Por Carolina Ortiz
En el año 1992, Francis Ford Coppola, famoso por su trilogía “El Padrino”, dirigió una de las adaptaciones más fieles del legendario personaje en la historia del cine. Un personaje lleno de oscuridad y enigmas, desde sus orígenes la leyenda de drácula ha generado terror en cada una de las personas que lo conocen, especialmente dentro de su relato literario más famoso en “Drácula”, de Bram Stoker.
Mediante el uso de una atmósfera atrapante, Ford se enfoca en resaltar los detalles narrativos del libro a través del uso de diferentes puntos de vista, en donde nos cuenta la historia de Jonathan Harker, un joven abogado que tiene un encuentro fortuito con el conde drácula, un príncipe rumano llamado Vlad Tepes que se transformó en vampiro para vengarse de Dios por la muerte de Elizabetha, su amada. Gracias a este encuentro del que logra escapar con vida, Jonathan huye para encontrarse con su novia Mina Murray y luchar contra las fuerzas malignas de Drácula, un monstruo inmortal que, preso de una antigua maldición creada por amor, se alimenta de la sangre humana y puede controlar animales malignos que corroen en la oscuridad.
Tomado de: Bram Stoker’s Dracula (1992)
Sin embargo, esta es una de las diferencias principales con la narrativa de la novela de Stoker: Aunque el personaje de Drácula es una figura capaz de hipnotizar y controlar la mente de los seres humanos, como entidad maligna no posee la capacidad de amar y los orígenes de su vampirismo son desconocidos, aunque en el libro es mencionado que Drácula pudo haber sido un científico que, deseoso de encontrar la vida eterna, se corrompió y acabó por convertirse en un vampiro. La película de Stoker, dentro de la densidad de su atmósfera narrativa y el uso de diversos ángulos para amplificar el enigma de drácula, se siente como el sueño, en donde el manejo de la luz y la oscuridad simboliza la disonancia entre la parte de Drácula que alguna vez fue un hombre y el Drácula monstruo que se alimenta de mujeres inocentes y las convierte en vampiro para sus propósitos.
Dentro de la esencia de la pelicula, el uso de elementos religiosos y la sexualidad del monstruo como un aspecto trágico de su figura de héroe corrompido forma parte de un sentido visual armónico que compone a drácula a través de una profundidad simbólica y un enfoque contemporáneo de la perversión sexual a través de las amantes vampiresas del conde, mujeres que fueron corrompidas por el mal y que lo veneran como un salvador mediante sacrificios humanos.
No obstante, a pesar de que en el libro se menciona la capacidad de seducir mentalmente tanto a hombres como mujeres, la atmosfera terrorifica del libro es mezclada en Coppola mediante el paralelismo de su figura como un monstruo que no solamente drena la sangre de los seres humanos para sobrevivir, sino como un enamorado trágico en búsqueda de su amor perdido. Gracias a esto, se puede decir que la sexualización del vampiro no es un fenómeno meramente contemporáneo, sino que ha sido explorado desde su popularización con el drácula de Bram Stoker y la película de 1992, debido a la concepción que se obtiene al relacionar el erotismo como una exploración de los límites de la perversión humana.
Es así como el drácula de Coppola, interpretado por Gary Oldman, es una visión artística del personaje que asemeja mucho los detalles narrativos ejemplificados en el libro de Stoker, en donde el horror de la monstruosidad del vampiro se hace palpable con las descripciones de su apariencia y el poder maligno que en este encarna. Sin duda alguna, la figura del vampiro representa uno de los arcos argumentales más utilizados tanto en la historia del cine como la literatura: La lucha entre el bien y el mal y la capacidad humana por corromperse, incluso por objetivos tan nobles como el amor.