Por: Andrea Prada
“Nosotros respetamos al cadáver, pero no nos ponemos a llorar sobre él”.
Otto de Alba es una persona alegre, a veces por momentos se torna taciturno, tiene gafas y ya es algo mayor. Su profesión no es nada fácil, todos los días le ve la cara de frente a la muerte. Es fotógrafo forense.
“Cuando uno hace lo que le gusta, es feliz”- me dice. Paradójico porque para algunos estar cerca de la muerte es lo que menos se quiere.
Otto trabaja de la mano del médico forense, el disector, el psiquiatra y el del laboratorio, acompañado de las cámaras, los flashes y una pequeña agenda en dónde anota lo que considera relevante del aspecto de algunos cadáveres.
“Cuando el cadáver llega envuelto en una bolsa blanca debidamente sellada, tengo que tomarle foto a la bolsa, cuando se abre, también, y así, paso por paso debo tomarle foto a todo lo que permita saber la causa de la muerte de la persona”- dice.
A medida que pasaba el tiempo me contó varios casos en los que le tocó agarrar su cámara y tomar las fotos que el médico le solicitaba.
“Una vez llegó el cadáver de un preso, para saber las causas exactas de su muerte el disector lo abrió por completo quitándole la piel para ver si habían hematomas, ahí me tocaba tomarle foto a lo más mínimo”- dice.
Lo que más le impacta de su trabajo es cuando hay casos de niños, porque siente que se le queda grabado en su memoria las imágenes desgarradoras de los cadáveres de los pequeños que llegan. Es difícil lidiar con esos casos, porque requiere mucha sensibilidad y tacto, ya que en ellos se ve la inocencia aún, pero intenta no involucrase con cada situación.
“En esta profesión me he encontrado con familiares, amigos, conocidos, a los cuales me ha tocado tomarle sus últimas fotos”.
Alrededor de 45 a 50 fotos toma por cadáver, a veces hasta 100 o 150 depende de lo que requiera el médico.
“Al cadáver se le toman fotos de filiación, esto quiere decir de perfil tanto izquierdo como derecho, hay que tomarle foto a las marquillas de la ropa con la que vino, a los lunares, si tiene tatuajes, tomarle foto a cada uno, a las amputaciones si es el caso, cicatrices, todo lo que tenga en el cuerpo el cadáver que permita que siga en marcha la investigación y en muchos casos el reconocimiento de identidad cuando son sujetos no identificados”- dice.
A pesar de sentirse cómodo con su trabajo, me dice que ha tenido ciertas molestias de salud por cuenta de su profesión.
“Recientemente en mi trabajo me facilitaron una cámara profesional, para tomar fotos con más detalle a cada cadáver, pero no me acostumbro a utilizarla demasiado, ya que es muy pesada y me está trayendo problemas con el túnel carpiano de la mano izquierda”. Me comenta.
Sus hijos han aprendido algo de este arte, por eso cada vez que los ve con la cámara en mano apuntándole, simplemente sonríe y posa para la foto.