Por: Andrea D’Luis
Escapar ahora o nunca
María, de 22 años, cuenta con detalle, cómo una mañana víspera de noche buena en su parcela, su mamá Angélica le da la orden de buscar la presa para la comida de la noche. Con ayuda de sus 3 hermanos, se disponen a seleccionar cinco gallinas, las más lindas y gordas para el festejo con sus familiares, sin saber que horas más tarde, lo último que sus invitados pensarán, será en qué tan bueno podría estar el agasajo.
Lo único que viene a su mente, que recuerda cada minuto y puede sentir en la memoria palpable, es cómo 10 uniformados se ven corriendo contra viento y marea para llegar hasta su pequeña casa de bahareque, y cómo sus familiares corren con la esperanza de refugiarse en ella, pero tanto esfuerzo es en vano. Se aproximan cada vez más rápido, con fusiles y machetes, alardeando que el que se resista llevará fuego. Las lágrimas de Pilar caen con más frecuencia y su corazón no deja de palpitar fuertemente, por un segundo piensa que no tienen escapatoria, la muerte es inminente. Asomándose por la rendija de la puerta logra observar lo que se avecina, el miedo se apodera de todos, la vida y la esperanza penden de un hilo. Al fondo se escuchan gritos de los invasores: “salgan, es ahora o nunca”, y lo único que se pasa por su mente es si realmente existe el ahora o solo nos queda el nunca, la duda dura lo que tardan en abrir a patadas la puerta.
“Todos temblamos, sólo podemos aferrarnos a la voluntad de Dios. Pero no nos queda otra opción que rendirnos a los pies de ellos. Mi madre no para de llorar, ellos gritan diciendo que, si no se calla, lo harán por las malas. Y que, si se hace lo que piden, nadie saldrá lastimado. Ellos solo buscan obtener el pedazo de tierra que con esfuerzo mi madre ha construido y mantenido, ha sido nuestro único sustento, pero por nuestro bien debemos marcharnos. Menos de una hora duró el desalojo, solo pudimos tomar unas prendas y salir lo más rápido posible, antes de que su paciencia se agotase. Salimos sin destino, el sol se empieza a camuflar entre las nubes, llevamos así horas y horas, hasta sumergirnos por completo entre el monte del Tolima. El camino se hace más pesado, el agotamiento hace de las suyas, casi sin aliento logramos encontrar un lugar seguro donde descansar. Ha sido la peor noche de mi vida, nadie deja de llorar, la angustia de no saber qué nos deparará el destino es muy fuerte, aunque mi madre se muestra segura, todos sabemos que no es así. La mañana siguiente logramos retomar marcha, hasta dar límite con el Huila, ahí encontramos refugio provisional”.
“Mi madre se dedicó toda su vida a ser empleada doméstica, nosotros, por el contrario, no pudimos volver a la escuela y el ingresar a una nueva no es tan sencillo, la dueña de la casa donde mi madre trabaja sabe de nuestra situación y nos presta libros para seguir practicando. Yo durante ese tiempo leo todo tipo de autores literarios, gracias a eso no me atraso, de hecho, aprendo muchas cosas más. Puedo confesar que la escuela sí me hace falta, aunque la lectura me permite seguir en contacto con temas de suma importancia y culto, necesito una voz guía que me indique cómo ponerlo en práctica, pero los colegios me exigen muchos papeles que perdimos en nuestro exilio forzoso.”
A pesar de las múltiples batallas que María libró con su familia, ella asegura que sacando lo malo que les pasó, hoy en día son una familia fuerte, guerrera y cada vez más, tienen convicciones de lo que se puede lograr estando unidos. Esperan con ansias algún día lograr tener su parcela de nuevo para ellos, si bien no es la que les quitaron, puede ser una nueva donde puedan seguir forjando un futuro juntos.
Los acuerdos
Octubre de 2015 es un año de preparación para los colombianos y aliados internacionales. Desde septiembre de 2012 inician las negociaciones sobre los Acuerdos de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Los diálogos son llevados a cabo en La Habana y Oslo, y como resultado se determina firmar el Acuerdo en Bogotá en noviembre de 2016. El 2 de octubre de 2015 en Paipa, Boyacá, el presidente Santos se pronuncia a los medios de comunicación para responder a las críticas sobre el acuerdo en La Habana. “Esos que atacan lo que se firmó en La Habana son los mismos que desde el principio se rasgaban las vestiduras porque nos sentamos a negociar la paz con terroristas, como si uno no negociara la paz precisamente con los enemigos. Ellos estuvieron sentados más de tres años con los terroristas”.
El texto de los acuerdos cuenta con 297 páginas en las que se destacan seis problemáticas para la finalización del conflicto: Reforma rural integral, Participación política, Fin del conflicto, Solución al problema de las drogas ilícitas, víctimas (incluyendo el componente de justicia transicional) y Refrendación e implementación de lo pactado.
Inicios de Educapaz
Simultáneamente en Cali, el Sacerdote Jesuita Francisco de Roux, Presidente de la Comisión de la Verdad, intenta tener conexión a Bogotá con Oscar Sánchez, experto en educación y democracia. Después de varios intentos en comunicarse, el sacerdote logra explicarle a Sánchez, el proyecto que tiene en mente para ayudar a las personas que cada día luchan y se debaten contra las Fuerzas Armadas que, sin piedad, arremeten contra ellos, teniendo la convicción que los niños priman ante todo y que la vinculación de ellos a la guerra es una violación a los Derechos Humanitarios, convirtiéndose en un crimen de guerra.
Oscar Sánchez es ex-secretario de Educación de Bogotá, cargo que ejerció entre 2012 y 2015. Es Coordinador Nacional del Programa Nacional de Educación para la Paz (Educapaz) y ha trabajado por más de 25 años en educación socio-emocional, política y ciudadana para mejorar instituciones y sistemas educativos, desempeñándose como profesor, columnista, activista y emprendedor social.
Un mes más tarde, a mediados de noviembre del 2015, el padre Francisco y Oscar, hacen realidad la idea de un programa que busca ayudar desde la educación a que las víctimas logren incorporarse y a su vez reinventarse. El proceso no es instantáneo, los dos coinciden en que el mejor terreno para iniciar eran las zonas rurales más golpeadas por la violencia y de escasa formación educativa, por eso su interés se fijó al Sur del Tolima.
“Hace un par de años un grupo de organizaciones del cual forma parte Fe y Alegría decidimos emprender juntas el camino para hacer, del trabajo pendiente aquí descrito, una realidad. Se creó entonces el Programa Nacional de Educación para la Paz (Educapaz), que se concentra en la educación rural y la educación ciudadana, y con el que hemos comenzado a aliarnos con algunas comunidades y escuelas para hacer un trabajo demostrativo y definimos una estrategia de incidencia en las políticas de educación del país y sus territorios” cuenta Sánchez para Edujesuit, espacio virtual de la Federación Internacional Fe y Alegría.
Las cicatrices del campo
Tolima ha sido, en algunos momentos, el centro económico del país, recordando la bonanza del tabaco en la segunda mitad del siglo XIX, y además uno de los blancos para las rivalidades entre partidos políticos y las controversias a nivel nacional.
El período bélico entre 1930 y 1950, conocido como La Violencia, es el tiempo en el que se desatan las confrontaciones bipartidistas de liberales contra conservadores y viceversa, dando también cabida a los grupos de guerrillas en Tolima y Cundinamarca, en donde se conformaron grupos armados irregulares enlazados al Partido Comunista. Es así como el Tolima ha sido, hasta la fecha, uno de los departamentos foco del conflicto y eje de la violencia en Colombia.
La señora Andrade, una mujer en sus casi 70 años, que prefiere mantener su nombre en el anonimato, saca su silla de paja tejida en madera y se sienta a contar amablemente su historia de desplazamiento por el conflicto. Desde Ibagué a Boyacá, de Valle del Cauca a Cundinamarca; “fueron miles de minutos los que caminé desprotegida con cuatro hijos y el sentimiento de una viuda miserable”. Sus arrugas en la frente y ojos, mientras cuenta cómo la guerrilla causó estruendo en su pequeña casa de maderos y ladrillos para que huyan, hacen de su rostro una obra artística en la que el sentimiento es el mensaje y, como mensaje, la tristeza, llega a través de sus ojos y su ronca voz pasa a los poros a erizar la piel.
“Pueden irse caminando o pueden irse arrastrados picados en sacos, usted dirá” le dicen en tono calmado a su esposo. La señora Andrade agarra a sus cuatro hijos y sale corriendo de su propia casa, cree que su esposo la sigue más atrás, pero al voltear se da cuenta que el hombre trató de enfrentar a los armados y en el primer intento fue asesinado de un tiro a la cabeza.
La educación como medio
Colombia es el país donde el uso de las palabras “desplazados, pobres, víctimas y victimarios” son cada día más comunes, y muchos más los que viven a diario esta situación. Según el DANE, la cifra de pobreza multidimensional en 2018 fue de 1.107.000 personas, es decir, el 19.6% de personas en Colombia entraron a la pobreza en salud, educación y nivel de vida.
El conflicto ha hecho de las suyas durante décadas. Instituciones como EDUCAPAZ creen firmemente que el medio es la educación y el fin es la paz, el bienestar. Oscar Sánchez da fe del cambio de vida que una de sus estudiantes en el programa de Educapaz, en el sur del Tolima. La madre de la niña cuenta las dificultades por las que ha pasado con su hija debido a malas conductas y choques con sus compañeros, por lo que la niña había sido cambiada cinco veces de colegio, sintiendo que crecer en el entorno de un lugar cuya historia remite a hechos atroces y que aún pueden ser escuchados en el día, es la causa de que su hija pierda la compostura con las personas. Una vez la niña es cambiada nuevamente a otro colegio, esta vez público, la familia de la niña se lleva la sorpresa del cambio notorio en su comportamiento y actitud en casa. El nuevo colegio trabaja con Educapaz y con su programa para los niños, los valores en la pequeña han sido destapados para que florezca en un ambiente armonioso y aprenda historias del conflicto en su tierra y del país, como prevención y conciencia, entre los objetivos del programa. La educación es el futuro, y si se educan a los niños, el futuro está garantizado de ser dejado en buenas manos, pues “el pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla”.
Educapaz trabaja con todos ellos. Las historias de cada niño son diferentes. Tienen algo en común: cada que lo hablan, el peso de sus problemas es menor.