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Un rapero testigo de Jehová se gana la vida “volando torniquetes” para cantar letras de canciones que critican los problemas que azotan a nuestro país y en especial a Barranquilla, la ciudad que lo vio nacer y en cuyas calles ruedan las tarimas en las que busca el sustento para su familia.

Por: Omar Barboza Camargo

“…muchos vivimos atrapados, algunos quieren paz sin ni siquiera intentarlo, unidos comohermanos vamos a lograrlo. Les digo una cosa y sé que suena espantoso, la raza colombiana se extingue poco a poco…”

Con micrófono y parlante en mano, paga al conductor como cualquier otro pasajero si el bus tiene sensor, pero si tiene torniquete o si el conductor es conocido y “deja trabajar” procede a saltarlo con evidente experiencia. Omar Martínez, uno de los raperos que muestran su arte en los transportes públicos de Barranquilla, comienza presentándose, dice pertenecer a un grupo llamado Flow Caribe.

Con su cálida voz y una cortante reflexión inicial capta la atención de los pasajeros:

“…A veces me pongo a pensar cómo se destruye el mundo: pensamientos diferentes, cada cabeza un mundo. Empieza la diferencia entre personas: racismo, religión… abre los ojos, ¡reacciona!. La calle está caliente, detente así sea un segundo sigue dando pasos firmes, fuertes y seguros…”

Como dice su letra, es un “guerrero legendario que lucha a diario por el salario”, sin embargo, uno que otro abraza su maletín, con la desconfianza de quien conoce que existen amigos de lo ajeno, que aprovechan estos medios de transporte para delinquir. Pero este no es el caso, y la humildad con la que canta su lírica lo evidencia.

Desde los 15 años, Omar ha estado sumergido no solo en el mundo de la música, sino también del comercio informal. Es el mayor de nueve hermanos, nacido en el popular barrio El Rebolo de la Arenosa.

Comenzó a ganar dinero parqueando carros en restaurantes y luego rapeando en los buses con un compañero que crativamente con una tapa de lapicero hacía los bits, el sonido contrapunto característico de la música de rap, mientras el cantaba. Luego ingresó al grupo Flow Caribe donde pudo grabar varias canciones y cuenta con mucho orgullo que una vez pudo mostrarlas al reconocido cantante paisa Juanes.

Ahora, busca en su amplificador la siguiente pista.

“…Bienvenidos a las calles donde sobrevivo con lo mío, escalofríos, corazones doloridos. Una poesía que enseña de la vida, pero como es de calle muchos la marginan. Todos los días mis tarimas son rodantes, lucho por el pan como todo un navegante, para algunos simplemente soy cantante pero poco a poco yo les demuestro a todos ustedes que soy un guerrero con toda mi alma sin sacarte un arma, de esas que te salva Dios…”

Un día de rapeo

Afirma que en un mal día puede recoger entre 7 mil y 10 mil pesos, y los mejores días, como los de diciembre, en promedio recoge 80 mil pesos. “Algunas veces no recibo ni un peso en un bus, porque todos van dormidos o con audífonos en los oídos, desde que la tecnología ha avanzado tanto ya la gente vive distraída y no escuchan lo que muchos tenemos para decir”.

Dice grabar en su cabeza las placas de los buses que lo dejan trabajar, las rutas en las que van vacíos y llenos, y los lugares donde se sube el público más generoso.

Estos son a su vez los puntos de encuentro más recurrentes entre trabajadores de bus: el parque Suri sobre la 72, la salida de Barrio Abajo, la 42 con 54, la 100, al frente del Alkosto y la rotonda de la Universidad del Atlántico. Se conoce entre todos, más aún cuando se dedican al mismo oficio, pues se ponen de acuerdo para no subirse en la misma ruta. Afirma que entre más raperos entren al grupo se reduce la ganancia individual, pero se asegura la
permanencia de este arte urbano.

“…¿Por qué no le das la mano a la gente de la calle, a la que está necesitando de tu ayuda? pero nadie hace nada… porque no nos escuchan y somos tierras olvidadas. Mi país se hunde, mi país se entierra solo, y no hay condolencia, por eso lloro solo. No tengo consuelo, no tengo lugar alguno, ¿qué pasó con el amor que sentía cada uno? Le pido al todopoderoso que nos saque de este hoyo que nos traga…”

Asegura ser estudiante de la biblia, y sus raps lo confirman. El discurso más recurrente de sus colegas es el de Dios, como una forma de inspirar confianza en los clientes y también como él afirma: mentir diciendo se venezolanos para inspirar lástima. Sin embargo, Omar no miente cuando habla de Dios frente quienes van atentos a su música. Se congrega todos los domingos en la iglesia de los Testigos de Jehová del barrio la Manga, en el sur de la ciudad. Y en ninguna de sus letras deja a un lado su fe, al contrario, desde ella propone formas de solución a los problemas que tanto critica.

“…Si te das cuenta la tierra ya no produce con la misma fuerza, el sol calienta cada día más, la luna ya no se deja contemplar, lluvias fuertes y constantes, nuestros ríos se desbordan, guerras nucleares. Dios nos muestra su poder en forma de señales…”

En un período de tiempo se le dejó de ver en los buses, porque tomó un descanso mientras reunía un monto de dinero suficiente para comprar un nuevo amplificador, pues había sido robado cuando bajaba de trabajar de un bus. Dice no tener teléfono móvil por el mismo motivo. Lamenta que existan este tipo de personas que dañan la imagen de quienes sí se suben a trabajar a estos medios de transporte. Así como este, asegura, existen muchos prejuicios en el público. “Hasta me han llamado limosnero”, cuenta con mucha decepción.

Esta vez no canta el rap “el hijo de doña Juana”, el delincuente que quería ser abogado y compró un arma para delinquir, pero acabó siendo asesinado. “El hijo de doña Juana vivió en mi barrio, y como él, muchos queremos ser profesionales pero la opción más fácil es la delincuencia, gracias a Dios yo no hago parte de eso”. Entre aplausos se despide y se dispone a recoger el dinero que algunos pasajeros con generosidad le entregan.

“…Gracias a la dama el caballero que me desee colaborar con cualquier moneda no importa el valor y mucho menos el metal lo que de corazón quisiera colaborar, el trabajo no es deshonra bienaventurado quien come de su trabajo y de su sudor, que no se pierda la esperanza la humildad y el amor, que voy a tratar de hacer algo mejor. Gracias por dejarme demostrarte que tengo cultura y arte, un mensaje para dejarte, y gracias al chofer por estar de mi lado. Hay un Dios muy poderoso y de un fino linaje, si algo malo ha de pasar que no sea en este bus ni en ninguna otra parte”.

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