Por: María Abisambra
David Muñoz nació el 18 de febrero de 1979, año en el que llega la televisión a color al país, Sadam Hussein se vuelve presidente y Teresa de Calcuta gana el premio Nobel de paz. Un día importante, además, porque fue la primera nevada registrada en el Sáhara. Pero David no lo sabe. Desde pequeño su padre le enseñó el arte de la obrería y así a sus hermanos.
-No sé cuántos hermanos tengo, pero me hablo con todos, excepto con la mayor que se perdió.
Así que mientras nevaba en el Sáhara, este apocado obrero con aires libaneses y hasta harapos medio orientales, no sólo hacía alusión a un oriental, caminando por primera vez en su vida a través de la nieve del Sáhara. Y es así, porque David también gozaba de la temperatura decembrina de Barranquilla y no a la que acostumbraba a soportar entre asfalto, llana y plomada.
A la hora del almuerzo los obreros sacan sus “portas” (comida preparada por la esposa y/o madre, calentada a temperatura ambiente) incluyendo a David, que acomodó la carretilla del cemento hacia un par de árboles que quedan fuera del majestuoso estadio Martínez en reconstrucción.
-Mi esposa me ha salido buena, musitó mientras se sentaba plácidamente en la carretilla a deleitar su paladar.
-Tienen hijos?
-Tengo cuatro y mujeres.
Se podría esperar un rudo e incontenible hombre debajo de ese tipo de burka, pero David adora a todas sus hijas y aún más pasar el rato con ellas. Paradójicamente lo más interesante que la ha sucedido en su vida fue esta entrevista.
-Me habría gustado estudiar algo así con la matemática.
– Y por qué no lo hizo?
– No había apoyo.
David Muñoz es un misterio oriental, un hombre culto, preocupado por el prójimo.
– La gente gasta mucho dinero, nada más mira este estadio.
Desde el punto de vista deportivo, transformativo y renovador de la ciudad, reconstruir estadios haría más atractivo el lugar. Desde el punto de vista de habitantes que son la ciudad misma como David cae en el gasto innecesario o mal distribuido por las élites.
-Le escuché hace rato a un compañero, que cuando inauguraran este estadio nada más iban a nombrar al ingeniero y nosotros ni por ahí.
David con manos rusticas, uñas largas y aires místicos no sólo reconstruyó el Romelio Martínez entre otros monumentos históricos como la avenida del río, sino que nunca se le agradecería por ello.
Ya no tiene sueños, vive para sus hijas y su esposa, sigue los pasos de su padre y de vez en cuando ve los realities de la tv.
– Lo más doloroso en mi vida fue perder a un amigo, desapareció y luego y que lo mataron.
Así que mientras nevaba en el Sahara se presentaba un ser mítico, con manos mágicas capaces de reconstruir una historia. Era David el que proclamaba la importancia de amar, creer en Dios y sensibilizarse.
Esa timidez indomable no permitía ver su importancia, pero él reconocía en sí mismo que lo era. Posiblemente David no quedaría guardado para la posteridad, como Teresa de Calcuta, Sadam Hussein y la televisión a color. Pero él sabría que hizo parte pieza a pieza de muchas posteridades.
“El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan”: Karl Marx