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Por María Alejandra Colón

Al atravesarse la palabra leyenda por nuestra mente, nos imaginamos una situación que probablemente todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado. Se trata de una pequeña reunión con los amigos después de jugar, muy tarde en la noche, sentados en muritos o sillas mientras alguien mayor nos cuenta historias de terror que había vivido en algún tiempo. Entusiasmados nos sentimos en ese momento, imaginando una y otra vez si aquella situación que nos narraban la viviéramos nosotros y desde luego, creyéndonos valientes expresando “yo a eso no lo tengo miedo”. Después aquel rato de sustos, risas y misterio, nos íbamos a casa, dispuestos y emocionados por multiplicar las historias que habíamos escuchado. Así es como aún siguen vivas las leyendas de nuestra región y nuestra credibilidad en ellas.

La Región Caribe abarca, como cualquier otra región una gran historia llena de relatos de miles de hechos sucedidos en sus tierras. Una buena parte de estos han traído consigo la creación de leyendas y misterios sobre lugares y personas, que han dejado marcada a la sociedad y han alimentado por años la curiosidad de los habitantes de cada ciudad o pueblo hasta la actualidad.

Sean ciertos o no, los espíritus y apariciones que han vivido por años aquí, dotan de cierto misterio e interés a la región, tanto que se han convertido en una tradición oral de la Costa.

La Llorona, la Patasola, la Mohana son historias que nos provocan terror desde niños y no nos dejan dormir muy de vez en cuando, pues son relatos con los que hemos crecido y que más recordamos. Pero además de estos, hay un sinnúmero de narraciones paranormales que han nacido en este pedacito ubicado en la parte norte de Colombia. Estas mismas leyendas urbanas y rurales son las que alimentan cada año las fiestas de Halloween.

En esta sección presentaremos un listado de esas leyendas que usualmente no escuchamos:

El rosario de la aurora

Son muchos los pueblos, corregimientos y municipios en la región en las que este hace su aparición. El rosario de la aurora es un grupo de animas penando que hace un recorrido desde la iglesia del lugar hasta el cementerio durante la madrugada del día de las brujas. Los que han escuchado pasar por sus casas a estas almas, expresan que mientras hacen su trayecto van murmurando palabras sin sentido entre ellos, se sienten sus pasos y el sonido del rezo de un rosario. Entre los habitantes, se ha creado la idea de que no puedes asomarte por la ventana si sientes estos ruidos, pues estas almas se darán cuenta y te pondrán una difícil prueba que al no cumplirla acabará con tu vida y terminarás uniéndote a ellos. Adicionalmente, manifiestan que sólo al escuchar estos lamentos tu cabeza se agranda y te da un terrible dolor que no te dejará dormir en toda la noche.

Imagen tomada de guioteca.com

Keralia

Imágen tomada de artsesing

Keralia sale de noche como si fuese la luz de un reflector, brillante y llamativo. En lugares sin vegetación, como orillas del mar y salinas encontrarás a este espanto que suele salir a medianoche para enamorar a cualquier jovencita que merodee por la madrugada. Se transforma en un humano con una belleza inigualable para conquistar a las mujeres, pero lo espeluznante no sucede de inmediato, este encantador hombre se toma el tiempo para continuar con visitas a su enamorada como una relación común y corriente. Luego, a través del poder de su mirada, Keralia deja en embarazo a las jóvenes, que al dar a luz morirán habiendo cargado en su vientre serpientes, sapos y muchas especies más de animales. Además, cuentan que si este se encuentra con un hombre, lo hará vomitar sangre hasta que este muera.

La casa del diablo

La casa del diablo está ubicada en el municipio de Ciénaga, entre la calle de Valledupar esquina con el callejón Bucaramanga. Según los habitantes es una mansión que está poseída por el mismísimo demonio.

La historia se remonta desde principios del siglo pasado cuando Manuel Varela llegó con el fin de crear muchos negocios y empresas que lo hicieran el más poderoso hacendado de la región. Este hombre, compró grandes cantidades de tierras y parcelas para la cosecha de varios productos, principalmente plátanos e incluso llegó a construir su propia vía férrea para transportar su cosecha. Este, se hacía cada vez más y más rico, pero la gente del municipio pronto comenzó a dudar de él, a partir de las desapariciones de trabajadores y niños que transcurrían por su casa, llamada Mansión Manuelita.

La leyenda afirma que esta mansión fue levantada por el propio satán y que además bajo sus aposentos se construyó un túnel secreto por el que Varela caminaba cada noche con una veladora negra y un pergamino que iba leyendo mientras hacía su recorrido hasta el final del túnel donde según los moradores, el empresario se reunía con satanás para brindarle sacrificios humanos a cambio de recibir mucho poder y riquezas de sus negocios.

Imagen tomada de fundacionmagdalena.blogspot

Según cuentan, a pesar de la muerte de Manuel en los años 50, los habitantes de Ciénaga aún sienten que hay algo maligno en ese lugar, por lo que casi nadie se atreve a merodear por ahí y cada día al oscurecer ningún padre deja pasar a sus hijos cerca de esta casa, pues afirman que es posible que se sigan haciendo sacrificios humanos. Aún se pueden escuchar gritos y llantos desesperados con mucha claridad desde su interior y un fuerte olor a azufre que sale de las puertas y ventanas, por las que se asoman ojos rojos que espían las afueras. De vez en cuando, la gente asegura ver al diablo paseando por los alrededores, a veces en forma de perro negro, otras, en forma de un enano negro que sonríe tenebrosamente.

La mata de patilla

A altas horas de la noche por las calles del municipio de Manatí las brujas hacían de las suyas, pues con el fin de hacer sus trabajos de brujería a cualquier vecino o lugar hacían aparecer una mata de patilla por las calles del municipio para impedir el paso de los habitantes hacia el lugar en el que estaban llevando a cabo sus rituales o pactos. Según cuentan los habitantes, esta mata se movía, enredaba y apretaba fuertemente a quien se atreviera a pasar o caminar encima o a los lados de ella. Relatan, que uno de los manatíeros pudo liberarse de las ramas y que para lograrlo el chico pateó unas pequeñas patillas que iban creciendo a medida que la mata se movía, cuando golpeó una de las patillas consiguió romperla y así la mata se aflojó y pudo correr. Cuentan también que al día siguiente de este acontecimiento, una de sus vecinas amaneció con dolores y moretones en todo el cuerpo, de ahí que dijeran que ella era la que se convertía en mata de patilla.

Imagen tomada de misterica.net

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