Por: Alexis Posso Monsalvo
“Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y ser mejores, eres un líder.”
― Jack Welch
Que los jóvenes de hoy en día ya no nos preocupamos por nada es quizá la frase más repetida por nuestros abuelos y abuelas; que tenemos un complejo del “Yo” que no nos deja ver más allá de nuestras narices; que pensamos poco en el otro, que somos egoístas, ambiciosos, vanidosos y que nos resignamos fácilmente ante la adversidad suelen ser las ideas asociadas. A efectos de reverdecer su esperanza en esta generación, habría que presentarles a Guillermo Rodríguez a los abuelos del mundo.
Guillo es de esas personas que llevan siempre una sonrisa de oreja a oreja. Irradia energía, es tímido pero una vez toma confianza llega a ser eléctrico. Piensa en grande y se nota. Todo lo planea, pero no calcula nada, se contenta con saber qué tiene que hacer después de esta entrevista. Detrás de esa cara luminosa se esconde nada más y nada menos que un gestor social de gran experiencia. Un joven adulto que cree en la formación en valores y en la filantropía como forma de vida.
Su viaje comenzó hace algunos años, cuando formaba parte de la que es quizá la organización juvenil más grande del mundo, AIESEC: Siendo miembro viajó a Brasil y allí recaudó fondos que luego se invertirían en infraestructura para la salud; las obras beneficiarían a sectores vulnerables de la población del país carioca. Muchos años después, pero no en el pelotón de fusilamiento, este hombre de mundo visitaría nuevamente Curitiba , en el país de la samba y comprobaría con gran orgullo el fruto de aquellos esfuerzos conjuntos: un pabellón para la salud construido y funcionando para la comunidad.
Donde Guillermo pone el ojo, deja su sello. Una gran dedicación y la huella de la excelencia son la firma de este barranquillero que no se cansa de aprender. A días que haber presentado —Por fin —, su tesis de grado en Ingeniería Industrial, espera con ansias abrirse camino con su propia empresa de turismo que, según él, tendrá a Barranquilla como centro de operaciones y como opción de destino para viajes. Paralelamente espera también recibir su diploma del ciclo para universitarios Pep, la Promotora de Excelencia Personal, de la que es parte hace aproximadamente dos años.
Para su último año de pregrado, Guillermo ya había sido Presidente y director nacional de comunicaciones de ANEIAP, la Asociación Nacional de Estudiantes de Ingeniería Industrial, Administrativa y de Producción. Son cosas como esta las que, más allá de sorprender, hablan del carácter responsable y aterrizado de un joven que para la época contaría quizá 20 abriles, sin duda un logro prematuro y un ejemplo para toda una generación.
Guillito, como he decidido llamarle, habla de sus convicciones con la luna en los ojos. Menciona su gusto por la fotografía y por encontrarse cercano a la naturaleza; dice que disfruta caminar por la ciudad y que una bicicleta nunca es mala idea. Hay algo que no deja de llamarme la atención porque resulta una cualidad difícil de encontrar hoy en día: él habla de sus experiencias de forma franca, muy honesta; sus ojos brillan, sí, pero es la clase de luz que no se da importancia a sí misma. Guillo brilla por su gran humildad y eso, hay que decirlo, es una virtud.
Para ser un líder no hace falta más que creer un poco en uno mismo pero Guillo es de esos líderes que quizá nunca sabrán que lo son; lleva dentro de sí el espíritu del servicio y manifiesta sentirse feliz cuando sabe que puede prestar su ayuda y decide hacerlo sin remuneración alguna. Quizá es esa magistral entrega la que lo ha hecho un joven exitoso en muchas áreas, incluso la laboral, porque desde hace algún tiempo ocupa el cargo de gestor de recursos nacionales e internacionales de la Facultad de Ingenierías de la Universidad de la Costa (CUC) de la que pronto egresará como Ingeniero Industrial.
Para este joven emprendedor, el de la sonrisa de oreja a oreja, el mundo va más allá de la simple percepción de la realidad; para él el asunto de la responsabilidad con su país, con su región e incluso consigo mismo responde a otras lógicas, que están más ligadas a la vocación de servir y que operan fuera de la clásica filosofía del hacer para ganar.
Guillo es una prueba fehaciente de que se puede cambiar el mundo si así se lo quiere. No tiene miedo de intentar e intentar, cuantas veces sea necesario, para estar cada vez más cerca de la excelencia, Tiene el alma de niño, y las manos de obrero, es laborioso como la abeja y aunque es paciente, disfruta haciendo que las cosas sucedan, es, puedo decirlo, un enamorado de la vida; y sin duda una de esas personas que te pueden contagiar las ganas de soñar en grande. Es que se le nota en la mirada, con cada paso que da, con cada palabra de su elocuente vocabulario: Guillo quiere cambiar al mundo, y lo está logrando, un peldaño a la vez.