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Por: Mayra Escobar Hidalgo – Foto: Shadia Jalaff 

La Tiendecita: el local de barrio donde el escritor siempre pedía que le llevaran volando su Águila.

Hace 45 años la muerte visitó a Álvaro Cepeda Samudio. Lo encontró joven, apenas con 46 años, pero se lo llevó. Unos dicen que Cepeda nació en Magdalena, otros que en Barranquilla, pero ambos se equivocan: Álvaro Cepeda Samudio nació en el Caribe.

Su muerte repentina no le impidió quedar para siempre en la memoria de esta región y en el canon de la literatura colombiana. Sus historias son inagotables y tienen el sello de la revelación contra la solemnidad que algún tiempo se quiso imponer como supuesta marca de la literatura. Esta característica surge siempre que uno visita La Tiendecita, ahí se degusta la gastronomía Caribe y de cuando en cuando, también se puede hablar con el recuerdo vivo de Cepeda Samudio.

En La Tiendecita la fiesta solo se hacía con Águila, la cual era, sin igual y siempre igual. Cepeda Samudio pedía que se la llevaran volando a sus manos. Esos son los slogans más recordados que creó el escritor barranquillero durante los diez años que trabajó para Cervecería Águila y que aún se conservan. Coincidencialmente, así fue como empezó su historia con La Tiendecita: pidiendo una cerveza Águila.

Aunque mucho se ha escrito acerca del Grupo de Barranquilla y de sus andanzas, los jóvenes poco conocen al escritor y periodista Álvaro Cepeda Samudio, quien fue uno de sus más célebres integrantes. Mucho menos se sabe de sus recurrentes visitas a La Tiendecita, lugar que siempre estuvo dentro de sus favoritos. Allí no solo iba como consumidor, también, a veces, atendía a los clientes o cocinaba sancochos para sus amigos.

En sus inicios, La tiendecita funcionaba como una tienda de barrio. Sin embargo, tras las visitas de Álvaro Cepeda Samudio, se convirtió en un lugar donde se reunía el famoso Grupo de Barranquilla, conformado por escritores de la talla de José Félix Fuenmayor y su hijo Alfonso, el pintor Alejandro obregón, el periodista Germán Vargas Cantillo, el sabio catalán Ramón Vinyés, Gabriel García Márquez, entre otros. No solo compartían su afinidad por las letras, sino su amor por la parranda, el trago, la comida y las mujeres.

El inicio de La Tiendecita fue en 1964 bajo la administración de Olinda Rivero y la colaboración de su hijo Daniel Blanco, quien hoy en día dirige el restaurante. El actual dueño Recuerda cómo empezó toda la historia: “en cualquier momento se presentó Álvaro Cepeda Samudio y duró por ahí como un mes o dos meses viniendo, de pronto él le dice a mí mamá: ‘Olinda dame una cerveza’, mi madre ignorando quien era le llevó una de marca Germania, cuando le pregunta que por qué no vendía Águila, ella le dice que esa era la cerveza más vendida en el local. Entonces, él le ofreció un trato: ‘saca toda esa cerveza Germania que tienes ahí y te voy a mandar todo eso que tienes en pura águila’”. Así entre la dueña y el escritor recibieron y acomodaron las diez cajas de Águila.

Cepeda se volvió cliente fiel. Recuerda el dueño que “llegaba todos los días a las siete u ocho de la mañana, se sentaba ahí, comía patilla o papaya y viendo el movimiento de la tienda se paraba a despachar un cigarrillito o media libra de azúcar y así”.

Después de pasar tanto tiempo en La Tiendecita, Cepeda Samudio decidió incursionar en el negocio. Encaró a la dueña y le dijo: “Olinda, te propongo una vaina, quita ese negocio y vamos solo a vender cerveza y whisky”. La dueña aceptó el trato y poco a poco empezó a deshacerse de la tienda, al final se quedó vendiendo solo licores.

Con su tienda favorita convertida en licorería el autor barranquillero se congregaba con todos sus amigos en ese lugar. A La Tiendecita llegaron personalidades como: Julio Mario Santodomingo, Gabriel García Márquez, Alfonso Fuenmayor, Alejandro Obregón entre otros. Allí conversaban sobre la ciudad y la literatura; entre ellos el más hablador era Álvaro, pues el dueño recuerda que Gabo y hasta Fuenmayor eran callados y preferían escucharlo, y él para entretener a sus amigos les cocinaba sancochos de rabo o espaguetis.

Cepeda Samudio, o como le decían sus amigos “El Nene”, hizo de La Tiendecita su nuevo hogar y aun después de su partida su recuerdo sigue intacto. El local pasó de ser una tiendecita a una Casa grande donde compartía con sus amigos y servían cerveza Águila y por un momento, al ver sus fotos, pareciera que Cepeda todavía visita La Tiendecita con sus amigos para imponer su vida dicharachera, pareciera que todo fuese sin igual y siempre igual.

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