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Por Juan Roa De Ávila

La manera como empieza a tomar fuerza el movimiento salsero en Barranquilla llega a su cumbre en los años 70´s.

Para aquella época, los destellos de su ritmo empezaban a configurarse como una música consumida entre los sectores de los barrios populares que amenizaban sus bailes callejeros o verbenas por los entonces nacientes picós El Coreano, El Gran Pijuán, El Rojo y El Gran Fidel.

El Coreano, picó autodenominado “El tanque de guerra”, fue pionero en la programación de éxitos salseros.

La esencia de los ritmos afroantillanos giró a tocar las puertas de una ciudad que no sobrepasaba los 500 mil habitantes. Luego de un largo proceso de aceptación de sonoridades traídas de La Habana, Cuba, la costumbre alcanzaría su máxima irrupción a causa de la Revolución de 1959, reemplazándose por raíces musicales que hacían eco desde Nueva York.
Desde entonces esa separación iba a abrazar a quienes tomaban como oficio la comercialización de discos, pues su inventario musical era surtido por viajeros del exterior con la intención de venderlos a las radiodifusoras de mayor aceptación y, posteriormente, exponerlos ante el público bailador en los picós barriales.
Y precisamente ese movimiento se consolidó gracias a la llegada de varios locutores como Mike Char -distinguido por ser el creador del grito picotero “Aquí suena…”- a Radio Olímpica, emisora que en medio de la bonanza arrasaba con una amplia sintonía, programando no solo temas de Joe Cuba, Johnny Pacheco y pete ‘El conde’ Rodríguez, sino también sones africanos exclusivos.
William Suárez, mejor conocido como “Willy salsita”, es un gran conocedor y bailarín de la ciudad. Durante 20 años trabajó de la mano con el ya fallecido locutor Jairo Paba Salcedo, otra enciclopedia musical.
Con su marcado acento costeño, mirada achinada, guayabera que poco se ajusta a su delgada contextura y zapatos que resaltan por su brillo, cuenta que comenzó a frecuentar los estaderos desde muy joven, cuando mostraba su particular forma de bailar a cambio de la propina voluntaria que el amable público le daba al final del espectáculo. En un fin de semana visitaba sitios como La 100, Apolo 8, El Taboga, Argel ypor supuesto, La Troja (Patrimonio Musical y Cultural de Barranquilla), lugares que, aún en la actualidad, reposan en el sentir de los melómanos como espacios de mutuo encuentro y sello de una misma identidad musical.

En paralelo, transcurría la década de los 80´s y con ella la abrumadora admiración que significaba obtener Long Plays de las primeras producciones de Richie Ray & Bobby Cruz, Ray Barretto, Willie Colón, Héctor Lavoe y El Gran Combo de Puerto Rico. El epicentro de todo arrastre iba a contar con el barrio Rebolo como punto de partida.

La composición “El negro y Ray”, de Ray Barretto y su Orquesta, sigue siendo el himno de la salsa ´brava’ en Barranquilla.

Julio Martínez De La Hoz es uno de esos veteranos coleccionistas que hoy se dedican a disfrutar del fruto de su pensión. Al tiempo que limpia uno de los acetatos que conserva bajo llave en una estantería de su habitación, asegura que la inclinación por conservar temas de antaño nació por mera influencia familiar. “Mi papá era salsero, mi tío era salsero. En mi casa no se escuchaba otra cosa sino salsa. El placer mío estaba en tener los discos que nadie tenía”, sentencia con autoridad. Y da más luces: “Usted va un domingo a cualquier estadero de Barranquilla y esto es lo que se escucha, salsa y africano”, sostiene mientras señala un Long Play de Celia Cruz.
Con las palabras de Martínez se abre camino a un debate que no es inferior a las raíces culturales de dos ciudades que se disputan el rótulo de ‘Capital de la Salsa’ en Colombia. Desde el Pacífico se defiende a Cali –otra  plaza salserísima-  argumentando que, al tiempo que entró por el puerto de Buenaventura, vieron nacer al exitoso Grupo Niche -fundado por Jairo Varela-, que aún se mantiene vigente en nuestros días.
Por su parte, desde las entrañas del Caribe colombiano, particularmente en Barranquilla y Cartagena, se sostiene el argumento de haber adoptado a la figura de un gigante como Joe Arroyo, quien con su trayectoria tocó lo más alto que haya dado la música colombiana.
“Lo cierto es que entre ambas se consolida un aporte significativo. El caleño goza de una gran habilidad para el baile, pero nosotros no nos quedamos atrás y en colección no nos gana nadie”, afirma Julio con jocosidad.
La inmortal figura del Joe Arroyo construye gran parte del legado de la música caribeña. Canciones como “En Barranquilla me quedo”, “Musa original” y “Pa´l bailador” hacen parte de su interminable repertorio musical.
Pero el andar de la vida es indescifrable y en menos de tres meses dejó un vacío en la cultura salsera de la ciudad: se llevó a dos de sus máximos referentes. El 5 de Junio de 2015 apagó su voz ‘El Líder’, Jairo Paba Salcedo, quien se ganó el respeto gracias al conocimiento que transmitía desde su propio programa radial llamado Viernes para recordar, el cual hizo por más de 25 años. Allí la programación era eminentemente salsera y los recuerdos del ayer adornaban su esencia. Con su popular expresión “dedo arriba”, siempre impulsó el género hasta posicionarlo en las grandes cadenas donde ejerció su admirable labor.
Y con él también se fue su tocayo, Jairo Coley Pérez, quien se ganó el apelativo de ‘El estudioso de la salsa’ por toda una vida dedicada a investigar los orígenes de este género musical y sus vertientes. Escribió el libro titulado ‘La salsa y yo’, donde en cada página describe los detalles de un ritmo que lo inspiró en su larga carrera como investigador cultural.
Pero no ha quedado sola, porque aún permanecen vigentes en los medios figuras como Ley Martin y Edwin ‘Guayacán’ Madera (Propietario de La Troja) con innumerables anécdotas por contar y, en adelante, hay que abonar el esfuerzo de las nuevas generaciones por intentar extender la calidad de la salsa en sus inicios, aquella que se hacía con alma y corazón y lo menos importante era vender.
Por eso, en su más reciente visita a ‘La Arenosa’, Henry Fiol, experimentado percusionista y vocalista neoyorquino, manifestó que para permanecer vigente la salsa no necesitaba fusionarse con otros géneros como el reggaetón o la bachata. Defendió la ‘salsa brava’ argumentando que “lamentablemente la salsa romántica le ha restado el aspecto rítmico a nuestra música. Se ha perdido la esencia del timbal, los tambores”.
Porque no cabe duda que hace parte inherente del ser barranquillero, ese que sigue el sonido de la trompeta y el piano por doquier. Un género que cada vez se mete sin avisar entre la juventud y que, a pesar de no ser autóctono de nuestro país, configura una forma de vestir, gozar, bailar y pensar. En fin, un estilo de vida que se transmite entre generaciones.
Fotos vía: Internet

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