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Un encuentro personal con la fascinante compañera de vida del recordado Mike Schmulson.

Por Sara Ortega Barrera

Al llegar al altísimo portón que separa el andén de la casa de los Schmulson Steckerl, me impresionó el gran tamaño que reflejaba el lugar que es ampliamente conocido por quienes han transitado alguna vez por el frente del icónico Hotel del Prado.

Entré por el garaje para luego recorrer un pequeño jardín que me llevó a la oficina de Susana Steckerl de Schmulson, la ‘Dama hebrea’ de Barranquilla, quien en ese momento compartía con su esposo, el ya fallecido y reconocido presentador de béisbol Mike Schmulson.

Susana, quien prefiere ser llamada ‘Susie’, estaba sentada en una silla de ancho espaldar.

A sus pies, cientos de libros guardados en cajas de cartón, carpetas con documentos y álbumes fotográficos.

Cuando me vio, exclamó con sorpresa: “¡no puede ser, se me olvidó la entrevista!”, y rápidamente comenzó a mirarse como intentando cubrirse de la ocasión.

Su cara no tenía ni una pizca de maquillaje. Solo una bata de la famosa casa de modas francesa Dior cubría su cuerpo, unas sandalias planas relucían sus pies, además de un reloj dorado que adornaba su muñeca izquierda.

‘Susie’ me conocía desde que era una niña, pero al mirarme no me reconoció.

Me preguntó, en alemán, que si sabía hablar el idioma y se dispuso a indagar sobre mis proyectos de vida comentando jocosamente que luego sería ella quién me entrevistaría

De manera que se disculpó por el desorden y me dijo que tenía demasiados libros, razón por la cual había decidido regalarlos a algunas bibliotecas y colegios.

Antes de empezar la conversación sacó algunas carpetas que contenían documentos de toda clase: datos de bancos, discursos que alguna vez preparó, fotografías de eventos benéficos e incluso apuntes de hace más de 30 años.

Al observar tantas imágenes y archivos de antiguos sentí curiosidad y quise averiguar más sobre su infancia, por lo cual le pregunté:

– ¿Si bien usted era apenas una niña cuando llegó a Barranquilla, tiene algún vago recuerdo de lo que sintió al arribar?

– “Se me olvidó todo el trayecto dentro del buque, de eso no tengo remembranza. Pero sí recuerdo muy bien cuando desembarcamos en Puerto Colombia y de ahí nos subimos al ferrocarril para poder llegar a Barranquilla. También tengo un recuerdo de cuando aún vivía en Viena, tenía dos años y me fracturé la mano. Entonces me llevaron a un hospital que quedaba muy cerca del edificio donde vivíamos. Siempre guardé esa imagen en mi cabeza, e incluso, hace cuatro años que volví todo seguía igual a como lo tenía en mi mente”, aseveró.

Susie nació en Viena, Austria, pero al ser descendiente de una familia judía fue expulsada por los horrores de la Segunda Guerra Mundial y vino a parar a Barranquilla en el año 1938, cuando solo tenía cuatro años.

Entonces le indagué sobre qué pensaba que hubiera sido de su vida si las circunstancias no la hubiesen obligado a venir a Colombia, a lo cual respondió firmemente, como si ningun destello de duda le hubiera pasado por la mente.

“Yo no me pinto haber vivido en Europa, ni antes ni ahora. Ni siquiera me imagino viviendo en otra ciudad de Colombia que no sea Barranquilla. Me gusta mucho El Rodadero por la tranquilidad, pero definitivamente, como siempre digo, de aquí me llevarán al Calancala.”

Al hablar de su destino favorito en el mundo, los ojos se le iluminaron y su emoción le quebró la voz.

“Nueva York es mi destino favorito, esa respuesta sí es fácil. Es la ciudad más cosmopolita. A mí me encanta la ópera, los museos, caminar por sus calles, todo eso tiene un aire espectacular y además me gusta mucho el frío durante el invierno en la Gran Manzana”, afirmó con convicción.

Luego, suspendimos nuestra conversación por la llegada de Jonathan, uno de sus 16 nietos, quien en medio de un gran abrazo tomó uno de los tantos libros distribuidos en la sala.

Se trataba de un anuario del colegio años atrás, el cual le compartió para para mostrarle los tiempos en los que aún era pequeño.

Tras unos minutos, Susana volteó para continuar, esta vez para seguir hablando de su amada Barranquilla.

“Uno va creciendo con el tiempo. Mucha gente dice que la época de antes era mejor pero yo no soy así, me gustan las cosas de ahora”.

Al consultarle por su amor hacia las obras de arte y si podía escoger la de mayor significado sentimental, contestó de forma desprendida y descomplicada: “no puedo señalarte solo una cosa, cada uno de los objetos que he adquirido son igualmente importantes para mí”.

Nos adentramos más en el tema de su faceta filantrópica. Desde 1968 Susana ha trabajado en diferentes proyectos con varias organizaciones y entidades como la Cruz Roja, Hospital de Barranquilla, Club de Leones, Hospital Infantil San Francisco de Paula, Sociedad de Mejoras Públicas, Liga Contra el Cáncer, entre otras.

 Y así, le pregunté expectante: ¿Qué la ha llevado a iniciarse en el mundo del trabajo solidario?

“Yo he tenido mucho en mi vida. Siempre he sido líder, incluso cuando era una adolescente y aún vivía en el internado en Estados Unidos. Todo inició porque me invitaron a participar como voluntaria en Profamilia y acepté. La motivación, en realidad, fue el amor al prójimo, las ganas de ayudar, tener tanto y no poderlo compartir. Ayer ví un video que hablaba de que la realidad no está aquí en el norte, en las grandes casas con suficiente comida, sino en las poblaciones marginales que no tienen acceso a la educación, ni a los servicios básicos. Esa es la realidad, esa es la mayoría, la que necesita la ayuda de los que sí tenemos”, puntualizó.

Aunque hizo parte de muchas brigadas por los menos favorecidos, e incluso logró la inauguración del Colegio Golda Meir mientras era presidenta de las Damas Hebreas de Barranquilla, Susie confesó que la experiencia que más la marcó en su labor social fue el trabajo en las cárceles.

“Para mí, trabajar con los reclusos me cambió la vida, me enseñó muchas cosas. La sociedad los ha aislado y rechazado pero fue fascinante trabajar con ellos. Atesoré muchas vivencias. Por ejemplo, me hice muy amiga de algunos reclusos que me enseñaban cómo comportarme para caerle bien a todos. Gané muchas amistades y me sentí plena mientras realicé esa labor”.

Después de conversar amenamente sobre su vida me aventuré a preguntarle sobre la muerte, sobre cómo quería que recordaran el nombre de Susie Steckerl de Schmulson.

“Yo estoy casi segura que voy a vivir hasta los 99 años, así como mi suegra y mi madre. ¿Qué quiero que recuerden?, pues simplemente que viví, que viví bien vivido, que mi vida sí que valió la pena”, concluyó.

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