci”, un hombre alto, ojos azules, nariz fileña y algo reservado.
A las 12:30 llega Javier con los almuerzos y saboreo una deliciosa corvina y veo como el mar se está preparando para ser surfeado. Llegan navegantes, tras otros. Altos, mujeres, hombres, rubios, castaños, morenos, todos con la misma intención de venir a disfrutar el agua.
Cuando ha llegado el turno del profesor David, noto cómo este hombre conoce su terreno. Ver como arma su kite (cometa), el cuidado a las líneas, la seguridad con su arnés. La facilidad y rapidez, en un abrir y cerrar de ojos entra al agua. Lo vi saltar y noté la majestuosidad con la se mueve en el agua, parece caminar entre las olas. Cuando lo veo saltar de regreso, sentí miedo. Pero ese mismo miedo desapareció cuando se admira la felicidad con que David maneja el agua y el viento.
Son las 6:30, el sol se ha tornado de naranja y rojo en un santiamén. Cuando desaparece por completo es la señal de que era hora de regresar. Todas las herramientas vuelven al ‘Kiyatruck’ y retornamos hacia nuestros destinos, pero al siguiente día Tajamar espera para ser surfeado.