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Por: Leydi Perdomo

Un olor a galleta recién horneada, en el corazón del Carmen de Bolívar, delatan que estás en la tierra de la Chepacorina. Una galleta compuesta de harina de trigo, superación, azúcar, esperanza, queso, paz, y un toque secreto: tradición. Éste es el manjar preferido de los Montemarianos desde hace más de 70 años.

Un sabor a hogar e infancia se cuelan en el paladar con cada bocado, puesto que, en medio de una larga guerra de fusiles en sus calles y un silencio inquebrantable, estas galletas eran para los Montemarianos un pase a la tranquilidad, de volverse a sentir bien y poder disfrutar en familia sin que la violencia se las arrebatara.

Ahora evoca a aquellos que han marchado lejos de estas tierras, pero también recuerda gratos momentos a quienes superaron el conflicto armado.

Un sabor a nostalgia y orgullo le recuerda a Miguel Ramiro Díaz, las tardes que pasaba en la fábrica de las chepas franciscanas o Chepacorinas, cuando el horno aún era de leña y unas manos fuertes amasaban con dedicación la harina para producir las mejores galletas.

El recuerdo que se cuela en su mente, es el de su padre, Francisco Díaz, de quien aprendió el arte de la Chepacorina, pero también el amor por llevar esperanza a las familias bolivarenses.

Una responsabilidad, y una pasión que llena sus ojos de orgullo puesto que, su padre, quien falleció hace tan solo 3 años, dejó un legado en la historia de Colombia y algo bueno para recordar al Carmen de Bolívar.

Todo empezó alrededor del año 1940 cuando en este municipio una mujer, panadera y curiosa, bajo el nombre de Josefa Corina, mientras se mecía en su mecedora, sentada en uno de esos patios grandes en donde se reúne la familia.

Ella pensaba en algo que le gustase a los Montemarianos, que sin importar el lugar en donde estuviesen, les hiciera recordar la tierra que los vio nacer, y que le generara unos pesitos de más.

Así que, con la ayuda del señor francisco Díaz, quien trajo la harina, el queso, la leche y el azúcar, y la adición del toque secreto de la señora Josefa, trabajaron durante toda la noche en su nuevo producto. Y con el corazón inundado de orgullo recibieron la primera galleta redonda, grande, suave y crujiente que salía del horno, además de un dulce olor a hogar.

En la mañana, cuando sus clientes venían a comprar las tradicionales panochas de azúcar y queso que ella fabricaba, les obsequiaban una pequeña porción de sus nuevas galletas, las cuales con un sabor indescriptible se quedó en el paladar y el alma, por lo que se fueron vendiendo rápidamente con un costo de 20 pesos.

El inicio de lo que sería una tradición e industria a nivel nacional. 

Tras la muerte de la señora Josefa Corina, el legado y la receta secreta pasa a manos del señor Francisco Díaz, quien luego de llevarse la fábrica al hombro, y compartir el amor de hacer las Chepacorinas a sus hijos, decidió entregarle la tradición a su retoño, Miguel Ramiro Díaz, el actual administrador de la fábrica Chepas Franciscanas S.A.S. en el centro del Carmen de Bolívar.

Allí, cada mañana, clientes y emprendedores acuden a surtirse del producto.

Y es la parada fija para los turistas, quienes sin saber, solo compran unas cuantas unidades, que luego extrañaran y por las que entre otras cosas, desearan volver al Carmen de Bolívar, y recordaran su sabor y ese tierno olor cuando recién salda del horno, la empacaron unas manos hábiles y la entregaron con una mirada segura y orgullosa.

Porque en sus manos tienen la historia, la vida, esperanza, lucha y tradición bolivarense, y una CH en el centro de la galleta te indica que son ¡las propias Chepacorinas del Carmen de Bolívar!

Esta tierra de personas buenas y trabajadoras no se merecían vivir el conflicto armado.

En los Montes de María fueron asesinadas alrededor de 4000 personas y hubo más de 200.000 desplazados entre los que estaban inocentes jóvenes con sueños, ganas de estudiar y no tener que abandonar su tierra, dando vidas al conflicto sin tener nada que ver; vendedores de aguacate y queso, mujeres violadas, casas incendiadas, bombas detonadas, niños sin padres… como dice la canción de Petrona Martínez:

En los montes de María, esto sucedió señores 
estaba llorando un niño lamentando sus dolores 
Qué lloras bebé dime qué te duele. 
(…)
una palomita blanca vino volando a avisarme, 
una palomita blanca vino volando a avisarme 
En una cabaña sola agonizaba mi madre. 

En agosto del 2016 tras cuatro años de negociaciones entre las FARC -EP y el Gobierno de Colombia, se dio un alto al fuego definitivo. 

En la tierra de placeres, luz y alegría, la Chepacorina ha brindado una segunda oportunidad de paz y reconciliación a los Montemarianos puesto que, no solo ha sido el sustento actual de los 10 trabajadores que allí, con pasión, responsabilidad y orgullo elaboraran estas galletas, sino que también es el sustento para aquellos emprendedores que distribuyen las galletas a nivel local y nacional y de quienes dependen cientos de familias.

Y como dice la canción del gran maestro Lucho Bermúdez, oriundo del Carmen de Bolívar:

“Carmen Bolívar tierra de amores, hay luz y ensueños bajos tus cielos”.

Así fue creada esta galleta, bajo un cielo que mostraba un panorama alentador a tener algo que los identificara, que fuera propio para que la gente reconociera a los Carmeros, y no ser la tierra del olvido entre las huellas de una guerra.

Para destacar

Los jóvenes del Colectivo de Comunicaciones Montes de María Línea 21 realizan piezas audiovisuales contando las historias de su tierra con los que han participado en el festival audiovisual de los Montes de María e incluso con documentales y filminutos a nivel nacional.

Con esto, en el 2015 ganaron el premio India Catalina como mejor producción comunitaria.

Este es una recreación de la historia de la Chepacorina diseñada desde el colectivo de comunicaciones.

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