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Cuando hablamos de Hernán Urbina Joiro, nos podríamos estar refiriendo tanto al médico reumatólogo como al autor de la exhaustiva investigación, galardonada por la comunidad de historiadores de Colombia, sobre LA INDIA CATALINA, personaje histórico destacado por darle el nombre al galardón más importante del mundo audiovisual en Colombia. Pero también cabe resaltar su lado lírico, el cual ha sido inmortalizado en numerosas canciones y que los melómanos reconocerán por sus poemas musicales como “Páginas de Oro”; “Tu eres la reina”; “Hija” o “Esta voz es para siempre”, que fueron grabadas en la voz de Diomedes Díaz. En su nuevo libro “Canciones para el camino”, reúne toda su poesía y las historias que lo inspiran.

PRIMEROS PASOS

Santa Ana parió a María,

Santa Isabel a San Juan,

con estas cuatro palabras

los perros se callarán.

Con esta copla se despertó el interés por desentrañar el poder de la palabra en un niño de nueve años, nacido el 16 de junio de 1965 en Valledupar, Cesar. Con  estos versos recitados en una noche con luceros en San Juan del Cesar, Guajira por su padre mientras le contaba una historia, nació un poeta en potencia por el mero asombro de ver cómo la palabra logró conjurar un silencio, mostrándole lo importante que son las historias y cómo estas influyen en el pensamiento, y así fue como poco a poco fue encerrando en el papel todo lo que le perturbaba con ayuda de tercetos, cuartetos, sextetos y décimas, un ejercicio que realiza todos los días desde hace 46 años.

Un joven Hernán andaba con sus papeles de un lado para el otro, listo para escribir sobre cualquier cosa que le llamara la atención, inconscientemente cantaba las canciones populares de la época lo que lo impulsó a incursionar en el mundo de la música luego de que se le cayera un poema de amor en el jardín de una vecina y se ganara una motejada de sus amigos, para superar lo sucedido le pidió a su padre que le enseñara a escribir canciones. 

En el año 1983, Urbina decide ir a Bogotá a estudiar en la facultad de medicina de la Universidad del Rosario. En esta época ya su poesía deja de mostrarnos a un niño curioso que paseaba por las calles de San Juan para mostrarnos a un hombre que se reencontró con una ciudad que le dio una cálida bienvenida a pesar de estar a 2600 metros sobre el nivel del mar. Durante esta época de estudio en Bogotá la lírica de Urbina giró en torno a los diferentes acontecimientos históricos los cuales no solo marcaron la vida y la sociedad colombiana si no también la vida de nuestro poeta. 

LA CONSOLIDACIÓN DE UN POETA

Muchas de sus vivencias convertidas en poesía, su herramienta natural para aprender a interpretar el mundo, están reflejadas en sus libros.  En “Canciones para el Camino” nos cuenta que conoció Bogotá a los 10 años y en una sección nombrada, apropiadamente, como “Navegante en las Alturas” recopila el impacto de esta ciudad en él plasmándolo en su poema “Bogotá vino por mi” donde la describe como uno de los mejores sitios, donde podía estar feliz aun estando nostálgico.

A medida que su vida avanzaba, Hernán maduraba y su poesía junto con él. Gracias a su paso por el Hospital Militar Central en el año de 1991, se enfrentó con una realidad muy cruda, la guerra que atravesaba el país afectó la condición mental y física de muchos de los soldados que combatían. A pesar de que muchos habían salido de la zona de guerra, seguían combatiendo por dentro contra una oscuridad que resonaba en un espacio inmenso y perdido. 

Urbina recuerda como muchas veces se sentía como “un paciente vestido de médico”, particularmente cuando conoció a un soldado en la Unidad Renal del Hospital Militar; este soldado tenía una melancolía descarnada y un escepticismo marcado que le recordó al poeta francés Arthur Rimbaud, cuya vida también fue trágica. Este soldado le compartió a Nacho varios de sus poemas mientras lo dializaban, una vez acabado el tratamiento médico se despidió del soldado, quien al salir del hospital se suicidó. El impacto de este suceso fue tan grande para el Dr. Urbina que le dedicó unos versos a ese poeta desconocido enfermo renal y suicida.

El poeta francés Arthur Rimbaud decía que un poeta debía sufrirlo todo, y en su libro, nuestro poeta nos revela cómo vivió los sucesos que agitaron al país al principio de la década de los años 90s. Describe que intentaba curarse de todas las agitaciones que le afectan escribiendo, pero a sus agitaciones se le agregaron otras. Algunos hechos que pudo presenciar y que marcaron su escritura durante esta época, aparte de la crudeza del conflicto armado, fueron vivir en Bogotá, las bombas de Escobar luego de que se escapara de La Catedral, la muerte de Rafael Orozco y los apagones de Gaviria.

Se puede decir que durante esta época también desarrolló una visión profética. En un poema escrito en el año 1993 le dedica un espacio a Pablo Escobar donde profetizó el deceso de este personaje.

CANCIONES PARA EL CAMINO

Es difícil hablar de “Canciones para el camino” sin hablar de la vida de su autor. La más reciente obra de “Nacho” Urbina nos muestra su vida cifrada en versos, habla de cómo se sintió al vivir tantas cosas en su vida. La experiencia de pasar por estas páginas nos da a entender que este poeta vallenato es el trovador de su propia vida; que sus canciones construyeron su camino. 

Una de las vivencias que nos cuenta en su libro el Dr Urbina, es su reencuentro con el maestro Escalona, cuyos versos admiró por su claridad y madurez. De 1989 a 1991, periodo en el que realiza sus últimos años de su carrera profesional en su natal Valledupar, se ve influenciado por la amistad formada con dos grandes compositores del folclore vallenato, Gustavo Gutiérrez Cabello y Hernando Marín. A pesar de que algunas de sus canciones ya se habían grabado en la voz de varios artistas, el poeta recibió una notable influencia de estas dos amistades por haber aprendido los principios de la interpretación del piano y la guitarra.

Luego de un accidente doméstico, Urbina con la ayuda de una amiga, conocería a Octavio Paz. Inspirado por la lírica del mexicano, Hernán aprendió “El laberinto de la soledad”  de memoria. Quedó maravillado de cómo la poesía se camuflaba entre la prosa de Paz. Siguió devorando la obra de Octavio Paz hasta que pudo comprender que la tragedia “puede ser cosa que surge de noche para morir en la noche misma”. 

Por ese tiempo, Urbina también cuenta que en México se le quitó “la mala vivencia de soñar al revés”. Comenzó a “garabatear” versos basados en la rítmica de Paz y por cosas que presenciaba en las calles de México. La última vez que hizo el ejercicio de sentarse en una cafetería para escribir poemas en servilletas plasmando sus pensamientos ahora con la influencia de Paz, fue en el Centro Comercial Palacio de Hierro, más exactamente en la cafetería Sanborns. En este lugar escribió un poema que es conocido como “La suerte está echada”.

Actualmente se encuentra trabajando en su siguiente libro que se llama “El Almirante del Desierto”, donde hablará de la vida de película del que “iba a ser” el Almirante Padilla, que no lo fue en vida, sino mucho después de su muerte, por decreto, a principios del siglo XX”. La pandemia al igual que a muchos también le afectó a nuestro poeta, o como él mismo dijo para concluir mi entrevista: “Me ha devastado en muchos aspectos y no sé si hubiera resistido tan bien, como creo, sin la ayuda de la poesía. A diario se ligan a todo lo que escribo las situaciones que la pandemia oscurece y no dejan caminar en paz: el riesgo de hambrunas tras el Covid-19, los muchachos que ya no tienen ni piedras para lanzar contra un futuro imposible, los infiernos que se viven en la tierra, incluso por un beso imposible.” Aunque hace rato no escribe canciones afirma  que nunca dejará de escribir poesía.

 

 

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