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En Cartagena, una pareja de adultos mayores realiza diferentes actividades durante el día para demostrar que disfrutar la vida es posible.

Por Nathaly Pabón

Doña Gladys está casada con el señor Pacho, un artesano que construye barquitos de balso dentro de botellas de vidrio. Ella es modelo 50 y él modelo 48, se conocieron en la ciudad de Barranquilla y desde entonces sus caminos no se han separado. La vida no les regaló un hijo pero, según dice ella, es uno de los motivos que los ha mantenido unidos.

En una casa pequeña pero bien proporcionada se desarrolla una parte de su día a día. Con un café un tanto amargo -porque así lo preferimos-, se dicen buenos días, y con un beso y la bendición, un hasta luego. El señor Pacho sale en su bicicleta hasta el centro histórico de Cartagena, algunas veces a repartir sus barquitos en las distintas tiendas donde ya es proveedor, y otras a conseguir la materia prima. Entre tanto, doña Gladys sale bien arregladita al “Centro de Vida”.

Un día normal en el Centro de Vida comienza con un desayuno de grupo, unos huevos revueltos con pan y café o jugo. Tanto señoras y señores se turnan diariamente para lavar y arreglar los utensilios de cocina. Desayunan en el patio trasero de la casa, un lugar considerablemente grande que tiene un árbol de mango y otro de guayaba. A eso hay que sumarle el pequeño jardín que cultiva doña Gladys junto… y un creciente arbolito de limón.

Doña Gladys hace parte del programa desde hace tres años. Es, efectivamente, una manera de volver a la vida, que abre sus puertas todos los días a las 8:30 de la mañana y cierra a las 4:00 de la tarde. Unos tejen, otros bordan, eligen reinas y hasta bailan. Cuando las cosas se ponen algo complejas, se mueven al servicio psicológico, médico u odontológico especializado. También y generalmente luego del almuerzo, antes de regresar a casa, una enfermera que los acompaña en todo momento mide la presión y el ritmo cardíaco.

Las mujeres de este grupo aprenden manualidades, que en muchos casos realizan con materiales reciclables. Están divididas también por grupos de baile y canto. Eso sí, a doña Gladys no le llama la atención este tema. Ella prefiere las plantas y trabaja con los hombres en sus actividades de jardinería.

En el curso del día y con la guía de una instructora, hombres y mujeres realizan ejercicios, “porque la actividad física diaria ayuda a la salud”. Una vez terminados, se dividen en grupos, según sus intereses. Cada persona crea a partir de sus propios materiales y cada quien tiene la libertad de hacer con su trabajo lo que más le convenga.

En la ciudad de Cartagena, en el barrio San Isidro, en una casa donde no hay habitaciones divididas por paredes –o por lo menos no todas-, se reúnen diariamente al menos unos 40 mayores de edad. Aquellos que sólo pueden hacerlo un día a la semana, son miembros del Grupo Organizado. Todos buscan pasar un tiempo de calidad.

Los últimos domingos de cada mes salen a caminata por la playa. Doña Gladys dice que esos días prefiere faltar, pues el sol y su piel no son amigos. En agosto, que es el mes del Adulto Mayor también organizan paseos a las fincas. Don Pacho siempre las acompaña. Y para las fiestas de independencia de Cartagena, en noviembre, realizan su reinado del Adulto Mayor y participan con una comparsa en el desfile de las Reinas Populares.

Doña Gladys se siente contenta. Después de una vida muy activa viajando de un lugar a otro por cuestiones de trabajo, dice, a mí me gusta sentir que puedo seguir haciendo muchas cosas.

Foto vía: tomada de internet


Para todos los que nos formamos como contadores de historias en este particular espacio de tiempo, y en estos momentos cuando estamos buscando dejar atrás la piel de un reptil que, como país fuimos, es necesario aprender a armar memoria, sin perder los estribos, con pedazos sueltos, pedazos de acciones, recuerdos y olvidos.

Esta es una colección de historias que ofrecen oportunidades, historias quizá nuevas, quizá conocidas, pero todas escritas desde las perspectivas a veces juguetonas, a veces muy formales, de una serie de mentes fértiles de las que brota la necesidad de dar a conocer un país diferente a aquel que nos venden y que, tristemente y con frecuencia, compramos al precio más bajo.

#YoConstruyoPaís es la muestra inequívoca de que Colombia vale oro. Y a la vez es una invitación de El Punto y las jóvenes generaciones de periodistas de Uninorte -que no pasan de sus 20 años-, a pensar y proponer un país mirado desde la paz.

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