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Por: Edwin Caicedo Ucros – Fotografías: Edwin Caicedo Ucros 

Daniel* tiene 19 años. Hace dos es militante de las FARC y le falta uno para terminar la universidad. Vive en Córdoba, pero está en la mitad de la Plaza de Bolívar en Bogotá. Mira concentrado a otros militantes del desde ahora conformado partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y asegura sentirse realizado por el deber cumplido.

Nunca empuñó un arma. Sin embargo, es uno de los 1.200 delegados que decidieron los lineamientos del partido político de la ya oficialmente extinta guerrilla. Lo suyo, en realidad, siempre han sido los argumentos y la lucha política, aunque llegó a las Farc a través de “una recomendación”, dice.

Antes estaba en el Partido Comunista Colombiano (PCC), y de allí se interesó por el movimiento guerrillero. “Un conocido mío hizo una recomendación política, y pasé a trabajar con las Farc en todo su proceso de reintegración y nueva vida civil”, dice.

Daniel prefiere no revelar su nombre. Si bien asegura que el gobierno todavía no les da garantías jurídicas para su seguridad, en su voz no se nota el temor, pues se expresa con elocuencia y confianza. Estudia Ciencias Sociales en la Universidad de Córdoba, habla de imaginarios sociales y pragmatismos, se empecina en desmanes contra la prensa “y las mentiras con las que han gobernado el país”, y, además, asegura que “las cosas no son como ellos dicen, la realidad es otra”.

En la Plaza de Bolívar unas dos mil personas contemplan el concierto que cierra una semana entera de trabajo. Después de 53 años, la guerra por fin ha terminado. De los fusiles han pasado a los atriles, y eso es más que motivo para celebrar. Por eso Jhonny Rivera, Ky-Mani Marley, Dragón y Caballero, Totó la Momposina, Ana Tijoux y banda Bassotti, entre otros, cantan “por la reconciliación”, según gritan en consignas los asistentes.

La plaza es una amalgama de colores: poco más de mil personas sosteniendo banderas blancas con estampados del logo de la FARC, banderas de Colombia y Cuba, pancartas del PSUV, y algunas vistiendo gorras del Che Guevara, conforman una variada congregación que, baila, canta y celebra en la céntrica plazoleta de la capital del país.

Muchos de ellos son jóvenes que están con sus amigos celebrando el fin de la guerra y la creación de “un nuevo partido para un nuevo país”, como reza el mensaje que hay en algunas de sus camisetas.

Daniel mira el escenario y sonríe. Sus ojos son oscuros y su piel mestiza. De vez en cuando, a pesar de tener un acento bastante neutral, se le salen palabras de su innegable dialecto costeño: “allá es una vaina diferente”, dice, refiriéndose a las zonas veredales. Daniel las visitó por primera vez cuando el Gobierno las estableció. Allí conoció personas “que cambiaron definitivamente su imaginario y percepción de lo que son las Farc”.

A los exmilitantes los llama “camaradas”. Con ellos trabajó “desde el domingo”, recién instalados en el Congreso para la creación del partido político de las Farc, celebrado del 29 de septiembre al 1ro de agosto.

Buscaban consolidar una plataforma especial para los jóvenes, una que permitiera su participación dentro del nuevo partido. Y lo lograron. Al respecto, Daniel comenta: “Tuvimos un espacio especial donde se conformó una comisión para la juventud”.

 

 

En esa plataforma discutieron los lineamientos bajo los cuales se debe regir el partido “para poder incluir a todos los jóvenes colombianos”. Según él, es necesario que los jóvenes “rompan sus paradigmas”, de tal forma que puedan comprender el sentido de la lucha emprendida por las Farc durante más de 50 años. Es necesario tener “pensamiento crítico”, agrega.

“Más que militar, se trata de una organización política con sueños y aspiraciones, que busca las garantías para el pueblo colombiano, que busca reivindicar los problemas sociales históricos: el tema de la tierra, el tema de la salud”, dice, cuando le consulto sobre su concepto personal.

El partido “acepta a todo el mundo”, dice. Su idea es buscar que las personas se acerquen y participen en el escenario político del país, pero, sobre todo, buscar la aceptación y el interés de los jóvenes. Ese es uno de los objetivos en los que Daniel y muchos otros delegados tendrán que trabajar de aquí en adelante.

El nuevo partido de las Farc busca “empoderar a los jóvenes”, luchar por la educación gratuita en las universidades y participar en la creación de una “nueva Colombia”. Daniel no deja de pensar que “somos la generación del cambio, aunque suene muy cliché”.

En la militancia política ha estado desde los quince años, poco después de ingresar a la universidad. Lleva puesta una gorra con la imagen de alias “Simón Trinidad”, con la consigna #LiberenASimónTrinidad. En su camiseta también está la misma imagen. En la Plaza de Bolívar las vendían a diez mil pesos, comenta, y agrega que muchos “camaradas” las han comprado en señal de protesta por el “no cumplimiento de los acuerdos”.

Aún hay mucho camino por recorrer: “el tema de la juventud es fundamental” opina. La Farc deberá recorrer uno de sus caminos más difíciles, conseguir adeptos y cambiar el imaginario de los colombianos, pero sobre todo de los jóvenes, algunos reacios y otros prestos a conocer y a participar en la vida política.

 

 

La Plaza de Bolívar se tiñe de rojo, pero no por sangre, como aquel fatídico miércoles 6 de noviembre de 1985. No. Hoy son rosas, la imagen del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, las que pintan con otra imagen la plaza. Los guerrilleros, o “camaradas” como dice Daniel, las alzan en el aire como señal de renacimiento, de esperanza, con la mirada puesta en un nuevo país.

*Nombre cambiado por petición de la fuente

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El evento en la Plaza de Bolívar fue transmitido por streaming en el canal de las Farc. 
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