Por: Isabella Márquez
Este es el caso de un periodista con la valentía de adentrarse en la más peligrosa aventura, solo por contar la historia de cada persona que recibe malos tratos. Aunque ello ponga en riesgo su propia vida.
En un mundo injusto con racismo, explotación, marginación, desprecio, odio y malos tratos, debe existir un Robin Hood.
En este caso, es Günter Wallraff, un periodista indeseable con la valentía de adentrarse en la más peligrosa aventura, aunque ello ponga en riesgo su propia vida, solo por contar la historia de cada persona que recibe malos tratos en su trabajo o en la vida real.
Él pretende narrarlo así, viviéndolo en carne propia, con el único objetivo de denunciar una situación de interés social.
¿Y cómo es él?
Un señor de 76 años de edad, ojos claros, gafas, bigote, sin cabello en su cabeza y con arrugas que representan cada una de las hazañas que ha realizado asumiendo distintas identidades mediante pelucas, disfraces, una buena investigación sobre su papel y una excelente actuación.
Nació el 1 de octubre de 1942 en Burscheid, Alemania. Un periodista y escritor alemán que es conocido por sus reportajes encubiertos en grandes empresas y diversas instituciones con el método del periodismo Gonzo, donde expresa las condiciones de trabajo que reciben en la sociedad industrial alemana.
Su padre fue trabajador en una fábrica de automóviles de Ford. Murió cuando Wallraff tenía 16 años, quien, al pasar el tiempo, dijo que el querer saber las razones de la temprana muerte de su padre fue una de las cosas que lo motivaron a usar este tipo de periodismo.
Ese que intenta adaptar distintas personalidades para experimentar en carne propia las condiciones de trabajo de los obreros, inmigrantes e individuos marginados, y de tal manera poder denunciar estos abusos de los prejuicios alemanes.
Por su parte, su madre provenía de una familia de hugonotes que fabricaban pianos.
En 1964 intentó declararse objetor de conciencia para evitar el servicio militar justo dos meses antes de iniciarlo. Lo encerraron en un hospital psiquiátrico militar, después de curarse de un traumatismo craneoencefálico, y decretaron que tenía una ‘‘personalidad anormal’’ y constituía un foco peligroso que podría extenderse.
Para mantener su equilibrio mental, Günter escribía en un diario las experiencias del ejército.
Bajo esta técnica, Wallraff fue turco en su país natal para denunciar el odio, la xenofobia y la falta de oportunidades de los inmigrantes.
Luego, se hizo pasar como un obrero de una compañía, Thyssen, para evidenciar la explotación laboral a la que sometían a sus empleados.
También, hizo de un reportero en el diario Bild, para recolectar pruebas contundentes de que este diario, el cual es el más leído en Alemania, falseaban hechos y manipulaban la información a su antojo.
Además, se tiñó la piel para hacer de un negro africano, donde logró experimentar lo peor del racismo.
Tal obsesión de hacer tan variados papeles, lo llevó al punto en que en 1974 viajó a Grecia durante su dictadura para hacerse pasar como defensor de los presos políticos y fue capturado en Atenas.
Estando allí, lo maltrataron al considerarlo griego hasta descubrir su verdadera identidad, lo condenaron a 14 meses de prisión en la cárcel de Korydallos.
Tras la caída de la junta militar, Wallraff fue liberado, al igual que todos los presos políticos. En cada uno de sus ejercicios periodísticos lo ha documentado todo, valiéndose de grabadoras y cámaras escondidas.
Él ha logrado dejar sin ningún fundamento la gran mayoría de demandas que ha tenido que enfrentar por esconder su verdadera identidad.
Luego de publicar su reportaje de inmersión como periodista de Bild, se iniciaron varios procesos legales sin ningún éxito. La Corte Suprema decidió que eran más graves las malas prácticas periodísticas que suplantar una identidad falsa y que, por consiguiente, la infiltración estaba justificada cuando era usada como una herramienta para evidenciar un mal mayor.
Para ellos, la libertad de prensa y el interés público justifican sus acciones.
A parte de esto, al sacar sus libros le dijo a su editor que no quería que sus libros fueran publicados por Amazon, porque eran una ‘‘secta’’ -cómo él los llamaba- debido a que tenían un fuerte control del trabajador mediante cámaras y escáner.
Cuando algún trabajador paraba su trabajo, así fuera por cinco minutos, si se sentaban un momento a descansar, les llamaban la atención inmediatamente. Si hablas con tus compañeros, amonestación. Además, a los trabajadores los contratan por temporada. Luego que pasa la Navidad, los citan para despedirlos.
Wallraff pudo conseguir que su editorial no pasara sus libros a Amazon, pero como pueden vender de todo, terminaron comprando sus libros a través de grandes intermediarios.
Ese es Günter Wallraff, un periodista incansable que desgasta las membranas más duras de la sociedad alemana para evidenciar odios arraigados.
Su aspecto varía con cada personaje, pero su mirada es siempre la misma: dura y real.
Y justamente la verdad es lo que siempre busca y seguirá buscando, la verdad de la sociedad alemana en toda su desnudez.
Se puede percibir que es un escritor que prefiere las cosas a la antigua, esto por una entrevista que se le hizo y respondió: “antes, la publicación impresa era lo más importante. Hoy la divulgación visual tiene más influencia. Lamento eso, pero es así’’.
Por esto, al elaborar sus reportajes cuenta con un gran material como grabaciones y testimonios, además de su experiencia personal.