Por: Stephanie Buendía Otero
Ni siquiera el mismo Álvaro Bustillo Solano sabía que estaba danzando un garabato ese domingo de carnaval. Pero curiosamente, aquel que danzó sin darse cuenta, fue el mejor de su vida.
Todos se quedaron fríos cuando la muerte casi le gana el baile. Ya el mundo estaba tan acostumbrado a verlo danzar, que un garabato más podía parecerles insignificante. Eso sí, lo que nadie jamás hubiese imaginado es que Álvaro estuviera bailándolo sin siquiera mover un dedo. Hoy, si hay algo que lo caracteriza, es su actitud galante, su peculiar sonrisa y su evidente pasión por el Carnaval de Barranquilla.
Álvaro Bustillo Solano tuvo desde niño una gran conexión con las artes. De hecho, aún recuerda de manera traviesa cuando a los siete años se escapó inocentemente de su casa, por irse detrás de uno de sus tíos a bailar la Danza del Congo. Y aunque les suene increíble, hasta ese corto momento de su vida, nunca había sentido que un castigo valía tanto la pena.
Desde ahí comenzó su historia con el carnaval. Cuando fue creciendo comenzó a ir a las fiestas de Paco Paco, uno de los personajes más importantes que tiene el Carnaval de los niños, y vivía de barrio en barrio por ir a los famosos asaltos, que consistían en la invasión alegre y espontánea que los integrantes de un baile de Carnaval cercano hacían a las verbenas de las candidatas al reinado popular.
Asimismo, de las cosas que más disfrutaba hacer en su época de estudiante, era crear bailes y muestras folclóricas. Por eso no fue extraño para nadie cuando, a los diecisiete años, decidió seguir su instinto y dejar a un lado el sueño de su padre, que no era nada menos que verlo graduado como médico o abogado. Perdonen, es que lo suyo eran la danza y las artes escénicas.
No era una sorpresa que en cada lugar al que iba formara grupos de danza o de actuación. Y por esto es que, en el año 79, se atrevió a presentar en el Concurso de Candidatas Populares, una danza inca que le dio su primer premio especial de fantasía. Desde ese momento, Álvaro no paró de recibir premios y menciones por su talento, y sin duda son muchos como para mencionarlos uno a uno.
Todo iba bien en su vida, pero podía estar mejor. Y ni siquiera todos esos premios y méritos lograron llenarlo tanto como lo que vino después. Quizás para algunos sonará extraño, pero después de su esposa, su gran amor es la docencia.
Un día cualquiera hace 25 años, digamos que por cuestiones del destino, llegó al colegio Marco Fidel Suárez. Como era de esperarse, allí fundó la danza de garabato del colegio, convirtiéndola en la primera institución educativa en vincularse al Carnaval.
¿Por qué garabato? Bueno, por alguna mística razón, siempre ha sentido una gran conexión con esta danza.
A lo mejor si se lo hubiesen dicho antes, no lo habría creído. Después de todo, quién se iba a imaginar que le tocaría enfrentarse a aquel mítico personaje que usualmente él encarnaba. Quién iba a pensar, que después de tantos años, él iba a estar viviendo en carne propia lo que realmente significa una danza de garabato.
***
Era el año 2005. Faltaban quince días para los carnavales y, por azares de la vida, Álvaro fue operado de urgencias debido a una peritonitis. Estando en recuperación, aún en la clínica, llegaron los carnavales. Y por más extraordinario que suene, ni estando en ese estado le hicieron falta ni la pinta ni el sombrero vueltiao. Es evidente que ni siquiera una peritonitis puede matar el espíritu carnavalero que lleva dentro.
Álvaro no necesitaba mucho. Ya tenía un sombrero en la cabeza, una camiseta de carnaval puesta y había mandado a traer un televisor para no perderse el desfile de los chicos del colegio. Como avisado por Dios, encendió la televisión justo cuando venían bailando sus alumnos pero, irónicamente, aquí empezaron los problemas.
La emoción pudo más que él. Su corazón se llenó de nostalgia mientras un lúgubre frío comenzó a invadir todo su cuerpo. Cada vez se hacía más y más difícil respirar y, como si fuera poco, sentía que su rostro ardía del fogaje.
Por más que quería hablar y moverse, simplemente ya no podía. Se escuchaba el Joe a lo lejos. Se mezclaba un son de salsa con la desesperación y el llanto de su esposa. Poco a poco simplemente dejó de esforzarse y comenzó a sentir una deleitable quietud. Sin darse cuenta, mientras pensaba en sus padres y en sus hijos, había entrado en coma.
“¡Un médico, por favor!”, gritaba desconsolada su esposa.
Normalmente el garabato dura unos cuantos minutos, pero en esta clínica, Álvaro ya llevaba horas danzando. Porque claro, seguramente si le preguntan por aquel domingo de carnaval, les diría que justo ese día estuvo en esas.
Fueron las horas más largas e inexactas de su vida, y en general de toda su familia. Pero al final, tal como en la danza, Álvaro pudo vencer a la muerte. Al despertar lo primero que vio fue la cara de su esposa y de sus hijos. Luego llegó el médico a decirle que era un hombre muy fuerte, y después de darle una serie de indicaciones y de pasar unos cuántos días en recuperación, por fin pudo irse a casa.
Aunque le tomó más de un año volver completamente a la normalidad, sin lugar a dudas, ese “garabato” marcó su vida. Pero no hay que confundirse, no necesariamente fue en un mal sentido. Es que a veces la muerte, simplemente trae más vida.
Álvaro continuó participando en el Carnaval junto a su segundo amor. Es decir, junto a sus estudiantes. Para nadie era un secreto que ahora había más razón para no perderse una sola celebración de esta gran fiesta.
A ese paso, se fueron sumando otros proyectos como las Comedias, que nacieron como un plan pequeño y hoy por hoy son uno de los eventos oficiales de esta gran celebración. Luego llegaron otras metas, como volverse Rey Momo, y en definitiva lo consiguió para el año 2014. O como volverse director artístico de la Asociación de docentes del Atlántico, cargo que ejerce actualmente.
Pero lo cierto, es que a lo mejor la historia de Álvaro no dejará de sonar irónica ni siquiera contando todo lo que ha hecho luego del coma. Después de todo, es un hombre que usualmente personifica la muerte, y hace catorce años tuvo que sentir de la forma más cruda lo que es estar del otro lado.
Sin dudarlo, ese baile ha sido su más íntima experiencia con una danza de garabato, e incluso con la vida misma. Y aunque definitivamente no es la misma cosa en la vida real y en la danza, sí que es innegable el enorme simbolismo que esta guarda con nuestra existencia. Después de todo, eso somos. Para eso vivimos. Para sentirnos como danzando un garabato y a la espera de que llegue la muerte para poder pelear con ella. Lo ideal sería ganarle, en últimas, en el garabato siempre es así. Pero, ¿alguna vez han visto un garabato eterno? No se apuren, ya todos conocemos la respuesta. Creo que nadie podría resistir tanto tiempo en esas.
¿O es que acaso la eternidad no es aburrida? A lo mejor, tal como lo dijo Álvaro, no existen eternidades, pero sí sucesiones. Entonces, ¿ya vieron lo eterno que suena ahora ese segundo amor?
Foto: Cortesía.